genocidio-armenioGarabed Arakelian (18/6/2009)
A Armenia le aquejan graves dolencias. Está débil y debilitada. Se podría decir en términos médicos que está en terapia intermedia. Si evoluciona favorablemente la próxima etapa será de convalecencia. Si no es así, irá a terapia intensiva.

Como es sabido cuando se trata de pacientes, a partir de ese nivel los facultativos anticipan y prevén que la posibilidad de defunción es algo que debe entrar en las consideraciones de futuro.

Pensar y argumentar que eso sucede con las personas pero no con los pueblos, los países o los estados, es ignorar la historia y cerrar los ojos ante el presente. Es olvidar la propia historia del pueblo armenio es no ver lo que sucedió hace apenas pocos años en Europa con pueblos y Estados.

Si se sucumbe a los conceptos edulcorados, propios de ciertos libros de autoayuda, que aconsejan ser siempre optimista, pensar en positivo, confiar  en que «Dios proveerá», olvidando que el mismo ser supremo aconseja: «hijo, si esperas algo de mí, tu también haz algo por ti», ahí entonces comienza el «síndrome del Titanic». ¿Y cuál es ese síndrome?: es estar convencidos de que no se hundirán (desaparecerán) jamás. Mientras arriba, la orquesta toca vivaces valses vieneses, abajo, en las bodegas y en la «tercera clase», el agua comienza a subir arrastrando seres y bienes. Pero la inopia de los niveles superiores, no lo advierte, mira a los bailarines que se deslizan al ritmo del vals, presta atención a la cadencia de la música y no oye ni el rugido del agua que sube ni los gritos de quienes se ahogan. Ese es, sencilla y brutalmente, el «síndrome del Titanic«.

¿Quién puede señalar un sólo país como amigo de Armenia? ¿Los países que la rodean pueden ser calificados como amigos, amigables o amistosos? Nadie. Ni uno solo.

¿Existen personas, personalidades, pueblos, organizaciones, que se puedan mencionar como amigas del pueblo armenio y de su Causa? Si, algunas, aunque no es suficiente.

Los dirigentes armenios, no sólo las jerarquías de la República, sino los de las instituciones sociales, partidarias, culturales, deportivas, etc. que desde la diáspora viabilizan una cgenocidio-del-pueblo-armenioierta visión y sentimiento de lo armenio, se han lanzado ahora, acicateados por la «hoja de ruta», a discutir en torno a ella. En buena hora. Pero la discusión debe involucrar a toda la diáspora, a todas las comunidades, participando, dando opinión y comprometiéndose. No se debe confundir eso con las conversaciones entre los iniciados porque, salvo excepciones, la gran mayoría de la diáspora reposa en el adormilado sueño de la burguesía. Ha reducido sus señas de identidad al deleite gastronómico y a alguna que otra expresión cultural, pero se ha condicionado a la comodidad y a aceptar  «el destino» («pobre armenio siempre sufre»), y a no pensar e intervenir políticamente en los temas de interés colectivo y desde una perspectiva de pueblo armenio. Se debe agitar la brasa y a su calor movilizar a toda la diáspora y a través de ella al mundo entero. Los armenios suelen recordar con razón la gesta heroica de las batallas previas a la declaración de independencia el 28 de mayo de 1918, cuando la alternativa era morir o vivir, y cómo todo el resto que después del Genocidio quedaba de la población Armenia se lanzó a la lucha para detener el avance turco.

Quizás se piense que es exagerado comparar ambas situaciones. Es posible, siempre hay gente que tiene remilgos cuando le dan a elegir entre la horca y la silla eléctrica. Pero la verdad es que entre la espada y la pared, a Armenia no le queda nada de espacio a sus espaldas. De modo que el desafío es serio, comprende la República y la Diáspora. Es de todos y definitivo. Y, nuevamente surgen las dudas y las preguntas.

¿Es verdad o no que Diáspora y República Armenia funcionan en más de un sentido como entidades separadas, sin coincidir en objetivos fundamentales para actuar en conjunto? ¿Esa situación es la que mejor sirve para la armenidad toda? ¿Los objetivos comunes se deben elaborar conjuntamente o imponerse por parte de una sobre la otra?

Es imposible responder afirmativamente a estas preguntas porque nunca se han planteado como un programa para alcanzar objetivos. Además, para comenzar la planificación deben analizarse por ambas partes, pero con criterio unificador, las fortalezas y debilidades que presenta el cuerpo armenio. Si existieran, debería convertirse en material de trabajo para congregar las multitudes dispersas y no en material para selectos.

Sun Tzu, maestro chino de la estrategia, afirmaba que la fortaleza de un ejército, de un monarca, un país o de un pueblo- radica en su cohesión interna, en sus convicciones compartidas, en la confianza depositada en los dirigentes y en la observancia de los principios éticos que caracterizan sus relaciones y se convierten en señal de identidad de esa fuerza.

Comenzando por esto, que hundimiento-del-titanices lo que está más al alcance de sus manos: ¿los armenios pueden responder afirmativamente a estos interrogantes?

El análisis de la «Hoja de Ruta» no debe concluir en reconocer «lo malo que son los enemigos de Armenia», sino también los inconvenientes que surgen cuando se plantea la aprobación e implementación de temas de esta índole. Debe incluir el conocimiento para evaluar y tomar conciencia de las debilidades que Armenia y la armenidad padecen, ya sea para rechazar o para negociar ese tipo de propuestas.

Esa «Hoja» que se quiere hacer firmar a Armenia es un pretexto siniestro elaborado por dos enemigos: USA y Turquía. Plantea lo que ellos quieren y elude lo que Armenia reclama y le llaman «negociación entre las partes». Cualquiera sabe que algo que merezca llamarse negociación exige que el asunto sea negociable y que las partes estén dispuestas a ceder algo importante. El Genocidio no es negociable, Artzaj no es negociable, el Tratado que firmó la URSS en lugar de Armenia no se puede aceptar y no es negociable, Y no lo son por capricho egoísta, no lo son porque son exigencias injustas y porque su intención es amputar trozos vitales del territorio armenio para confinarla más aún y generar con su discusión, graves problemas internos.

Respecto a la armenidad puede afirmarse que tiene encendida desde hace tiempo la luz roja de supervivencia. Al igual que la «clase A» del «Titanic» algunos creen que mientras la orquesta toque y ellos puedan bailar, no corren peligro, convencidos que su barco es insumergible.  Cuando la inclinación de la nave impida que las copas se mantengan sobre la mesa, quizás tomen conciencia, Pero ya será tarde. Entretanto, los «de abajo», que son mayoría, habrán desaparecido.

Diáspora y Armenia, Armenia y Diáspora deben tomar conciencia de que son elementos integrantes de una unidad que se tropas-otomanasdebe estructurar a fin de brindar pertenencia e identidad. Una identidad que existe en la poesía y en las letras de las canciones pero no en el terreno de la cultura y de la Política, política con mayúscula y no solo reducida a la actividad partidaria.

Primero entonces, la toma de conciencia, pensar en cómo hacer para lograr eso y luego la instrumentación del qué hacer, porque seguramente, es hora de comenzar a elaborar un nuevo libreto, apto para los nuevos tiempos.