Aristarco (23/2/2009)la-escopeta-nacional
Bermejo es otra víctima del 23- F, fecha que en el calendario de la Roma clásica habría entrado  a formar parte de los días nefastos. Ya registra el intento de golpe de Estado, simbolizado por el tricornio de Tejero; luego, la expropiación de RUMASA, de la que la víctima más visible fue José María Ruiz Mateos, si bien nos afectó, en alguna medida, a los bolsillos de una legión de contribuyentes.  Ahora le acaba de costar la cartera ministerial -que también repercute en la otra- al inefable titular de Justicia, el cual, entre la ley y la caza mayor, da la impresión que le tiraba más eso de tirar a los venados y  a los guarros.

Si uno creyera en el fatum, en la fuerza del destino, pensaría que Mariano Fernández Bermejo ha sido víctima de la conjunción entre la sombra del 23-F de 1981 y  «La escopeta nacional», de Berlanga.

Los tiros al aire que impactaron en la bóveda acristalada del hemiciclo del Congreso de los Diputados, parecen mezclarse con los disparos venatorios de Bermejo, Garzón y demás colegas cinegéticos, con jefe de la Policía convocado a mesa y mantel.

Ahora aparecen restos humanos en el subsuelo del Palacio parlamentario de la carrera de San Jerónimo. Está claro, sin embargo, que no corresponden a víctimas mortales del 23-F, porque no las hubo.

Bermejo y Garzón sí que han sembrado de cadáveres de caza mayor las tierras de diversas autonomías. ¿Tienen, además, algún cadáver metafórico en el armario?

Desde luego Bermejo deja rastros de sospecha por cortijos y dehesas y hasta en el «rancho de Aznar«, como bautizaron los periodistas yanquis  a la finca estatal de Quintos de Mora, desde la visita a la misma de Bush II.

Hasta los fajos de billetes de quinientos euros (los bin-laden) ponen en guardia a cualquiera.

Lo que no ofrece duda es bermejo-y-garzon-de-caceria2que aquí el verdadero Rappel es Luis García Berlanga. En su «Escopeta nacional» hizo como que satirizaba cacerías y monterías del franquismo, cuando realmente estaba anticipando los actuales contubernios de caza político-judiciales. Hasta, como guinda del pastel, ponía en su argumento un Bermejo, con el tal apellido.

Al sucesor en el ministerio de Bermejo, Francisco Caamaño (¿de maño o de amaño?), le queda una herencia espinosa y montaraz. Menos mal que llega de refresco y trae bajo el brazo su libro «La garantía constitucional de la inocencia». La duda está en si el inocente es él o, más bien los inocentes somos nosotros. Ya veremos.

Por lo demás, Garzón ha pasado, según cuentan, una crisis de ansiedad, que los médicos han resuelto. ¡Hombre!, a eso también se habría apuntado Bermejo. Lo malo es que la dimisión-cese no encuentra, hoy por hoy, remedio en la farmacopea.