espacioseuropeos.com (2/6/2009)galapagar
La utilización de aviones Falcon del Ejército del Aire por parte de miembros del Gobierno en campañas electorales y en viajes no institucionales, es el «chocolate del loro» en el dispendio y derroche de la «clase política». Hace pocos días, el semanario británico «The Economist» ponía como ejemplo del derroche de fondos públicos a España. Los «derrochadores» no son otros que la «clase política», especialmente, en los Reinos de Taifas de las comunidades autónomas y en las administraciones locales.

Los políticos y altos funcionarios españoles (elegidos por los partidos políticos) «despilfarran fondos públicos», según afirma el semanario «The Economist». La revista «Expansión» y otros medios de comunicación, han resaltado -aunque sin darle excesiva importancia- las reflexiones del semanario británico. Por ejemplo,  «por qué algunos políticos europeos se tienen que enfrentar a la ira de la opinión pública, mientras otros siguen disfrutando de la buena vida», se pregunta en el reportaje.

Por ejemplo, el semanario recuerda los titulares de prensa de algunos medios referidos a los dispendios del entonces Presidente de la Xunta de Galicia, Emilio Pérez Touriño, con la compra de un Audi (la presidencia ya disponía de varios) por casi 500.000 euros, además de lujoso mobiliario y «reformas» escandalosas de salas de reuniones.

«En España los líderes regionales son barones de partido cuyo mínimo traslado implica lamentos de sirena y limusinas», afirma el semanario británico. Pero, la ciudadanía tiene su responsabilidad. «The Economist»  cita a Víctor Lapuente, profesor en la Universidad de Gotemburgo (Suecia), que denuncia que «en España algunos alcaldes que se han visto envueltos en casos de corrupción a veces son reelegidos, algo impensable en Finlandia».

El artículo de «The Economist»  comenta, en general, los dispthe-economistendios de la clase política europea, pero, es obvio, no se adentra en las interioridades locales. Por ejemplo, en España hay más de 1.500 cargos «elegidos a dedo» en las autonomías que gozan del privilegio de secretaria, gabinete de prensa, coche con chofer y escolta. Eso, sin contar la «permisividad» que tienen para cargar al erario público, almuerzos, cenas y otras bagatelas.

Tampoco se adentra la revista británica en el número de alcaldes y concejales con salarios muy por encima de la media española, además de tener a su disposición teléfonos móviles para uso oficial y personal, además de contar con «asesores» -no funcionarios-, responsable de prensa y demás personal de confianza.