nestorEugenio Pordomingo (24/3/2009)
«Según  bajaba el avión, me percaté que había muchas obras, edificios en construcción y cientos de grúas…»

Es la imagen que España le causó a Nestor Chilusa, un ecuatoriano afincado en Galapagar, al noroeste de Madrid…

En España no se ha producido un debate en profundidad  -como ha sucedido en otros países, como Francia, por ejemplo-, donde los partidarios o detractores de lo «intercultural» han entrado en liza. Aquí no, en España es todo más visceral: negro o rojo.  En España se pasa de «papeles para todos», a ofrecer a Nicolas Sarkozy un plan para «retornar» a todo ser viviente que se encuentre en situación de «ilegal»…

Pero la dinámica de la sociedad va por otros derroteros.  Un ejemplo es el de Nestor Chilusa, ecuatoriano, que en las Navidades de 1999 llegaba al aeropuerto internacional de Barajas, con un visado de turista, pero con la mente inundada de ideas para poder trabajar en España  y construirse una casa en Quito. Su sueño era ese; pero la inquieta mente de Nestor no paró de desarrollar ideas desde que el avión que le traía desde Ecuador  a Madrid empezó a perder altura.

No se -creo que nadie lo sabe- si la inteligencia del hombre va relacionada con el tamaño del cerebro o con la utilización que hacemos de él.  En el caso de Nestor Chilusa, se puede constatar que la «utilización» de sus neuronas es importante; está dotado de una inteligencia natural muy alta, que suple con creces la formación académica que por desgracia no recibió en Ecuador.

Menudo, fibroso, fuerte, una especie de «peso paja» o «minimosca» en boxeo, además de organizado, serio, afable y buen padre de familia. Lo de «trabajador» se da por hecho; es una especie de «homo sapiens laboraris». Nestor Chilusa ya no piensa en hacerse una casa en Quito -al menos de momento-, ya la tiene, pero en Galapagar.

Nestor Chilusa nació en 1975 a 190 kilómetros de la capital de Ecuador.  A los 14 años se encaminó a la gran ciudad  tratando de paliar las penurias económicas de su entorno. «Vivía con mis abuelos -nos dice-, pero la situación económica era muy mala. Por eso me fui a vivir a la capital con un primo mío de 18 años…»

Y allí, en Quito,  su joven estructura ósea comenzó a sentir los efectos de los sacos de  cemento a la espalda, de duras jornadas al sol transportando escombros y llevando de acá para allá pilas de ladrillos…

A la vez que «ganaba el pan con el sudor de su frente», no paraba de observar y aprender el oficio. Pasaron los años y casi sin percatarse se encontró con que estaba en eso que llaman «edad militar». A Nestor que «la música militar nunca le supo levantar»,  se le vino el mundo encima, pero acudió raudo  al cuartel más cercano para «presentarse».  Pero la suerte le acompañaba: «el cupo estabquiroa completo; me dijeron que me fuera…».

«A la otra llamada ya no fui. Pero un día, los militares me cogieron en una batida. Allí, en Ecuador, el Ejército iba en camiones «reclutando» a los jóvenes; y a mi me tocó. Les conté que ya me había presentado -hace una pausa, quizás recordando esos momentos-; entonces un oficial se dirigió a otro militar de menos rango y le ordenó que me soltara. ¡No has oído al chico! Anda, suéltale…»

De esta forma, Nestor Chilusa continuó en la «construcción»: «Fui mejorando poco a poco, y al cabo de unos años me hice oficial. Trabajé mucho. A los 18 años yo hice mi primer trabajo por mi cuenta…», nos comenta con orgullo.

«Mi padre era albañil, «maestro mayor», y un día me entregó una obra para realizar. Duró tres mese. Contraté gente, a seis en concreto. Yo no sabía nada de planos, pero me fui haciendo con ellos… Y terminé esa obra».

