España
José Manuel G. Torga (29/9/2009)funes-robert-en-indice
Una cuarentena más tampoco ha hecho callar a Funes Robert, que siempre fue un rebelde, no un revolucionario. Su chispa intelectual sigue saltando sin parar. Hace apenas un año escribía en «elmanifiesto.com (periódico políticamente incorrecto)»: «No soy keynesiano, lo fui en mis pasados años. Hoy soy funesiano, calificativo que me aplican y con el que me honran mis muchos devotos y seguidores. Recogí, perfeccioné y amplié el keynesismo y con la integración de las tres grandes escuelas -liberal, marxista y keynesiana – he realizado la más importante,  si no la única, aportación española al pensamiento económico de todos los tiempos».

Más adelante reconocía: «…el keynesismo, al ser la primera doctrina que se apoya en el dinero nuevo (entiéndase, aclara el periodista, desaparecido el patrón oro) es la más válida de todas las doctrinas en circulación».

Antes de concluir lanza una puya lacerante: «En Argentina la escuela austriaca, llevada allí por Carlos  Solchaga,  logró que se pasara hambre en uno de los grandes productores de carne y trigo».

Con el retroceso de la moviola, recuperamos la  plasmación de la charla que quedó detenida en los mecanismos de la máquina del tiempo., en el año 69.

Nacido en Madrid, en noviembre de 1921, Manuel  Funes Robert es licenciado en Ciencias Económicas, con Premio Extraordinario, y licenciado en Derecho. Forma parte del cuerpo de  Técnicos Comerciales del Estado.

Como autor, tiene varios libros de impacto  que nos ayuda a explicar de qué van, en meras píldoras:

* «Marxismo y Comercio internacional», en el cual analiza la crisis del Tercer Mundo, mediante una síntesis de las teorías de Marx y Keynes, que, depuradas y completadas con ideas nuevas, proyecta sobre la comunidad de naciones, relacionándolas con las teorías de Vitoria y Suárez de modo que se conjuga el Derecho Internacional con una base económica que hasta ahora no tenía.

* «Un programa para la economía española», de abril de 1965, es la obra en la que detalla un plan para emplear los excedentes de divisas de aquella época, en una especie de plan Marshall autofinanciado. Ya en ese libro se apunta y desarrolla la idea de la «renta de situación», el valor económico del activo geográfico nacional, cuya manifestación estelar es el turismo, que ha partido en dos nuestra historia.

* «Análisis General de la Economía Española», libro en el cual funde las tesis internacionalistas, expuestas en el primer libro citado, con las referentes a España, a base de establecer el principio de que la geografía ha partido en dos la teoría convencional del desarrollo, de modo que ésta sigue siendo válida  para los países pobres, situados físicamente lejos de los ricos; pero deja de ser válida para los situados en la periferia de los países poderosos, cuyo turismo cambia radicalmente la situación del sector exterior de los países en desarrollo próximos.

* «Valor Político de la bafunes-robertlanza de pagos en España». En esta obra, la última hasta el momento, estudia la trascendencia política que tiene la tenaz visión pesimista del sector exterior de nuestra economía, tras la cual puede haber toda una estrategia egoísta del antiguo y poderoso proteccionismo español.

Autor de centenares de artículos, puede decirse que no hay periódico o revista nacional de importancia que no haya publicado artículos y ensayos de Manuel Funes Robert. Como conferenciante ha ocupado un variado mapa de tribunas españolas.

Asimilar la renta de situación
– ¿Cuál ha sido tu crítica más dura a la política económica aplicada en España?
La que descubre la incapacidad, real o simulada, para asimilar y utilizar la teoría de la «renta de situación». Si la Historia es un producto de la Geografía, no tiene por qué ser independiente la historia económica del valor económico de la posición geográfica. No ver esta realidad profunda, esta fuerza natural de la historia, y procurar, por el contrario, obstaculizar su acción y frenar sus beneficiosos efectos, ha sido y es el motivo de mi crítica básica. De este reproche general podemos descender a otros más concretos: haber dejado pasar la ocasión de montar un «plan Marshall« con los excedentes de divisas, montar cada dos años un plan de estabilización -dos por cada plan de desarrollo- de modo tal que más valdría hablar de la Comisaría del Plan de Estabilización que de la Comisaría del Desarrollo -haber devaluado la peseta sin necesidad en 1967, medida que, además, ha resultado contraproducente… etc., etc. Y, en particular, un reproche: el de haber entregado la economía española al capital extranjero, con frecuencia a precio de saldo, sin motivo y precisamente cuando España, a través y debido a la renta de situación, había logrado un independencia económica que nunca tuvo.

