Oscar Riaño (30/5/2008)
En el drama humano que, en los últimos años, viven el expresidente Adolfo Suárez y su familia, por la pérdida de memoria de aquel, no falta la anécdota que templa la penosa situación.
Del entorno de Suárez surge el testimonio de que sólo reconoce y establece cierta comunicación con su jardinero. Pero, al tiempo, debe de conservar alguna derivación del poder ejercido en el pasado; así pues, ha manifestado su intención de nombrar a dicho empleado, secretario de Estado.
No recuerda, en cambio, el requisito del B.O.E.
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