P.- ¿Y después…?
R.- Yo conocía un antiguo jefe mío que  sabia de planos. Trabajé con él para aprender todo lo posible sobre ellos.  Me grababa todo en la cabeza. Y al poco empecé a ejercer de encargado. Él ya no aparecía para nada, delegaba en mí la responsabilidad…

A los 23 años se casó con Fernanda Eulalia Cusmicagua Guzmán. Por supuesto, ecuatoriana. De ese matrimonio nació Erica Vanesa, después Nestor Javier, que vio la luz en España. Por entonces, Nestor ya realizaba obras medianamente importantes… Pero necesitaba ir ascendiendo en la profesión,  y pensó en asociarse con un arquitecto. Lo buscó, lo encontró y empezó otra etapa profesional. 

P.- ¿Cómo es que pensaste en venir a España?
R.- Yo me daba cuenta que los ecuatorianos que estaban en España construían casas en Ecuador. Yo les preguntaba por la situación en España para trabajar; pero  casi todos me respondían que mal, que había muchos conflictos, que el racismo era algo habitual… En fin, que no me recomendaban ir a España… Pero yo me daba cuenta que todos regresaban, tras unas vacaciones, a España; me daba cuenta que todos ellos se construían una casa en Ecuador, pero nada modesta, sino como las de España, con jardín… o sea, un chalé.

Sin duda alguna, el instinto de superación de Nestor se agudizó todavía más: «Yo no tenía casa propia. Ni nada. Mi mujer tampoco. España era un objetivo para progresar. Un concuñado mío me había pedido dinero prestado para viajar a España. Me dijo que cuando yo decidiera viajar el me ayudaría…Me devolvió el dinero, eso sí, pero nunca me ayudó. Me las tuve que arreglar sólo…

P.- ¿Entonces…?
R.- Yo quería trabajar en España; hacer dinero para construirme una casa en Ecuador y seguir trabajando en mi país….

P.- ¿Cómo fue tu llegada a España?
R.- Llegué a España en las Navidades de 1999, por la  mañana. Según  bajaba el avión, me percaté que había muchas obras, edificios en construcción y cientos de grúas…

La faz se le ilumina cuanestor2ndo recuerda el mar de inmensas grúas que pudo apreciar a centenares de metros, mientras el avión de 1beria descendía…

La primera sorpresa de Nestor Chilusa la tuvo nada más llegar a Barajas. Había contratado en Ecuador el viaje, el taxi desde Barajas hasta el hotel, así como su estancia durante unos días. Pero…

P.- ¿Qué pasó…?
R.-  Nada más llegar a Barajas cogí un taxi que me llevó hasta el hotel que había contratado. Yo le dije al taxista que no tenía dinero, pero que en el hotel le pagarían. Aceptó.  Llegamos al centro de Madrid, pero mi sorpresa fue que me habían engañado en Ecuador. Aquello no era un hotel, sino una pensión. Yo conocía algunos hoteles de Quito, pues había trabajado en su construcción… Yo pagué como un hotel, pero me dieron una habitación en una pensión.

Pero él no le dio excesiva importancia. La visión de las grúas madrileñas le había nublado la mente. Sólo tenía un objetivo: ganar dinero para construirse una casa en Ecuador.

Era un 22 de diciembre de 1999 cuando este «pequeño gran hombre» ecuatoriano llegaba a España. 

Nada más depositar mis escasas pertenencias en la pensión, salí a pasear. Me sentía deslumbrado al ver lo engalanada que estaba la ciudad por esas fiestas; había muchas luces y gente de un lado para otro -dice- estaba muy ilusionado; muy contento…

P.- ¿Qué impresión te causó la ciudad…?
R.- Sobre todo tenía mucha alegría. Me llamó la atención, por ejemplo, las patas de jamón en los bares.  ¿Cómo pueden comer carne cruda?, pensé. Pero un paisano con el que me encontraba paseando me invitó… y ahora me gusta. Hombre, con un vinito, está riquísimo…También me impresionó la ciudad por la noche, con tanta luz,  y sobre todo el frío. Yo venía de un país cálido y aquí, en España, la verdad, hace mucho frío, aunque ya no lo noto…

P.- ¿Cuándo empezaste a trabajar?
R.- Al día siguiente de estar en Madrid, me fui a vivir con un paisano. Le alquilé una habitación. A los tres días de estar allí, vino Manuel Castillo, un empresario de la construcción, acompañado de otra persona, con el que trabajaba mi compatriota. Me preguntó por él, y yo le dije que no se encontraba en casa… La verdad es que estaba en la cama. Había bebido mucho la noche pasada y no se encontraba en condiciones de hablar con nadie y menos con su jefe… La persona que acompañaba al  señor Castillo era su encargado. Éste me dijo que le necesitaba, que cuando regresara mi compañero  que le dijera que fuera por la empresa. Vi  una luz, y ni corto ni perezoso le dije: «¿No necesitan un oficial albañil?»

