Arshin Adib-Moghaddam  (9/9/2008)
CUANDO IRÁN lanzó las pruebas de misiles Shahab hace unas pocas semanas, muchos analistas interpretaron el hecho como otro indicador del intransigente desafío de Irán a la comunidad internacional.

Sí, es cierto que Irán ha construido un autosuficiente complejo militar-industrial, que está produciendo en masa tanques, cazas a reacción y misiles de largo alcance, y que también ha establecido un programa espacial que con éxito lazó a la órbita el primer satélite de construcción iraní, Kavoshgar o Explorer, a principios de 2008.

Pero, según todos los estándares actuales, ninguno de esos programas plantea una amenaza real a Israel y/o Estados Unidos, pese a que ciertos comentadores histéricos en tales países puedan retratarla.

LOS HECHOS
Aquí van algunos hechos del otro lado. De acuerdo con los datos recopilados por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) en Londres, el gasto militar per cápita de Israel es de 1565 dólares, casi 200 veces más que el de Irán, que alcanza los 81 dólares. «En términos de armamento, Estados Unidos e Israel están entre los más países más militarizados del mundo». En general, Israel gasta el doble que Irán es su sector militar, alcanzando los 9,8 billones de dólares en 2005. Además, el presupuesto militar del Pentágono para 2007 fue de 456 mil millones de dólares. De hecho, el gasto de 2008 sólo en la guerra de Irak, que alcanza los 141,7 mil millones de dólares, es más de 30 veces mayor que el presupuesto militar total de Irán. Casualmente, es también mayor que el gasto conjunto en defensa de China y Rusia. Observe el lector las aproximadamente 200 armas nucleares que Israel tiene en su poder, y sobre todo, las miles de bombas nucleares que Estados Unidos posee, y podrá hacerse una idea de la amenaza militar que supone Irán para estos países.

En términos de armamento convencional y no convencional y de la implicación directa en conflictos, Israel y Estados Unidos están entre los países más militarizados del mundo.

Y aún así, los políticos israelíes amenazan con atacar a Irán casi diariamente, anuncian extensamente sus juegos bélicos focalizados en Irán, y la prensa del país ha adoptado una obsesión casi histérica con la auto-inventada amenaza iraní.

«AIPAC no es representativa de la comunidad judía estadounidense ni siquiera de la mayoría de los israelíes».

Y en cuanto a Estados Unidos, el senador John McCain bromeó sobre bombardear Irán en una aparición durante su campaña en abril de 2007, y recientemente expresó su gratitud a los iraníes por continuar fumando cigarrillos americanos porque pueden matarlos. Incluso el comentario de la senadora Hillary Clinton, que ella eliminaría a Irán en su totalidad (por ejemplo, como una nación), y las declaraciones de Barack Obama en AIPAC, en las que recalcó dos veces que haría todo lo que estuviera en su mano para evitar que Irán consiguiera un arma nuclear, no dejan de llamar la atención.

Lo que en realidad debería sorprender a cualquiera son las actividades de los halcones en Estados Unidos e Israel que han tomado las decisiones en el desastre en Irak y continúan complaciéndose en sus posiciones, a pesar de su complicidad en la fabricación y diseminación de las mentiras que rodean a la invasión del país en 2003. Hay individuos como Con Coughlin del Daily Telegraph, en Reino Unido, que es un narrador de cuentos excepcionalmente talentoso. A partir de la invasión de Irak popularizó de buena gana la mentira de que Saddam Hussein podía lanzar un ataque de armas de destrucción masiva (ADM) 45 minutos antes de un ataque sobre el país.

También elaboró una historia vinculando a Mohamed Ata, uno de los terroristas del 11-S, con los servicios de inteligencia de Saddam Hussein. Sendos mitos han sido revelados como tales por sucesivos informes de inteligencia americanos y británicos, y aún así Couglin continúa alegremente tecleando fuera, vinculando a Irán con toda suerte de cosas, incluyendo Al Qaeda, por supuesto. «Las encuestas confirman que la mayoría de la comunidad judía y de los israelíes favorece el diálogo frente al conflicto». Por desgracia, los funcionarios de guerra continúan engañando, mintiendo y burlándose de nosotros.

