Andrés Soliz Rada (4/1/2009)
Desde el primer gobierno de Víctor Paz Estensoro (VPE) 1952-1956, ningún presidente boliviano había acumulado tanto poder, como Evo Morales Ayma en el marco de la democracia formal. VPE basó su legalidad al ganar las elecciones de 1951, anuladas por la oligarquía, y su legitimidad en la Revolución del 9-IV-52, el suceso más importante de nuestra historia. EMA ganó los comicios del 18-XII-05, pero su triunfo en el referéndum revocatorio del 10-VIII-08, por 67 % dio legitimidad a los Movimientos Sociales (MS), que son la base de su régimen.

Las movilizaciones sociales permitieron a Evo descabezar a dos prefectos opositores y encarcelar a un tercero, además de someter a sus adversarios a una semiclandestinidad asfixiante. Los periódicos del sistema y la Iglesia Católica, último refugio de los descontentos han quedado en la penumbra. La falla «geológica» con que nació la República, en 1825, por la exclusión indígena, ha comenzado a resolverse y, como era inevitable, con conmociones jurídicas y políticas, que han dejado al MAS sin oposición efectiva. Si se suma a lo anterior el respaldo de UNASUR al régimen imperante, se convendrá que en manos de Evo ha quedado el destino nacional.

Son tres los grandes enemigos que Evo debe vencer para transformar el país: La mentalidad neoliberal, heredera de Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL), atrincherada en el Banco Central, que acaba de licitar parte importante de las reservas monetarias del país, para que sean administradas por organismos financieros extranjeros. Estos organismos, como la CAF, pagan a Bolivia un interés anual del 2.5 % y le prestan al país al 8 %. El segundo enemigo es la corrupción interna y el tercero la crisis mundial.

Mientras los 7.700 millones de dólares de reservas sean manejados en estas condiciones, el atraso boliviano se mantendrá inalterable. Una sola obra, el Gasoducto Boliviano de Occidente (GABO), de 23 pulgadas, que debe unir los mega campos de Tarija con el Salar de Uyuni, en Potosí, Oruro y La Paz, con un costo estimado en 600 millones de dólares, cambiaría en forma radical el futuro del país. Bolivia vende enormes cantidades de gas al Brasil y proyecta aumentar sus ventas a la Argentina con otro gasoducto de 33 pulgadas. El que vincula a Santa Cruz y La Paz tiene 6 pulgadas.

El GABO, propuesto en mi gestión ministerial por el Ingeniero Jorge Tellez, está aprobado mediante Decreto del 6-III-05. Debe ser complementado por el Corredor Energético del Sur (CESU), que vinculará, con menos costo que el GABO, Tarija, Chuquisaca y el occidente cruceño, con lo que se complementará la irrigación energética del país, que anulará los efectos negativos de incluir la vigencia de 36 inexistentes naciones indígenas en el texto constitucional. Con energía barata Bolivia garantizará su seguridad alimentaria, el desarrollo armónico del altiplano y de los valles mezo térmicos de la Chquisaca, Santa Cruz y Tarija. Argentina, Chile y Brasil, en mayor o menor medida, han conectado sus regiones con gas boliviano y Bolivia.

Este proyecto vital estaba bloqueado por el Prefecto Mario Cossío, vinculado a GSL, y los senadores de PODEMOS,  Roberto Ruiz, partidario de vender gas natural a Chile y EE. UU., y Carlos D´Arlach, ex Occidental Petróleo, respaldados por cívicos de la «media luna». Estos personajes entraban la articulación de la República. Si los proyectos GABO y CESU se concretan y, de forma simultánea, el MAS evita que la corrupción devore sus entrañas, Bolivia, al fortalecer su economía real, estará en condiciones de consolidar su unidad nacional y enfrentar con solvencia la recesión mundial que se avecina.