P.- ¿Cuál fue la reacción de ellos?
R.- El empresario le preguntó al encargado, «¿qué quiere éste?». «Que dice que es oficial y que quiere trabajar», le contestó…

El futuro de Nestor Chilusa se pudo decidir en aquellos largos y tensos segundos.

«Mira -me dijo- todos vosotros decís que sois oficiales y luego no tenéis ni puñetera idea. Acabo de contratar a cuatro ecuatorianos como oficiales y ninguno sabe…», le contestó el empresario, a la vez que miraba a su encargado.

P.- ¿Cuál fue tu reacción…?
R.- Yo le hice una propuesta: «Yo voy a trabajar durante una semana; no me paga nada durante esos días. Después, si ve que valgo me coge; de lo contrario, no me paga nada…

Unos segundos de silencio. Con toda seguridad Nestor estaba nervioso, impaciente…

«¡De acuerdo!», le dijo el empresario.

P.- ¿Qué pasó entonces…?
R.- Al día siguiente empecé a trabajar en nestor4una obra que él tenía, Nada más llegar me presentó al encargado, un tal Florencio. «Mira te traigo a otro oficial para trabajar», le dijo el señor Manuel Castillo. El encargado del «tajo» me miró de arriba abajo, e inmediatamente contestó: «¿Otro oficial? Si, sí, todos dicen que son oficiales, luego ya veremos…». Empezamos a trabajar. Era en Villaverde Alto. Por la tarde el empresario llegó y le preguntó al encargado sobre lo que había hecho yo…

Y uno se imagina a Nestor, algo impaciente, mirando de reojo, mientras sacudía paletadas de yeso a los ladrillos recién colocados…

«Los dos me miraban -afirma Nestor-, y nada más desaparecer el dueño, me acerqué a Florencio y le pregunté «¿Qué te ha dicho?, y sin dejar que contestase le inquirió: «¿Vengo esta tarde…?»

«Sí, sí, por supuesto. No me ha dicho nada en contra», le respondió Florencio. De esta forma, nuestro «pequeño gran hombre» se afincaba en España, al menos de momento.

P.- Ya habías conseguido quedarte a trabajar en esa empresa, pero ¿cuándo y cómo se materializó el primer salario?
R.- A los cuatro días acababa el año 1999. Pero ese mismo día el empresario me llamó y me dijo: «Bueno, como es fin de año, ya vuelve el 2 de enero». Ya me daba media vuelta para irme, cuando,  con gran sorpresa mía, me llamó y me entregó ¡22.000 pesetas!  Miré los billetes, le di las gracias,  y los guardé dobladitos en el bolsillo de mi pantalón… ¡buahhhh! Rápidamente me fui a llamar por teléfono a mi mujer…

P.- El año 2000 comenzó bien, pero ¿después…?
R.- Ahí -se refiere a la empresa de Manuel Castilloestuve cinco años y medio. Con contrato fijo; él me facilitó los «papeles». Estuve tres meses en España y me fui a Ecuador para arreglar mi situación en España…

Era un 28 de marzo de 2000, cuando nuestro «pequeño gran hombre» aterrizaba en el aeropuerto de Quito. Tras el cariñoso recibimiento de su mujer e hija, la visita a familiares y amigos se hizo obligada. Y ahora era él el que se sometía a las preguntas de los que soñaban con una vida mejor:

¿Qué tal, Nestor…? ¿Hay trabajo en España? ¿Son racistas los españoles? ¿Cómo es aquello?...

Con toda seguridad, mientras trataba de contestar, Nestor Chilusa, no dejaba de otear un terreno donde construirse un chalé como esos que había visto en España.

Pero él era ya un ave de paso en Ecuador. A los tres meses regresó a «su» empresa en Madrid.

