eugenio3Mi Columna
Eugenio Pordomingo (16/3/2009)
El diario estadounidense «The Washington Post», publicó hace ya varios días un sesudo artículo acerca de un nuevo método, aplicado por la CIA, para conseguir que algunos caciques afganos colaboren con las tropas de la «coalición». El sistema al que se refería el diario no es un nuevo y sofisticado tratado de tortura, similar a los que se encuentran en el manual que los soldados francesas aplicaron en Argelia, uno de los más crueles y refinados. Es algo mucho más sencillo y a la vez complejo, seguro que propuesto por algún agente de la Agencia experto en las teorías freudianas o simplemente conocedor de una de las debilidades de la carne humana.

Consiste -el método-, ni más ni menos, que  en facilitar píldoras de «Viagra»  a esos caciques afganos que precisan un «empujoncito» para hablar. Aunque, con las píldoras, el empujoncito seguro que ya lo están dando.   

Me imagino que los receptores de esas píldoras deben ser vejetes de barba blanca, con la piel seca y agrietada, y con el falo sin consistencia, flácido, decaído y poco presto para el combate.  Ya se sabe que sin «Viagra» se puede micionar, pero no copular a ciertas edades…

El método aplicado por la CIA es una original manera de conseguir la ayuda de esos caciques tribales en la lucha contra los talibanes -que Estados Unidos fomentó-, se está aplicando ya, pero por lo que parece, con escaso éxito. No porque la «Viagra» no funcione, sino porque, quizás, lo que les falta a los caciques afganos es la contraparte de la parte. O sea, féminas prestas a ceder a sus pretensiones.

En su crónica, el «The Washington Post» señala que sus informantes, funcionarios de los servicios de inteligencia a los que no identifica, explicaron al periodista que los agentes de la CIA «han usado una variedad de servicios personales para ganarse el favor de los caciques y caudillos guerreros, cuyas lealtades cambian notoriamente».

El diario estadounidense describe el caso de «un cacique afgano que lucía mucho más viejo que sus 60 años, cuyo rostro barbudo mostraba los surcos de un hombre cargado de obligacimonumento-falico-en-guatemala1ones como patriarca tribal y esposo de cuatro mujeres más jóvenes».

El «garganta profunda» continuó su relato: «Su visitante, un agente de la CIA, vio una oportunidad y buscó en su mochila un pequeño obsequio. Cuatro píldoras azules Viagra». «Tome una de estas. Le encantará», le dijo el agente al cacique, según comentó el «garganta profunda» al reportero del diario.

Los efectos de las píldoras tuvieron su éxito. «El agente que describió el encuentro retornó cuatro días más tarde y tuvo una recepción entusiasta. El cacique, sonriente, ofreció abundante información sobre los movimientos y rutas de abastecimiento de los Talibanes», pero  «pidió más píldoras».

Lo cierto es que esos agentes de la CIA no han descubierto nada nuevo. La historia nos ha dejado mil y una anécdotas acerca de la «compra» de información y lealtades, a través del sexo y la buchaca, o sea la bolsa.

Cuentan los cronicones que el General Franco siempre decía que «al político se le pilla  siempre por el triángulo», la zona donde están los bolsillos y la bragueta. Que se lo digan a Francisco Correa, el de la «operación Cürtel», que de eso de «ablandar» el alma humana sabe mucho; él, que se dedicaba a comprar «Jaguars» y trajes, además de  regalar miles de euros a ciertos alcaldes y altos cargos del PP.  

Y es que, ya se sabe, un perro guardián con una perra en celo frente a él no sirve para nada más que para eso…  ¿Cómo no van a «cantar», a chivarse de los suyos, los caciques afganos?  Con «Viagra» hasta son capaces de cantar «La Traviata» en la lengua de Tito Livio.

En cualquier caso me gustan más estos métodos que el de los bombardeos y misiles… Lo malo es que tras los logros conseguidos gracias a las píldoras de «Viagra», comenzará el estruendo de la aplicación de los de la guerra.