España
Luis Méndez Asensio (10/2/2008)
A pesar del crecimientsede-del-ppo macroeconómico sostenido, cerca del 4 por ciento en 2007 que no se refleja debidamente en los bolsillos de la mayoría, España sigue teniendo importantes carencias productivas, competitivas y exportadoras, entre otros problemas. Ni el Partido Socialista ni el Partido Popular encaran en sus programas las transformaciones económicas que España requiere con urgencia.

(Desde Madrid) Lamentablemente, son pocas las diferencias sustanciales entre los programas del gubernamental Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y del opositor Partido Popular (PP) en sus vertientes política y económica. Ciertamente, sí existen claras divergencias a la hora de planificar la modernización social del país, tarea ésta en la que el equipo del presidente José Luis Rodríguez Zapatero aventaja a una derecha que, en sintonía con los sectores más retrógrados del catolicismo, se ha quedado anclada en asuntos tan esenciales como la reglamentación del aborto, la agilización del divorcio, los derechos homosexuales o la investigación genética.

“Tampoco se acomete en profundidad la especulación inmobiliaria, que convierte el acceso a la vivienda en un auténtico vía crucis, con hipotecas juveniles que se prolongan casi hasta la vejezinfeliz coincidencia”.

Más allá de estas iniciativas que, sin ser suficientes, me parecen importantes a la hora de ejercer el poder desde la atalaya del Estado, pretendo subrayar las muchas coincidencias electorales entre los dos partidos españoles que están destinados a gobernar dependiendo de los ánimos de la ciudadanía. Una convergencia que, en mi opinión, responde más al pragmatismo y al sometimiento electoral que a los principios ideológicos.

En ambos programas se tratan con sospechosa exquisitez algunas de las preocupaciones que más calan en las calles españolas, como es la precariedad laboral arropada por los contratos-basura y los salarios raquíticos que afectan a un importante sector de la población. Tampoco se acomete en profundidad la especulación inmobiliaria, que convierte el acceso a la vivienda en un auténtico vía crucis, con hipotecas juveniles que se prolongan casi hasta la vejez y que restringen la existencia cotidiana de quienes las firman.

Menos aún se adoctrina sobre el derecho inalienable a una sanidad pública que lentamente se privatiza, sobre todo en las comunidades autónomas gobernadas por el PP. Y, desde luego, se echa en falta una alternativa mucho más sonora en el rubro educacional, siendo como es España uno de los países europeos más atrasados en esta materia que ninguno de los partidos mayoritarios ha podido solventar, aunque hayan exhibido más de una fórmula mágica para ponerle remedio.

Problemas de competitividad y falta de I+D
Además de estos desafíos que, como mucho, se abordan de forma tangencial sobre el papel, ni el PSOE ni el PP encaran en sus programas las transformaciones económicas que el país requiere con urgencia. A pesar del crecimiento macroeconómico sostenido, cerca del 4 por ciento anual que no se refleja debidamente en los bolsillos de la mayoría, España sigue teniendo importantes carencias productivas, competitivas y exportadoras. La inversión en I+D (1 por ciento) es muy inferior a la de los países del entorno europeo (3 por ciento), y las fabulosas inversiones en el exterior lo son mayormente de capital (financiero) y no de tecnología, lo que expresa una vulnerabilidad manifiesta.

“Alguien ha dicho con agudeza que somos un país rico de familias pobres, señala con tino el economista Martín Seco”

Resulta sorprendente que se ignoren otros puntos débiles de nuestra economía que nos colocan en una situación más delicada que la de la mayoría de los países: la escasa productividad, la diferencia de inflación con la eurozona, el exiguo nivel de nuestras exportaciones y, principalmente, el fuerte endeudamiento de las familias que compensa con creces el equilibrio presupuestario, tal como muestra nuestro déficit exterior, el más alto en términos relativos de toda la OCDE. Alguien ha dicho con agudeza que somos un país rico de familias pobres, señala con tino el economista Martín Seco.

