B. P. (28/4/2007)jose-couso
El juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz acusó ayer viernes de «asesinato» a los tres soldados estadounidenses que el 8 de abril del año 2003 dispararon desde un carro de combate, modelo Abrams M1, contra el Hotel Palestina en Bagdad, donde se encontraban alojados varios representantes de medios de comunión de varios países.

A consecuencia del disparo realizado desde ese carro de combate, murieron el cámara de televisión José Couso y otro colega, de nacionalidad ucraniana,  que trabajaba para la agencia Reuters.

Según el auto del juez Pedraz, «los hechos pueden ser constitutivos de un delito contra la comunidad internacional (…) y un delito de asesinato con alevosía». Con este auto, más bien testimonial, se condena al teniente coronel Philip de Camp, al capitán Philip Wolford y al sargento Thomas Gibson, como responsables del disparó que se realizó desde el carro de combate que ellos tripulaban.

De acuerdo con este auto, «los imputados sabían y conocían que el Hotel Palestina (como la zona en que se encontraba) estaba ocupado por población civil, sin que conste acreditada la existencia de amenaza alguna (francotirador)». El juez Pedraz considera los hechos como «ataque, represalia o acto o amenazas de violencia con la finalidad de aterrorizar a los periodistas», a la vez que recuerda que ese mismo día se produjeron también ataques contra la televisión Al Yazira.

El magistrado ha enviado una comisión rogatoria a Estados Unidos ordenando la detención de los tres militares. No obstante, en la práctica es casi imposible que Washington acceda a entregar a sus militares para que sean juzgados. Que sepamos nunca lo ha hecho.

Es de señalar la escasa o nula cooperación de las autoridades estadounidenses en este y en oros asuntos similares.

¡Zapatero, no queremos ver gestos como el de no levantarse al paso de la bandera de Estados Unidos, ni cosas similares! En casos como este es cuando se demuestra la capacidad de un estadista. Queremos que esos tres militares estadounidenses sean juzgados; y si son condenados que cumplan su condena.

Se imaginan ustedes lo que habría pasado si soldados españoles hubieran matado a un cámara de televisión estadounidense. Aunque, quizás aquí hubieran entregado sus cabezas en bandeja a cambio de un «saludo» de Bush o de una visita de Condolezza Rice.