espacioseuropeos.com (23/11/2008)
Más de 3.000 personas defienden en Barcelona la libertad de expresión y reclaman la supresión del Consell de l’Audiovisual de Catalunya (CAC). La manifestación que tuvo lugar ayer sábado, a las doce de la mañana, frente a la sede del CAC en Barcelona, fue en respuesta a la convocatoria de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía, para protestar por la adjudicación de licencias de radio en Cataluña.

Jordi Cañas, portavoz de Ciudadanos, fue el encargado de leer un manifiesto que denunciaba la limpieza mediática y la «presión de política que desde la Generalitat se consuma en el propio CAC, y ha recordado que un consejero del CAC cobra 130.000 euros anuales«.

En su intervención, Albert Rivera, ha recordado al PSC y sus socios de gobierno, que «los catalanes no somos súbditos, sino ciudadanos, y ha reclamado el derecho de cualquier catalán a escuchar cualquier radio, independientemente de su ideología».

El Manifiesto critica al nacionalismo catalán y a sus «cómplices interesados», que sólo tienen «un objetivo: la construcción nacional. Y la construcción nacional encierra, ante todo, una estrategia de control social». Para ello utiliza «todos lo resortes que el poder les proporciona, y crea instrumentos que tienen como fin legitimar sus decisiones». Uno de estos instrumentos es -de acuerdo con el contenido del manifiesto- «el Consejo del Audiovisual de Cataluña (CAC). Un organismo que tiene como función el control de los medios de comunicación en Cataluña». Este control se ejecuta desde sus amplísimas atribuciones, denunció Rivera.

«Atribuciones censoras que organizaciones internacionales de periodistas no han dudado de calificar como propias de regímenes totalitarios, sin parangón en las democracias europeas», continuó.

Para Ciudadanos, el CAC es un órgano censor: «Es un órgano censor que ejecuta la censura más peligrosa mediante un mecanismo especialmente amoral: la censura prescriptiva.  Esta censura es especialmente nociva para la democracia, ya que señala unos límites no escritos, unos códigos invisibles pero claros y contundentes. Una censura que busca que sean los propios medios los que apliquen estos límites de una forma voluntaria: imprimiendo a la sociedad la más inmoral de las censura: la autocensura».

 

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