Mi Columna
Eugenio Pordomingo (14/5/2008)eugenio-pordomingo
Por casualidad, como suele acontecer en estos casos,  me encontré con una noticia que me ha llamado la atención. En una de las «alertas» de Google, recibo una noticia titulada:  «La organización no gubernamental Acción Ecológica elevó ayer una protesta a raíz de la escala que hizo este miércoles en Gibraltar el submarino estadounidense «USS Florida» dotado con armamento nuclear».

Según la noticia, ese grupo ecologista afirma que «Es un reto lanzado a todos los habitantes de las regiones españolas vecinas de Gibraltar y a toda la opinión pública, que desde 2000 está exigiendo prohibir a buques de ese tipo hacer escala en la colonia inglesa por la amenaza que representan para España».

Al parecer, el submarino aludido porta en sus entrañas «torpedos nucleares MK-48 y misiles de crucero «Tomahawk» siendo ello una amenaza para España, para sus habitantes y para su ecología».

No tengo duda alguna del peligro que suponen esos artefactos bélicos; pero no sólo para los españoles. La verdadera amenaza pende sobre la testa de los posibles receptores de tamaña destrucción.

En principio, estoy totalmente de acuerdo con el contenido de la nota de protesta; pero -siempre hay un pero-, noto en falta -también casi siempre- que las críticas son más aceradas cuando la carga va contra el contrincante ideológico, casi nunca se dirige hacia los más cercanos. Ese quehacer, por desgracia, lo suelen practicar los de «derechas», los de «izquierdas» y los otros.

He visto escasas noticias que recojan censuras y denuncias sobre la actividad «armamentística» del actual Gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero, como antes aconteció con el de Felipe González. Y es en este terreno donde el socialismo de Ferraz gana siempre a la derecha de Génova 13. Los «genoveses» nunca van a vituperar a los socialistas por mandar tropas a las zonas en conflicto -en «misiones de paz» se dice ahora-, ni tampoco lo hacen por vender armamento a Mohamed VI, ni por ser una potencia en el diseño y producción de «bombas de racimo»; ni por ser los primeros en el mercado de venta de munición a África, por delante de Francia y Estados Unidos. ¿Se imagina alguien a Mariano Rajoy, Alberto Ruiz-Gallardón, Soraya Saenz de Santamaría o Gustavo de Arístegui, criticando al PSOE por enviar tropas a El Líbano o por comprar misiles a Estados Unidos o Israel?

No; nunca criticarán eso, porque ellos, los «genoveses», son la otra parte del cerebro del mismo cuerpo que piensa y actúa casi de forma similar. Aunque, si nos atenemos a los hechos, el PSOE en esta materia es más decidido, más lanzado.

Como digo, los sectores anti Partido Popular, no suelen criticar al PSOE por esas veleidades guerreras, por «no beneficiar a la derecha». Es lo que muchos llamamos el «buen rollito».  En su fuero interno, están en desacuerdo con ese quehacer belicista de los socialistas, pero se abstienen. Se «tapan la nariz» como dijo el escritor italiano Indro Montanelli cuando votaba a la democraciacristiana.

Yo, en esta cuestión, me estoy refiriendo a los que no viven de la subvención, del cargo público o están abducidos por la militancia ideológica o el papanatismo sectario.

Hace un año, editamos aquí varias noticias relacionadas con este asunto, el de las armas de destrucción masiva. En el mes de mayo, publicamos «España compra a Estados Unidos 24 misiles «Tomahawk» por valor de 72 millones de dólares«, destinados a la Armada». Los «Tomahawk», son unos misiles de largo alcance que iban -quizás ya lo estén- a ser instalados en las fragatas del tipo «Álvaro de Bazán» -buques de guerra dotados del sistema estadounidense AEGIS, que permite detectar blancos aéreos en un radio de 600 kilómetros-; y también en los submarinos de la clase S-80, actualmente en proceso de construcción.

Los «Tomahawk» tienen un alcance efectivo de unos 1.600 kilómetros y una velocidad de 800 kilómetros por hora, además, pueden ser reprogramados vía enlace por satélite, eligiendo entre quince objetivos previamente definidos, e incluso puede ser dirigido a otro blanco no prefijado transmitiéndole las coordenadas GPS, según datos que aporta el fabricante para la captura de clientes.

Las gestiones para la adquisición de estas mortíferas armas comenzaron, como comentamos entonces, siendo José Bono ministro de Defensa, ahora premiado con el cargo de Presidente del Congreso. La compra nos salió por la módica cantidad de 72 millones de dólares, aparte gastos de instalación y acondicionamiento. Nos imaginamos que las consabidas comisiones se incluían en la factura.

José Antonio Alonso, ministro de Defensa del Reino de España, declaró a RNE que este armamento táctico es «tecnológicamente» muy importante para que la Armada Española «pueda desarrollar sus funciones. Más allá de ello, lo que es importante, no sólo es el armamento, la infraestructura o el tipo de material, sino también el destino de ese material, el tipo de misiones que se hacen». Para añadir que las misiones realizadas por nuestras Fuerzas Armadas son «misiones de paz, que tienen un objetivo noble y que son absolutamente defendibles y revindicables (sic)».

Si el objetivo es noble, ¿para que gastarse tanto dinero en comprar esas armas infernales?

Y esto, queridos amigos ecologistas, es lo que también hay que criticar, condenar, publicitar y denunciar a los cuatro vientos.