José Luis Martínez (23/2/2008)
El régimen cubano continuará lo que comenzó tras el derrumbe de la Unión Soviética y la pérdida de su principal apoyo económico: una transición lenta y gradual rumbo, no a la democracia, sino a una economía más abierta al mercado y tutelada por el Estado, como los casos de China y Vietnam. Una buena parte de la economía cubana ya sigue las fórmulas capitalistas. La ruptura del modelo, sin embargo, no será traumática. Al final, Cuba terminará integrándose plenamente a la comunidad internacional. El problema será cómo.

EL PRESIDENTE CUBANO FIDEL CASTRO, con sus 81 años, se aferró al poder hasta el final, como lo hicieron otros líderes comunistas del mundo.

Tras 49 años dirigiendo los destinos de millones de cubanos y 19 meses de convalecencia médica, el poderoso y mediático dictador (obligado por su enfermedad) pasó las riendas del régimen a sus más estrechos colaboradores.

Fidel Castro y sus dirigentes fracasaron tras la aplicación de las recetas marxistas-leninistas a cualquier precio”. Su hermano y jefe de las Fuerzas Armadas, Raúl Castro, el vicepresidente Carlos Lage y el presidente del Poder Popular, Ricardo Alarcón, seguirán estando al frente del Gobierno junto con otros leales funcionarios comunistas, en una especie de colegiado, para que las distintas posiciones y tendencias en la interna no desemboquen en un enfrentamiento que perturbe la continuidad del régimen.

La decisión de Fidel Castro se conoció en un momento crucial. Los cubanos viven serios problemas en su vida diaria, mientras la dirigencia comunista busca renovarse, corregir errores, acabar con la parálisis burocrática que atrofia al Estado y aumentar la eficiencia productiva tras las fallas del derrotado socialismo real.

“El régimen comunista continuará centrando su estrategia en la economía, vital para la supervivencia del gobierno”. La conclusión es clara, tras casi medio siglo: Fidel Castro y sus dirigentes fracasaron tras la aplicación de las recetas marxistas-leninistas a cualquier precio. Un país con disidentes reprimidos, sin sindicatos libres, con más de 200 presos políticos y donde no existe pluripartidismo ni prensa libre, cuestiona ese proceso político desde una óptica democrática.

El propio régimen –y la izquierda latinoamericana que se miraba en ese espejo– negaba los problemas o los minimizaba. Acusaban de todos los males al embargo económico de Estados Unidos, mientras se olvidaban que el gobierno cubano privatizaba y hacía jugosos acuerdos comerciales con numerosos países y empresas trasnacionales. Hoy terminaron reconociendo que las cosas no funcionan y algunos dirigentes, con una deshonrosa doble moral, hasta afirman que ya lo habían dicho y que nada les extraña del actual curso de los acontecimientos. Todos aprendieron de la caída del muro de Berlín. Nadie quiere volver a quedar mal parado o herido por uno de sus ladrillos.

EL PUEBLO DESEA REFORMAS
Sorpresivamente para todos, Raúl Castro, anunció, en el mes de julio, cambios y en diciembre pasado fustigó el exceso de prohibiciones y limitaciones. En debates convocados por el número dos del régimen, los cubanos criticaron la brecha entre los salarios en pesos cubanos –15 dólares al mes– y los altos precios de los productos dolarizados, las restricciones para viajar al exterior y hospedarse en hoteles de cadenas internacionales, al comercio de autos y viviendas, el ineficiente transporte, e incluso la prohibición del uso libre de Internet. “Los modelos de China y Vietnam son vistos con agrado por muchos hombres de la nomenclatura cubana”. La inmensa mayoría del pueblo cubano desea reformas, está cansada de esperar las promesas que no consiguen.

Pero los cambios, si es que llegan a mediano plazo o largo plazo, no serán esencialmente políticos. El régimen comunista continuará centrando su estrategia en la economía, vital para la supervivencia del gobierno. Euros y dólares de países y grupos económicos son primordiales para la continuidad del régimen, para intentar mantener funcionando la pesada nomenclatura que todo lo hace, bien o mal, pero que todo lo controla.

Claro que para seguir captando la atención de inversores se necesitan algunos guiños. Lula le dijo recientemente a Raúl Castro que además de la apertura económica es necesaria una apertura política para que Cuba pueda aproximarse a la comunidad internacional y, en ese sentido, le sugirió algún gesto para mostrar mayor interés en los derechos humanos. “Una buena parte de la economía cubana ya sigue las fórmulas capitalistas, bajo la bandera socialista y el discurso de barricada”. Poco después de un diálogo de derechos humanos en Madrid, La Habana decidió liberar a siete presos políticos, cuatro de los cuales viajaron a España, y confirmó a las autoridades españolas la intención de firmar en marzo de dos pactos internacionales de libertades políticas, económicas y civiles.

Sin embargo, la mira no está puesta en las democracias latinoamericanas o europeas. Los modelos de China y Vietnam son vistos con agrado por muchos hombres de la nomenclatura cubana. Delegaciones de ambos regímenes también autodefinidos como comunistas ortodoxos en lo político y liberales en lo económico, se han reunido con funcionarios cubanos para intercambiar experiencias e información.

