España
José Manuel González  Torga (28/8/2009)torga
Dividida en dos partes para hacer la lectura más cómoda, la conversación fue llevada a cabo de una vez, sin prisas, y permitió ir tanteando una variedad de registros.

– Personalmente ¿te interesa entrar en la política activa de cara al futuro?
Como última vocación yo tengo la intelectual. Pero, como ciudadano, me doy cuenta de que, ante la despolitización del país, hay que participar en política. Sin embargo  me encantaría dejarlo más tarde porque significaría que había ya la politización necesaria y suficientes líderes para ello. Yo serviría más de consejero gris que de político activo.

– ¿Estás de acuerdo con la afirmación de que la oposición está sólo formada por grupúsculos?
– 
Creo que eso es verdad. La oposición es un fracaso. Yo veo mal la salida del Régimen; pero peor la de la oposición.

– A lo largo de este diálogo estoy sacando la impresión de que no eres nada radical en política
– 
Yo soy una persona muy moderada. Lo que me asusta es que la gente crea que yo pueda ser de izquierdas. Pero ocurre que el país está tan hacia la reacción que, a veces, me consideran de izquierdas. Por ejemplo, el regionalismo, que es conservador porque es una realidad, aquí se considera como revolucionario. Conservar el catalán supone una actitud conservadora; pero hay quien lo considera como una de las cosas más peligrosas.
Las barbas y las melenas no cambian la sociedad

– Tú que vives la Universidad en la Autónoma de Madrid, ¿qué opinión tienes sobre la vida universitaria actual?
– La Autónoma es muy distinta. Sólo hay dos cursos, con chicos de 17 a 19 años. La Universidad Autónoma, por ahora, se diferencia mucho de la otra.

– En política, ¿qué esperas de la Universidad?
 Yo soy un poco escéptico en esto. O surge la renovación de los obreros, los profesionales, las amas de casa, los campesinos o, desde luego, de la Universidad, no. Estéticamente aparecen barbas, melenas, etc., pero esto no cambia nada la sociedad.

– Precisamente al hilo de eso, ¿qué significación encuentras en las modas actuales?
 Esto es eterno. El odio a la sociedad urbanizada ya lo hubo a principios del siglo XIX. Es un movimiento romántico que busca el campo, las flores. Entonces, la hiedra. Pero creo que la minifalda es compatible con todo: dictaduras o democracias. Aunque hay dictaduras tan estúpidas que la suprimen.

Otros signos de cambio

– ¿No encuentras otros signos determinantes que anuncien una nueva época a escala mundial?
  Muchos. Uno de los más importantes es el cambio en la Iglesia Católica. Otro es el incremento demográfico: el hecho de que la población crezca más del 2% todos los años no se había dado nunca. Los cambios tecnológicos, entre los que fiamando-de-miguelguran los correspondientes a la transmisión de la información, también suponen una gran revolución en nuestro tiempo.

– ¿Crees en el crepúsculo de las ideologías?
– 
Creo que es una tontería. Una de esas polémicas que se debatía en el mundo hace diez años y que aquí llega tarde, cuando ya nadie habla de ello. Lo que inicialmente se decía es que la política se va haciendo cada vez más racional. Esto es evidente, pero extrapolarlo para afirmar que desaparecen las ideologías, no resulta admisible; sobre todo resulta intolerable si se dice para llevar  agua al molino que interesa.
Lo cierto -concreta – es que quienes defienden en España el crepúsculo de las ideologías, esconden una situación de poder, lo cual es una ideología como cualquier otra. Esto lo ha dicho mucha gente y yo me adhiero a ello. Muchos tecnócratas son políticos y más que nadie, porque esa constituye  una forma de ideología. Aparte de la tecnocracia, surgen además, en estos años, otras muchas formas ideológicas: el pacifismo, el nacionalismo del tercer mundo, el maoísmo, el castrismo, el militarismo en algunos países, etc.

– Vamos con un giro en cuanto a los temas de conversación. ¿Cómo enjuicias el sistema de las oposiciones en España?

– Mi experiencia en oposiciones a cátedra es fatal. Me he presentado dos veces y he fracasado lamentablemente, aunque era fácil prever el resultado, dicho sea sin ofender a nadie. Teóricamente, el sistema como tal es excelente; pero sólo en principio. Como todo, hay que verlo funcionando en cada sitio. Aquí funciona muy mal, por los pequeños grupos, el «resurgimiento de las ideologías», la poca fe en la ciencia y otras circunstancias. Por otra parte, es importante tener una buena oposición en España. Determinados cuerpos de funcionarios equivalen al aparato del partido político en otros países, que te lanza.

