M. P. (8/9/2008)
El Sistema te mete por los ojos que trabajes, que te crees un porvenir; que ahorres; que te compres un piso, aunque sea muy modesto. Pues bien, he cotizado al Estado durante algo más 45 años. Soy octogenario avanzado y cumplidor con el Sistema.

Por razones obvias, como es la edad, la necesidad de asistencia, seguridad, etc., etc., he acudido al Sistema. En este caso a la Comunidad de Madrid. En concreto, a la Consejería de Familia y Asuntos Sociales (Subdirección General de Coordinación y Regulación de la Demanda), con la sana intención de que a mi y a mi esposa nos fueran concedidas dos plazas (una habitación) en cualquiera de las muchas plazas que, según afirman los políticos, se construyen anualmente.

Tras rellenar y adjuntar mil y una fotocopia de documentos de todo tipo, me contestan en un documento, «Notificación al interesado de la modificación de la puntuación asignada», que no reúno las condiciones exigidas.

Con desazón, decepción y no se cuantas cosas más, me encuentro con la desagradable sorpresa de que sobrepaso poco más del 50 por ciento de los puntos que exige la Comunidad de Madrid.

Ni he sido ni soy empresario, ni tengo acciones, ni fondos de pensiones en «paraísos fiscales». Tengo una modesta casa de dos habitaciones y unos pequeños ahorros. Todo de acuerdo a las reglas que marca el Sistema. Y ahora resulta que no tengo derecho a participar de sus exiguos beneficios.

¡Que tonto he sido! Si no hubiese ahorrado tendría más puntos; si no hubiese cotizado tantos años, ahora resulta que hubiera alcanzado los cien o los puntos que el «baremo» otorga.

Me dice en esa «notificación» la Subdirectora General que si quiero puedo recurrir… ¿A dónde? Ni estoy afiliado a sindicato alguno ni a partido político, ni tengo ONG que me defienda, pues soy español.

Ahora, en el ocaso de mi vida me doy cuenta de que me he caído de un guindo; que he caído en el «tocomocho», en el timo de la «Estampita».

Lógicamente, se me fue la Esperanza…

¡Viva el Sistema!

M. P. 
Collado Villalba (Madrid)