Sin solución al problema de ETA
El problema del terrorismo tampoco se plantea a nivel programático en toda su complejidad. PSOE y PP realizan una lectura monocolor del asunto y defienden como única alternativa la batalla policial y judicial contra ETA, ninguneando el conflicto político existente en el País Vasco y menospreciando los cientos de miles de votos nacionalistas, moderados y radicales, que apoyan localmente una solución negociada para la violencia.

Conscientes de la crispación que genera el contencioso vasco en el resto de España y con las urnas en ciernes, ninguno quiere arriesgar más de la cuenta. Los dos grandes partidos apuestan por la intransigencia para no despertar suspicacias entre sus electores, a pesar de que tanto los socialistas como los populares entablaron en su momento negociaciones con ETA, previa sedación de la misma opinión pública que ahora utilizan como coartada para rechazar el diálogo.

El apoyo de la UE llega a su fin
Preocupante también a unas semanas de las elecciones generales el optimismo tenaz de Rodríguez Zapatero cuando enfatiza que España ha superado a Italia en distribución del PIB y profetiza que también rebasará a Francia en el medio plazo, omitiendo alevosamente que esos dos países contribuyen desde hace años a engordar las arcas de la Unión Europea (UE), mientras que España ha estado recibiendo subvenciones de esas mismas arcas para su prodigiosa andadura. No es de extrañar pues que los alardes de Madrid sobre tan envidiable crecimiento económico hayan generado más de un comentario sarcástico en países comunitarios que, como Alemania o Reino Unido, han colaborado con sus aportes monetarios a la consumación del milagro ibérico. Incluso el superávit público del que presume el ejecutivo socialista necesita ser relativizado, si reparamos en que este excedente es consecuencia de la inhibición del Estado más que de una oportuna y generosa gestión de los recursos.

“La autocomplacencia de la que hacen gala el PSOE y el PP cuando recrean a su medida el escenario nacional y magnifican la acción exterior española, están impidiendo el más que necesario rendimiento de cuentas”.

Sólo procedería reivindicar ese balance positivo si la cobertura social, en todos los ámbitos, estuviera plenamente garantizada. Y ese no es el caso de España donde, sin recurrir a la hemeroteca, las pensiones y jubilaciones de una población cada vez más envejecida se encuentran muy por debajo del promedio de la Europa vanguardista.

Los partidos, sin rendición de cuentas
También coinciden el PSOE y el PP a la hora de elevar a España a los altares internacionales, a pesar de que no pertenece al club mundial de los elegidos (G-8), ni se la convoca habitualmente para participar en los cónclaves europeos de relieve que se montan fuera del calendario oficial, como la reciente minicumbre de Londres, auspiciada por el primer ministro británico Gordon Brown y en la que sí figuraron las grandes potencias comunitarias.

La autocomplacencia de la que hacen gala el PSOE y el PP cuando recrean a su medida el escenario nacional y magnifican la acción exterior española, junto a una insalubre búsqueda del centro político, están impidiendo el más que necesario rendimiento de cuentas por parte de los dos partidos con posibilidades de gobernar e influyen malamente en la confección de los respectivos programas electorales.

N. de la R.
Luís Méndez Asensio es profesor de postgrado en la facultad de periodismo de la Universidad Complutense de Madrid y forma parte de la junta directiva del Instituto de Periodismo Preventivo y Análisis Internacional (IPPAI). Es comentarista de política internacional en Radio Exterior de España y otros medios escritos. Entre otros libros, ha publicado «La guerra contra el tiempo» (Planeta-Espasa Calpe), «Panamá: memorias de un intruso» (Claves latinoamericanas), «Entre honorables» (Universidad de Guadalajara) y «Contadora» (Plaza y Valdés).
Este artículo se publica gracias a la gentileza del autor y de Safe Democracy.