Sin Acritud…
Aristarco (17/5/2008)
Está muy extendido el sentido reverencial hacia quienes ostentan el poder. Para potenciarlo aún más entra en juego la parafernalia del protocolo, los palacios, las guardias pretorianas y demás signos externos del mando; sin embargo, en el interior de ese aparatoso decorado, habitan seres humanos cuya auténtica valía solamente se les supone. Una presunción de las que admiten prueba en contrario.

La célebre periodista italiana Oriana Fallaci, después de haber entrevistado, mediante diálogos amplios, a un elenco de tenores de la política –Henry Kissinger, Hussein de Jordania, Indira Gandhi, Giulio Andreotti, Haile Selassie, Mario Soares….- estaba en condiciones de tener satisfecha su curiosidad por saber en qué se diferencian de nosotros aquellas figuras de la política a las que interrogó. Su conclusión aparece resumida así: «quién determina nuestro destino no es realmente mejor  que nosotros, no es más inteligente, ni más fuerte ni más iluminado que nosotros. En todo caso es más emprendedor, más ambicioso».

¡Qué pena que la Fallaci, ya desaparecida, nunca podrá entrevistar a Zapatero! Tendremos que conformarnos con las entrevistas-rio de Pedro Jota Ramírez; éstas sí que han aportado algo para confirmar la mendacidad del leonés de Valladolid; pero poco más para aclararnos el número que calza como personaje político. Aquí el periodista logroñés procura bandearse entre Pinto y Valdemoro.

Ahora, tras ganar sus segundas elecciones  generales, Zapatero aparece para muchos como un gobernante de auténtica talla. Algo así como el Coloso de Rodas de la gobernación; aquella estatua imponente, entre cuyas piernas abiertas iban y venían los barcos con el velamen desplegado. O sea, que se pasaba las naves por la entrepierna.

Pues bien, las elecciones dan el poder y ya es mucho. Otra cosa sería alcanzar la aspiración de los alquimistas: la transmutación de metales baratos en oro. Ni Jesús Gil, ni Berlusconi, ni Zapatero, como tantos otros,  han dispuesto de la escurridiza piedra filosofal. Su plomo no da para más.

¿Cómo entender, entonces, a Zapatero? Veamos a quién se parece, a quién nos puede recordar, con quién lo podemos comparar.

En un rápido repaso, de memoria, a la iconografía histórica de su estirpe política, poco se asemeja a Pablo Iglesias, a Julián Besteiro o a Indalecio Prieto, personajes con claroscuros; pero a los que se puede tomar más en serio. ZP pertenece a la era de la TV en color. Podría ser un doble de Mr.Bean, la serie de humor que nos llegó del Reino Unido, con Rowan Atkinson como actor protagonista. Mr. Bean, capaz de llenar la pantalla, viene a ser un ciudadano con algo de «repelente niño Vicente» y mucho de lógica excéntrica. Mr.Frijól, que es la traducción de Mr. Bean, sería, en definitiva, un «tonto-el-haba». Es lo que da de sí su ingenuidad extremada hasta el angelismo (que ahora se ha cambiado, a la baja, por el buenismo).

Uno recuerda, ineludiblemente, con ZP, a Mr. Chance. Era la creación genial del polaco Jerzy Kosinski, en su novelita «Desde el jardín». A Buñuel, el libro le impresionó; pero el que dirigió la versión cinematográfica fue Hal Ashby, con Peter Sellers como protagonista, acompañado en otros roles principales por Shirley MacLaine y Melvyn Douglas. La película, titulada «Bienvenido, Mr. Chance», tenía como guionista al propio Kosinski, padre de la criatura.

Ni la traducción editorial española, ni el cine, respetaron el título original, que era tan anodino como «Estar allí». Muy  apropiado, en todo caso, para rotular la metáfora de un jardinero analfabeto, mimetizado con la TV, cuyo lenguaje inconcreto, en relación con valores entendidos por otros, le aboca a las más altas responsabilidades políticas. Menos mal que la historieta acaba antes de que tal ascensión ocurra. No como en otros casos.

El bosquejo de nuestro apátrida Zapatero no quedaría completo sin traer a colación una aportación de la cultura francesa, lengua que ZP maltrató en su inolvidable intervención ante los parlamentarios galos, en París. Me refiero a «La cena de los idiotas».

El inefable monsieur Pignon, capaz de desbaratar, fatalmente, cualquier situación, constituye otra piedra de toque, que tampoco es la filosofal. Monsieur Pignon, en algún momento, parece haber solucionado un problema difícil; pero, al final, como un torpe cuadrúpedo, lo que arregla con las patas «de delante» lo estropea con las de atrás.

El estrafalario ZP todo lo descabala. Hay socialistas que no le votan; pero, en cambio, le votan bastantes separatistas. Al final, si se queda sin nación ¿dónde piensa terminar? ¿De exiliado político en Mondragón?

 Lo peor no es todo eso. Lo peor es que Rajoy le plagia y Juan Carlos I, le elogia. ¡Vaya tres patas «pa» un banco!.