espacioseuropeos.com (13/8/2009)san-suu-kyi
La Junta Militar que gobierna Birmania, con el apoyo de Estados Unidos, ha sentenciado a la activista birmana Aung  a dieciocho meses de arresto domiciliario. La sentencia se produjo tras un polémico juicio.

La Premio Nobel por la Paz, Suu Kyi ha estado detenida más de catorce años de los veinte que lleva gobernando la dictadura militar, debido a discrepancias por la forma de gobierno de los militares  birmanos.

Con esta sentencia, la Junta Militar pretende obstaculizar el paso de Suu Kyi a las elecciones programadas para el año que viene.

Lo curioso de esta sentencia es que se basa en un «misterioso incidente», como lo han calificado varios medios de comunicación. El caso es que un estadounidense, supuestamente llamado John Yettaw, estuvo bañándose «sin ser invitado» cerca de la casa de Suu Kyi. La sentencia considera que la activista birmana violó así su arresto domiciliario. El nadador estadounidense fue condenado, asimismo, a siete años de trabajos forzados.

Lo cierto es que el arresto de  la Premio Nobel se debe a que la Junta Militar la considera «una fuerte amenaza para la legitimidad de este régimen y sus planes para las elecciones del año que viene»,  según declaró su abogado.

En 2007 se registraron multitudinarias manifestaciones en contra del gobierno birmano. Los manifestantes, en la mayor protesta que ha conocido la historia de este país,  marcharon por las calles de Rangún en contra de la Junta Militar. Miles de monjes budistas, vistiendo sus hábitos color granate, encabezaban la marcha, que prometieron continuar con estas manifestaciones hasta que hayan «borrado la dictadura militar del territorio».

Estados Unidos es el gran valedor de la Junta Militar birmana, de hecho hace un año, el Senado de Estados Unidos descartó penalizar a la petrolera estadounidense Chevron por mantener «relaciones estrechas» con la Junta Militar.

Varias asociaciones estadounidenses protestaron por ese apoyo a la Junta Militar, como fue el caso de la Alianza Democrática Birmana Estadounidense, que por entonces mmanifestaciones-de-monjes-en-birmaniaanifestó que «a menos que Chevron se retire de allí, Estados Unidos no tiene autoridad moral para decirle a otros países que se retiren».

Pero el negocio es el negocio, y el petróleo aunque sea mezclado con sangre sirve. Quizás, incluso, aporte más energía. Y en esa línea de pensamiento, la senadora californiana, Dianne Feinstein -firme defensora de no imponer sanciones a Chevron-, declaró por entonces que si las empresas estadounidenses abandonan Birmania, «de todos modos otras empresas tomarían su lugar».

¿Habrá algún insensato o inocente que piense que Barack Obama alterará la posición de Estados Unidos?