Las estadísticas y la Administración

– Otra cosa. ¿Es cierto que, estadísticamente hablando, no hay datos fehacientes sobre casi nada en España?
 Alguna vez ya he dicho que uno de los atrasos mayores para el país es la falta de información. El fallo esencial no está en que los emisores de datos no sean competentes, sino en que los españoles no demandemos más datos.

– ¿Existe fe en los datos o se consideran mediatizados?
 Hay desconfianza. La gente no cree en los datos. A veces tiene sus razones y otras no. El hecho está ahí. En algunas publicaciones internacionales llama la atención que el apartado de España se encuentre en blanco o con tres puntitos, o sea que no hay datos. La Prensa puede educar mucho en este terreno. No hay que pedir perdón porque se citen estadísticas; el lector no se agota por muchos datos sino sólo por exceso de malos datos.

– ¿Deben depender de la Administración los datos?
 Lo mejor es que haya una pluralidad de fuentes de estadística, como en todo. Alguna básica, como los censos de población, deben ser asumidas por la Administración, por razones de coste, fiabilidad…Estadística significa Ciencia de los Estados. Pero un detalle: todavía hace poco que ha aparecido el Censo Español del 60 por provincias; ya sólo vale para estudios históricos. En este aspecto estamos más atrasados que muchos países subdesarrollados. Con la particularidad de que esta actividad aquí empezó muy pronto. A mediados del siglo pasado teníamos censos cada diez años, como sólo los había en una docena de países o, si me apuras, en media docena.

– Otro cambio de asunto. ¿Cuál es tu explicación sociológica sobre la Revolución de Mayo en Francia?
Como cada día se escribe un libro sobre el tema, no se sabe. No es por escabullir la opinión, pero no tengo un juicio claro. Parece que se trata de un nuevo tipo de protesta, que no es la proletaria. Esta empezó hace ciento cincuenta años y parece que se acaba. ¿Qué es lo nuevo? No se sabe.

Hipótesis para el postfranquismo

– Sobre la evolución política en el postfranquismo, quizá pudieras exponer alguna hipótesis
 Hace un par de años ya dije públicamente que estábamos entrando en el postfranquismo (creo que la palabra apenas se había escrito). Fraga me echó una gran bronca por ello y yo le remaché encima que quien mandaba era Carrero Blanco y su forma de ver la Política. Siento por Fraga -a quien admiro como maestro universitario que fue en sus tiempos- que mi predicción se haya cumplido tan cabalmente. ¿Nuevas predicciones?  Es difícil, cconsejo-de-ministros-de-francolaro, cuando los personajes de la función no sueltan todo su papel. Si Juan Carlos es coherente y valiente hará lo que quiso su padre: ser el Rey de todos los españoles, con partidos políticos y elecciones regulares. Pero las fuerzas que le apoyan no desean eso porque creen que de hacerlo, dejarían de mandar, lo cual no es seguro. Pero si no se hace, no entramos en el Mercado Común y si no entramos aquí va a estar en contra medio país. ¿Solución? Se irá abriendo la mano poco a poco. Si da «mal resultado», Dictadura Militar. Lo que nadie se cree es que aquí vayamos a inventar la pólvora con una Monarquía-del Movimiento-organicodemocrática y pluriformista. Esos son galimatías y estos españoles de hoy son bastante claros. Creo que están un poco hartos de galimatías.

Terminada la entrevista, y cuando el diálogo quedó trascrito, pasé el texto al entrevistado. No suprimió nada; pero, en cambio, añadió algunas cosas de su puño y letra. Quedaron incorporadas. Ahora, todo despierta de un largo sueño.

Nota del autor:
Franco
nombraba por entonces Príncipe de España y heredero en la Jefatura del Estado a título de Rey a Juan Carlos de Borbón; pero el futuro era tan inescrutable como siempre.

Este periodista, redactor-jefe en un periódico, se planteó hacer una serie de entrevistas, destinadas a un libro que cabría denominar de domingo, como se suele calificar a ciertos pintores que sólo disponen para el arte de los días no laborables.

Aplazada la publicación por circunstancias particulares del momento, se perdieron luego las carpetas con los originales. 40 años después, haciendo limpia en dos casas y un garaje, he dado con varias de aquellas entrevistas. Algunos personajes siguen en candelero, otros viven más retirados y no faltan los que pasaron a mejor vida. Pero, con unos trazos introductorios nuevos, los diálogos mantienen un interés, leídos con la perspectiva del tiempo transcurrido. Así fuimos y así dialogamos.