Oscar Riaño (7/12/2008)
Cuando se informa de la fuerte caída de las ventas de automóviles en España, como un elemento más del desplome del consumo, se olvida toda una serie de factores concurrentes que afectan a la clientela del motor.

En poco tiempo se ha vivido un abultado encarecimiento de los combustibles, aunque últimamente remita; la carestía de repuestos, mantenimiento, reparaciones, revisiones y seguros, así como, especialmente, la consideración del coche como objeto impositivo; y, a la vez, también como fuente recaudatoria a través de las multas, en poblaciones o en carretera, incluyendo el sistema de carnet por puntos, que supone el peligro de tener un coche y no poder usarlo. Todavía más: un moroso corre el peligro de que su coche sea incautado por la Administración, para usarlo o para achatarrarlo. Apoyar a los fabricantes sin revisar toda esa panoplia de amenzas al posible cliente no parece solución.

En las actuales circunstancias el coche se ha convertido en una propiedad muy gravosa.  No resulta extraño que aumente el número de quienes prefieren alquilar coches sin conductor a adquirir uno propio.