Mi Columna
Eugenio Pordomingo (6/1/2009)
Este año queridos Reyes, os mando mi Carta con «mucha» más ilusión que otros años, pues como SM (Juan Carlos) nos ha dicho en su «mensaje navideño» que «hay que tirar del carro entre todos», pues eso, que me siento más animado, ya que cuantos más seamos el «carro» marchará más rápido.

El año pasado, 2008, no ha sido, que se diga, un año de bienes, sino todo lo contrario; ha sido un año de «vacas flacas»; de crisis, de «rescates bancarios», de desempleo, de guerras, de atentados…

Percibir que el mundo va a peor no es descubrir nada nuevo. Ha terminado el año con desastres humanitarios, con hambrunas generalizadas, aunque ya ni se mencionan; catástrofes ecológicos, con un «calentamiento global»  sin precedentes, y al parecer irreversible. La destrucción de Irak ya forma parte de la historia, y los más de 700.000 muertos debidos a la invasión de Estados Unidos y colaboradores necesarios, ha dejado la antigua Mesopotamia hecha una pena. Ahora, el turno le ha tocado a la Franja de Gaza…

En principio, esta carta la iba a dirigir a los Reyes Magos, a los de siempre, a los de Oriente, a los que no pertenecen a dinastía alguna; a esos que ni son Borbones ni Austrias. Pero, luego pensé, ¿por qué no le mando la carta a los de aquí, a los de La Zarzuela? Y, ¿qué les pido…? Pues, ya se sabe que a los Reyes siempre hay que pedirles algo; otra cosa es que te lo concedan.

Por pedir que no quede, pensé. Me imaginé una larga lista de cosas -todas materiales, por supuesto-, entre las que cabe destacar un supercoche, de esos que van con la música a todo trapo, equipados con la última tecnología, incluso tuneados como ese político catalán, que ni merece la pena mencionar su nombre.

Después me vino a la mente, pedirles una gran mansión, una de esas como las que nos suele mostrar el celuloide Made in USA, como la de Julio Iglesias o Jennifer López, por poner un ejemplo; o como la de algunos de los horteras metidos de hoz y coz en la «Operación Marbella», como Juan Antonio Roca, que defecaba, orinaba y se bañaba delante de pinturas de Miró.

Pero volvamos a  las peticiones a Sus Majestades. Después del lujoso automóvil y de la mansión, se me ocurrió lo del yate. Pero el yate -en castellano, cascarón lujoso de millonario- tiene un problema. Y es que no puedes darle en los morros a los vecinos. Si tienes un gran barco, en la urbanización o en el pueblo no se enteran. Dices, ¡Vecino, me voy de vacaciones, a un crucero,  a dar una vuelta con el yate! Pero no te lo ven, que es lo importante. Además, lo del yate, desde que lo tiene «El Pocero», Francisco Hernando Contreras, pues la verdad es que ha perdido mucho. Y más ahora que el dictador Teodoro Obiang Nguema ha roto migas con él…

Lo más sencillo, ¿cómo no se me ocurrió antes?, es pedirles que me tocase el  «gordo» de la Lotería del Niño. Así, con muchos millones de €uros en los bolsillos puedo hacer lo que quiera. Comprar lo que se me antoje, hasta las conciencias de muchos.

Con tanta oferta, y tras echar un vistazo a los muchos catálogos que en estos días recibimos de los hiper, la decisión se me hace cada vez más híspida. No se que pedir a Sus Majestades. En esto que, no se cómo, tenía entre mis manos un periódico atrasado, y ahí me percaté de la solución. ¡Ahí  están! Son los Reyes, los de verdad, Juan Carlos y Doña Sofía, acompañados de Letizia y del Príncipe de Asturias. Y ahí, ante esa fotografía, reflexioné…

Los Reyes, en su papel, aparecen un tanto serios, erectos, como compungidos, circunspectos, con cara de circunstancias. En medio de ellos, la pareja. ¡Que cara de felicidad tienen los dos! Hombre, lo de ella lo entiendo -aunque no lo comparto-, pasar de periodista, busto parlante de la tele, a  ser quasi Majestad, es toda una carrera… Pero la expresión del Príncipe es lo que llamó más mi atención. ¡Que gesto de felicidad tiene el mocetón! Si es que da gusto verlo. ¡Como la mira!; ¡Con que cariño posa su mano por encima de su hombro…! ¡Que ternura…!

Y en la contemplación de esa escena, de ese momento, y de todo lo que encierra, me di cuenta que lo que tenía que pedir a Sus Majestades era algo muy sencillo. Y esta petición se la hago, también, a los verdaderos Reyes, a los  Reyes Magos.

Pues bien, yo les pido lo siguiente: que cesen todo tipo de catástrofes, las naturales y las que provocan las bombas de racimo y las otras. Que los terroristas, los de verdad, no los que figuran en las «listas» que elabora Bush, se metan las bombas por donde les quepa. Que se pudran en la cárcel los que a sabiendas nos inundan la Tierra de basura de todo tipo, y que les acompañen los que comercian con la droga, los banqueros que les ayudan a blanquear los €uros que obtienen y los jueces que por desidia, error o intencionalidad, les permiten seguir libres como pájaros. Que tanto asesino desequilibrado, por placer o a sueldo, tengan la respuesta que se merecen… Y que cumplan condena  los que tienen pendientes cuentas con la Justicia, sean amigos, socios o familiares de quien sea.

En fin, yo les pido a los Reyes, un mundo más justo, más igualitario. Y que dé fuerza e ilusión  a los de abajo para rebelarse contra los de arriba. Ya decía Confucio que «dónde hay justicia no hay pobreza».  Pues eso, simplemente, les pido Justicia, que ya es bastante…