EL MODELO DE CHINA Y VIETNAM
El régimen cubano continuará lo que comenzó tras el derrumbe de la Unión Soviética y la pérdida de su principal apoyo económico: una transición lenta y gradual rumbo, no a la democracia, sino a una economía más abierta al mercado y tutelada por el Estado como los modelos chino y vietnamita. “Dentro del Partido Comunista hay dirigentes que no quieren ningún cambio, otros son partidarios de una transición sin perder sus beneficios y algunos hasta estarían felices con el fin del régimen”. Una buena parte de la economía cubana ya sigue las fórmulas capitalistas, bajo la bandera socialista y el discurso de barricada. La ruptura del modelo, sin embargo, no será traumática. Al final, Cuba terminará integrándose plenamente a la comunidad internacional. No puede vivir dependiendo sólo del petróleo de su aliado benefactor Hugo Chávez, repitiendo casi patológicamente la relación que mantuvo por años con Moscú.

No obstante, más allá de que Fidel Castro no ocupe cargos de relevancia en el gobierno y el partido, desde su retiro médico y mediante los artículos de prensa que escribe desde hace un año, llamados Reflexiones del Comandante en Jefe, ejercerá el poder con el veto o la aprobación de las decisiones de sus camaradas, marcando la línea a seguir.

El diario “Granma”, órgano del Partido Comunista de Cuba, llamó a cerrar filas, a la unidad y el consenso en torno al partido para lograr la invulnerabilidad de la revolución. El poderoso aparato del partido único intentará por todos los medios seguir controlado el proceso, para no perder el poder, como ya lo ha hecho desde que logró monopolizar bajo su égida a todas las organizaciones que acompañaron el proceso revolucionario.

“La comunidad internacional, tiene que contribuir para que puedan ser concretas las posibilidades de una distensión efectiva y sin sobresaltos en Cuba”. Tras los anuncios de Fidel Castro, un académico cubano me comentó desde La Habana algo que es un secreto a voces en algunos círculos capitalinos. Dentro del Partido Comunista hay dirigentes que no quieren ningún cambio, otros son partidarios de una transición sin perder sus beneficios y algunos hasta estarían felices con el fin del régimen. Las unanimidades no existen y menos después del lógico desgaste de años de poder irrestricto y sin control.

Está claro que al gobierno de Fidel Castro no tropezará con las piedras con las que se toparon otros regímenes comunistas de Europa del Este. Todo está muy bien armado tras décadas de una férrea dictadura unipersonal.

Todos los que intentaron salirse del discurso del régimen cayeron en desgracia y ya son parte de la perseguida disidencia, están en prisión, los fusilaron o se exiliaron. Hay una larga lista de nombres y no hablo de los cubanos que se fueron tras la derrota de Fulgencio Batista.

BUSCANDO LA DISTENSIÓN EFECTIVA
Fidel Castro no se fue porque la gente lo decidió soberanamente. Dio un paso al costado porque él, unilateralmente, lo determinó y decretó. Eso está muy lejos de ser una actitud democrática”. La comunidad internacional, especialmente Europa y Estados Unidos, tienen que contribuir para que puedan ser concretas las posibilidades de una distensión efectiva y sin sobresaltos en Cuba. En el fondo las buenas o malas decisiones políticas las terminan pagado los cubanos que viven en la isla. Por eso deben ser los cubanos, y en especial los que viven en el país, los que tomen las decisiones, claro está, que el régimen debe permitir que la sociedad se exprese con libertad. Para ser creíble, el gobierno de La Habana debe dar muestras que realmente está dispuesto a cambiar y transitar un camino que termine en una democracia plena, en donde la ciudadanía elija su destino, con una sana alternancia en el poder de partidos y hombres. La democracia debe ser plena, en lo político, económico, social y cultural. No hay democracias a medias. Simplemente no lo son.

El presidente venezolano Hugo Chávez dijo que el máximo icono de la izquierda latinoamericana, Fidel Castro, no se aferró al poder, pese a traspasarlo a sus fieles dirigentes casi medio siglo después de obtenerlo. Esto merecería una reflexión, teniendo en cuenta además que el autoproclamado hijo político del líder cubano, el presidente venezolano, aspira a continuar en el poder en forma continua. Fidel Castro no se fue porque la gente lo decidió soberanamente. Dio un paso al costado porque él, unilateralmente, lo determinó y decretó. Eso está muy lejos de ser una actitud democrática, como la que él prometió tras vencer al gobierno de Fulgencio Batista –y que cosechó el apoyo de la comunidad internacional– pero que nunca llevó adelante.

Exiliados, familias separadas y rotas, además de muertos al intentar abandonar la isla, son el saldo de casi cincuenta años de régimen. El fin no justifica los medios y el régimen totalitario debería llegar a su fin. Fidel Castro se equivocó, tendría que haber dejado el poder mucho tiempo antes, se lo debía a todos los cubanos

N. de la R.
José Luis Martínez
es periodista, editor y analista de política internacional del diario “La República” de Montevideo. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación y Diplomado en Estudios Europeos y Relaciones Unión Europea, América Latina y el Caribe de la Universidad Miguel de Cervantes de Chile. Asimismo, es graduado en Planificación y Administración de Recursos de Defensa en el CHDS, Universidad Nacional de Defensa de Estados Unidos. Ha publicado varios libros sobre política y conflictos internacionales. Este trabajo se publica por gentileza del autor y de Safe democracy.