España
Víctor del Esla (14/2/2008)
José Manuel Lara Bosch, una vez desaparecido Polanco, parece hacerse más visible como planeta -que es lo suyo- en el espacio sideral de los medios de comunicación de masas hispanos. Barbado, corpulento con sobrepeso que requiere asiento porque las rodillas no le soportan mucho en bipedestación, habla en público con desparpajo y cae bien a sus oyentes.

Si pretendemos buscarle algunas vueltas, surge con facilidad lo que podemos denominar el tema de Lara. Tiene poco que ver con el famoso motivo musical de Maurice Jarre, recurrente en la banda sonora de la película de David Lean, “Doctor Zhivago”, que acertó a vivificar la novela de Boris Pasternak. Julie Christie, en el papel de Lara, justificaba sobradamente la inspiración del compositor. El Lara negociante representa otro tipo de tema, más prosaico pero enjundioso, con la sonoridad del tintineo de los euros en cascada. Con amplitud de multinacional, lengua española y bolsa catalana.

El tema de Lara -el editor– que llama la atención actualmente, es la apuesta múltiple a paños tan diferentes como “La Razón”, “Avui” y Antena 3TV. Un envite embarullado, algo esquizofrénico incluso, que dejó fuera de juego a Luís María Ansón, disconforme con la ambivalencia españolista/catalano-soberanista.

La astucia del padre
Tal vez Lara Bosch haya heredado la astucia de su progenitor, el que fundara de la nada la Editorial Planeta, con otras empresas satélites. Lara padre contaba que, de recién llegado a Barcelona, al acabar la Guerra Civil, había logrado sobrevivir con el manejo de las páginas de anuncios por palabras de “La Vanguardia Española”, casando ofertas y demandas y obteniendo unas ganancias por su intermediación. Así, el antiguo “boy” de Celia Gámez irrumpía, derrochando ingenio, en el mundo de los negocios. Luego, vender enciclopedias o “Los cipreses creen en Dios”, de Gironella, sería coser y cantar, comparado con el encaje de bolillos, al teléfono, sobre la publicidad en las páginas del matutino de Godó.

En la Prensa, sin embargo, el viejo Lara hizo algunos intentos como editor, que no prosperaron. La actual etapa mediática de la firma Lara procede de hace siete años y ya ha extendido sus dominios hasta más allá del Atlántico, con “El Tiempo”, de Bogotá.

De todos modos la antinomia entre los medios de Lara Bosch está aquí, en la piel de toro. Y bien merece detenerse para un breve análisis.

El magisterio de March
El caso Lara Bosch, aunque poco habitual, no es nuevo. En España tiene un precedente en la figura, compleja y de superior calibre económico, de Juan March. Este poseyó tres diarios: “El Día”, de Mallorca; y, en Madrid, con difusión nacional, “Informaciones” y “La Libertad”.

El “Informaciones” de entonces, con el mote de “La jaca del contrabandista”, era monárquico y de derechas, mientras que “La Libertad” fue republicano y de izquierdas.

Gracias a ese polinomio, el camaleónico financiero intentaba blindarse a un lado y a otro. Por si fuera poco, prestaba alguna ayuda monetaria a “La Correspondencia Militar” y, por personas interpuestas, se ganaba la benevolencia del rotativo filo-anarquista “La Tierra”.

Ante esa diversificación, Lara Bosh no pasa de ser una doctrino. A quién cita él es a Roy Thomson, el canadiense, de humilde cuna que llegó a convertirse en magnate de la Prensa internacional, con “The Times” como joya de su corona periodística y ennoblecido como Lord. Entrevistado en la BBC, cuando le preguntaron cómo podía armonizar una postura sobre la segregación racial en periódicos del sur de EE.UU. y de Nigeria, respondía que los directores respectivos tenían totalmente a su cargo la política editorial. Con una explicación al canto: “Cómo podría yo -o sea Roy Thomson- opinar de una manera inteligente desde aquí. Incluso en una cuestión como la de la segregación -no creo en la segregación y no creo que la mayoría de la gente decente lo haga- pero, al mismo tiempo, si usted está viviendo en los Estados del Sur y todos los miembros de la comunidad creen en la segregación ¿cómo puedo estar seguro de que, en ese área y en ese momento, no es la respuesta adecuada?”. Un relativismo evasivo a tope. Una cosa, si da dinero aquí, y la contraria, si resulta rentable allá.

Para la inspiración, Thomson.
En Lord Thomson parece encontrar inspiración Lara Bosch. “Yo, sí tengo ideología –proclama- pero la empresa, no”. Asegura que no se identifica con los editoriales ni de “La Razón” ni de “Avui”; pero que debe ser fiel a los lectores. Él dice estar a mitad de camino entre unos y otros. O sea que no hay forma de averiguar si va o viene. Como lo que se cuenta de la escalera y Pío Cabanillas, que afirmaba no saber “si soy de los nuestros”.

¿Acaso existe un camino y un término medio entre la línea de “La Razón” y la de “Avui”? Desde luego resulta difícil encontrar esas incógnitas localizaciones. La dificultad aún sube de punto al tener que articular tales entelequias con la telebasura, ejemplificada en Antena 3 por “El Diario de Patricia”.

Para colmo, como meros negocios, ni siquiera son ejemplo de rentabilidad económica; desde luego “Avui”, sin las subvenciones catalanas, resultaría una empresa ruinosa; en Cataluña la masa lectora demanda en los kioscos periódicos en español.

“Operadores”, que no cirujanos.En Antena 3, Lara Bosch es el “operador”, como se denomina, en la jerga al uso, a los concesionarios de los canales televisivos. Lo cierto es que esos “operadores” no cortan por lo sano para prescindir de contenidos sin un mínimo de dignidad.

Resumiendo, la promiscuidad mediática que practica Lara Bosch representa una contradicción flagrante. En esas condiciones la credibilidad de los medios en liza tiende a cero. ¿Las audiencias lo descubren? Ese es otro cantar.

“El tema de Lara” fue una bella melodía triste para un drama humano dentro de una tragedia histórica. El tema de Lara Bosch es de esperar que se resuelva echando lastre fuera.

Sin alguna operación quirúrgica en su cadena televisiva y sin cortar amarras con “Avui”, el juego escénico resulta burdo. No podrá engatusar a todos, todo el tiempo.

N. de la R.
Este ensayo se publica gracias a la gentileza del autor y de “Cuadernos de Encuentro” (nº 91. Invierno 2007-2008).