Y luego existen más promotores de guerra híbridos, como algunos miembros del lobby israelí en Washington, AIPAC. He escrito repetidamente sobre la complicidad de AIPAC con la guerra de Irak y su rol en la confrontación con Irán. El lobby israelí, que presiona sobre la política exterior de Estados Unidos hacia posturas pro-sionistas, ha sido criticado por muchos eruditos, desde Stephen Walt y John J. Mearsheimer de la Universidad de Harvard, hasta nuevos historiadores de Israel como Ilan Pappe. Todos ellos han indicado correctamente el hecho de que AIPAC no es representativa de la comunidad judía estadounidense ni siquiera de la mayoría de los israelíes. En ambos países, gran parte de las encuestas confirman que la mayoría favorece el diálogo frente al conflicto. Y aún así, AIPAC continúa extendiendo su virulento mensaje anti-iraní, anti-árabe y anti-musulmán, y muy probablemente surja un contra-movimiento por la paz que pueda equilibrarlo.

EL PLAN AMERICANO FRACASA
Pero no quiero ir tras otro análisis de cómo estos individuos e instituciones intentan condicionarnos para emprender la siguiente guerra que se encuentra dentro de sus intereses y en detrimento de los nuestros. «Los Estados árabes son conscientes de que cualquier asociación abierta con Estados Unidos y con Israel amenaza su legitimidad». Lo que es más importante es que tras el desastre de Irak, han fracasado. Podrían patrocinar una resolución anti-iraní aquí y allí, pero la magnífica estrategia para reprogramar las políticas exteriores de Teherán está condenada al fracaso. Pese a que antiguos aliados de Estados Unidos en la región, como Arabia Saudí, Jordania y Egipto han advertido repetidamente a la Administración Bush que es improbable que Irán comprometa sus preferencias estratégicas, incluso si atacara. En efecto, el esfuerzo americano por presentar a Irán como la mayor amenaza en la región ha fracasado.

Estos Estados son conscientes de que cualquier asociación abierta con Estados Unidos, y con Israel, amenaza su legitimidad. Tras la devastación de Irak (especialmente con el escándalo de Abu Ghraib), el implacable bombardeo de Líbano por parte de Israel en la guerra de 2006 y el maltrato continuado de las sociedades palestina, árabe y musulmana, son comprensiblemente sensibles ante los diseños de Estados Unidos e Israel para la región. Los días en que sus gobiernos podían moldear sus opiniones y someter sus acciones hace tiempo han quedado atrás. La televisión satélite e Internet han dado la opción a jordanos, egipcios, saudíes, kuwaitíes, etc., para expresarse por sí mismos. Han entrado en una relación dialéctica con el Estado, que está obligado a atender a sus demandas.

La emergente constelación en la cual la sociedad está rechazando el monopolio decadente de Estados autoritarios así como la perspectiva de la violencia de grupos simpatizantes de Al Qaeda explican por qué países como Qatar y Arabia Saudí están implementando una diplomacia activa a nivel regional e internacional. Ambos países se han mostrado muy activos desactivando el punto muerto en Líbano, donde la Administración Bush fracasó abiertamente en la marginación de Hezbolá en el escenario político. Por otra parte, las acciones de Turquía como interlocutor entre Israel y Siria en sus negociaciones en relación a los Altos del Golán, y Egipto ha intentado desactivar la situación en la Franja de Gaza hablando tanto con Hamás como con Israel, que ha sucedido a un inestable cese el fuego entre ambos. Además, Irán continúa presente en el diálogo en torno a la seguridad próximo tanto al gobierno de Maliki en Irak como a la Administración de Hamid Karzai en Kabul.

En realidad, es la habilidad y la buena voluntad de Irán por contribuir a estabilizar estos países, y la intransigente realpolitik perseguida a tal fin, lo que obligó a la Administración Bush a buscar un nivel superior en las conversaciones en torno a la seguridad con la República Islámica. Aún hay que ver si el próximo presidente en la Casa Blanca apreciará estas cambiantes realidades en la región, o continuará resoplando y resoplando como una diva exhausta forzada a compartir la nueva etapa (de la política mundial) con otros.

N. de la R.
Arshin Adib-Moghaddam, de origen iraní, es profesor de política en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) de la Universidad de Londres. Fue previamente profesor las Universidades de Oxford y Cambridge. Es autor de «La política internacional en el Golfo Pérsico: una Genealogía Cultural» (Routledge, 2006) y de «Irán en la política mundial: la cuestión de la República Islámica» (Hurst & Co., 2007). Estudió en las Universidades de Hamburgo y Cambridge.

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