espacioseuropeos.com (16/3/2008) Las protestas del pueblo tibetano contra la ocupación china se extienden. De acuerdo con fuentes tibetanas, el número de muertos á causa de los disturbios se cifra alrededor de 80, dato que coincide con el de la emisora estadounidense Radio Free Asia. Por su parte, China sólo reconoce la existencia de diez fallecidos. Por otro lado, la organización internacional Campaign for Tibet ha hecho público que «oleadas de soldados  chinos ocuparon otros res grandes monasterios y los cerraron al turismo de forma provisional».

A consecuencia de los conflictos, dos monjes tibetanos se encuentran en «estado crítico» tras  cortarse las venas como protesta por la ocupación del Ejército chino. El suceso tuvo lugar en Lhasa. A su vez, varios monjes de otro monasterio comenzaron una huelga de hambre.

La protesta se ha extendido en pocos días al resto de las ciudades tibetanas, donde se pueden ver carros de combate y otros vehículos militares chinos patrullando por las calles. Centenares de soldados han ocupado varios monasterios, cerrándolos al turismo.

Las protestas, las más graves en los últimos veinte años, se deben a la situación de marginación y opresión en la que vive la comunidad tibetana.  Los graves disturbios de estos días han dejado un panorama desolador al que se suma un gran número de detenidos y deportados, que las autoridades chinas no admiten. Las comunicaciones permanecen cortadas y existe de hecho un toque de queda muy severo. No existen  imágenes suministradas por agencias de noticias acerca de lo que está sucediendo; no obstante, algunos turistas han conseguido fotografías y videos que están dando la vuelta al mundo. 

Los primeros desórdenes comenzaron cuando un numeroso grupo de monjes se manifestaron para conmemorar el 49 aniversario de la rebelión contra el dominio de China que sofocó el levantamiento con el exilio de 100.000 tibetanos, entre ellos su líder espiritual, el Dalai Lama.

Las autoridades chinas han calificado los sucesos como «sabotaje separatista», acusando al Dalai Lama y a «su camarilla» de ser los instigadores de la actual revuelta.

A menos de cinco meses del comienzo de los Juegos Olímpicos de Pekín, China se ve inmersa en una campaña de desprestigio a la que se une el escaso respeto que muestra su gobierno por los Derechos Humanos. Por otro lado, tampoco ofrece una seguridad y estabilidad en lo que se refiere a la propia organización de los Juegos, ya que, por ejemplo, Japón mantendrá a sus delegaciones fuera de China, mientras EE. UU., se aprovisionara de sus propios productos de alimentación. Escasa seguridad ofrecen, asimismo, algunas de las infraestructuras, llevadas a cabo con precipitación y sin los controles preceptivos.

Hoy mismo, desde  Dharamsala (India), el Dalai Lama ha exigido una investigación sobre lo que calificó como genocidio cultural en el Tíbet, afirmando que las autoridades chinas estaban utilizando la fuerza para lograr la paz. Según el Dalai Lama la comunidad internacional tiene la «responsabilidad moral» de recordarle a China que sea un buen anfitrión durante los Juegos Olímpicos, aunque, inexplicablemente, desde nuestro punto de vista, no pidió boicotear los Juegos Olímpicos.

Hay que recordar que las tensiones entre el Tíbet y China se remontan al año1951, fecha en la que las tropas chinas ocuparon Tíbet. Más tarde, en  1989 Pekín impuso por la fuerza la ley marcial en Lhasa tras las masivas manifestaciones de tibetanos que exigian la independencia.

La hipocresía del mundo occidental contribuirá a acallar estas protestas, pues no hay que olvidar que China es un gran mercado a la vez que un ingente emporio de mano de obra barata.