«Cuando comencé a trabajar desconocía algunos materiales, por ejemplo -nos dice con sinceridad- el yeso, los rasillones y, por supuesto, otros más modernos. A los tres años, mi jefe me renovó el contrato. Hasta que un día decidí ponerme a trabajar por mi cuneta. Al empresario no le gustó mi decisión y me hizo una propuesta salarial sustanciosa, bastante buena. Acepté y continué con él más de un año…

«Pagué mi deuda en Ecuador. Y como la cosa iba bien, decidí traer a mi mujer. Ella se resistía… la hice vender todas las cosas que teníamos para que se pagara el viaje. Yo vi que aquí la gente, los ecuatorianos,  cambiaban, empiezan a relacionarse (se ríe…)  y yo no quería cambiar. Así que le dije, «mira o te vienes o lo dejamos. Olvídate de mi». Yo me di cuenta que ella no vendía nada. Me decía que le daba pena. Nunca había tenido nada y claro….

Ella era reacia a abandonar Ecuador. Pero él fue muy claro: «O te vienes conmigo o nos separamos». Con seguridad fue una estrategia de presión para que Fernanda y Erica Vanesa vinieran a Madrid.

P.- ¿Cómo te decidiste a venir a vivir a Galapagar?
R.- Al principio vivíamos de alquiler en Madrid, hasta que decidimos venir a Galapagar. En 2006 me ubiqué definitivamente en este pueblo.  Hombre, ha influido que unos familiares míos llevan de guardeses en un finca en El Escorial, más de ocho años. Están muy contentos. Y todo eso, pues influye…Además, el pueblo me gustó mucho.

P.- ¿Qué tal en Galgalapagarapagar? ¿Te sientes integrado?
R.- Totalmente; mis hijos van a colegio de la zona. Muchos de sus amigos son ecuatorianos y otros muchos españoles. Yo juego los fines de semana en el Polideportivo del pueblo  a voleibol.  Y ahora mi mujer ya no quiere ni ir a Madrid, le cuesta; dice que está muy lejos…

Le preguntamos por su futuro: «Yo quiero quedarme en España; eso si, iré a visitar  a la familia, pero seguiré aquí… Yo no veo ningún tipo de racismo, ni problema. Me siento muy bien. Nunca he tenido dificultades ni trabas.

Hoy es un vecino más de Galapagar; sus dos hijos estudian en el Colegio Carlos Ruiz. El pequeño, Nestor Javier, ha nacido en España, pero, lógico, se considera ecuatoriano, aunque su padre nos comentó -quizás para halagarnos- que se considera español. 

Nestor Chilusa quería ser libre, trabajar por su cuenta, construirse una casa en Ecuador. Casi todo lo está consiguiendo. De momento no tiene casa en Ecuador, pero si en España, en Galapagar, aunque una buena parte de ella sea del banco, ya se sabe… Por cierto, nos comenta con cierto malestar que el «recibo» que le pasa ahora Caja Madrid es tres veces el de 2006…

Tras sus primeros pasos como oficial albañil en una empresa, después vinieron obras y más obras, y más responsabilidades. Él se preocupa por aprender de todo. Hoy día no hay obra, reparación o chapuza, que se le resista. Sabe de planos como un profesional. Y lo que no sabe, lo escudriña, lo analiza, lo disecciona y en poco tiempo se hace con ello. Ya se atreve con la electricidad, la fontanería y  la telefonía. Ahora está por dotarse de ciertas titulaciones que le permitirán, no sólo realizar la obra, sino «firmar» la supervisión.

Este ecuatoriano, menudo, fibroso, de una inteligencia natural fuera de límites, que para si le hubiera querido tener en sus manos Rochard, es capaz de todo. Bueno, de casi todo…

Nestor ha llevado lo «intercultural» a su máxima expresión en las relaciones de trabajo, en su cuadrilla «curra» también un rumano.

La crisis le ha empezado a afectar un poco. «Las chapuzas y las obras ya no se hacen con la alegría de hace un año. Esperemos que esto pase pronto -dice-, ya se de algunos paisanos que han regresado a Ecuador y han dejado el piso al banco…».

Nestor Chilusa, ecuatoriano d nacimiento, es ya casi un «pata negra» de Galapagar…