El turismo, maltratado por la Administración
– La realidad del turismo ¿ha correspondido a las expectativas económicas previsibles cuando el «boom» comenzaba?
El turismo ha sido maltratado por la Administración española. En los últimos 20 años ha recibido en créditos la mitad que en un semestre de los últimos tres años, ha recibido la exportación. La devaluación de la peseta fue un abaratamiento deliberado de la oferta turística española, medida ésta en divisas. Por los mismos bienes y servicios  por los que antes recibíamos 1.000 dólares, pedimos, desde noviembre de 1967, 857 dólares. El extranjero se  ahorra 143 dólares por cada mil que antes gastaba en España. Hemos impuesto por decreto, la disminución del gasto «per cápita» de los turistas. Lo único que podía haber neutralizado esto hubiera sido un incremento de la demanda mayor que la reducción del precio; pero esta reacción no se ha producido; y por eso, creciendo de modo natural y vegetativo la demanda turística exterior, los ingresos previstos han disminuido casi exactamente en el importe de la devaluación. Hemos perdido, en dos años, 500 millones de dólares de ingresos por culpa de la devaluación de la peseta. Creyó, en horamala, el gobierno que  favorecer al turista equivalía a favorecer al turismo.

– Así pues… (el interlocutor no se detiene)
A más de esto tenemos que el negocio turístico, el más rentable, el que da mayores márgenes de beneficio, nos lo están arrebatando poderosas agencias extranjeras ante la impasibilidad oficial española. No habiendo apoyado la creación de redes exteriores de captación y canalización de la demanda turística hacia España, los extranjeros lo han hecho por nosotros; han financiado la construcción de cientos de hoteles, llenando egoístamente el vacío de la poca o ninguna ayuda estatal a los hoteleros españoles. Miles de plazas están contratadas como contrapartida de estos generosos préstamos exteriores, a precios irrisorios y por muchos años. De modo que por el salario mínimo español, puede un turista inglés afecto a esas organizaciones, vivir en hoteles de casi lujo en Mallorca. Y, aún hay más: esas organizaciones no consienten que sus asociados o clientes empleen dinero en España; les dan unos vales que sirven para contabilizar los consumos que aquí hacen en los establecimientos de la agencia y luego liquidan en el país de origen. El valor añadido y los altos márgenes del negocio turístico se pierden para España.

– Potorga1dría interesar cómo resumes tu punto de vista sobre las relaciones España-Mercado Común
El acuerdo comercial con el MC, pobre sustitutivo de una petición más noble, que ha sido abiertamente rechazada, llega en un momento en el que España, difícilmente lo va a poder cumplir: cuando hay que someter a revisión nada más  y nada menos que el principio de la liberalización del sector exterior. A esa liberalización se debe el auge y desarrollo de estos años; pero, como ocurre con todo lo humano, hay también inconvenientes que ahora se empiezan a descubrir. La liberalización, buena para el desarrollo, ha sido mala para la balanza de pagos, pues ha servido  para desarrollar, en mucha mayor medida, la demanda de importaciones que la sustitución de importaciones. No es excesiva  la demanda global, sino la demanda concreta y particular de importaciones.

Quizá la Economía, más que otras materias, requiere un alta en el camino, para retomar la conversación en su segunda y última parte.

Nota del autor:
Franco
nombraba por entonces Príncipe de España y heredero en la Jefatura del Estado a título de Rey a Juan Carlos de Borbón; pero el futuro era tan inescrutable como  siempre.
Este periodista, redactor-jefe en un periódico, se planteó hacer una serie de entrevistas, destinadas a un libro que cabría denominar de domingo, como se suele calificar a ciertos pintores que sólo disponen para el arte de los días no laborables.
Aplazada la publicación por circunstancias particulares del momento, se perdieron luego las carpetas con los originales. 40 años después, haciendo limpia en dos casas y un garaje, he dado con varias de aquellas entrevistas. Algunos personajes siguen en candelero, otros viven más retirados y no faltan los que pasaron a mejor vida. Pero, con unos trazos introductorios nuevos, los diálogos mantienen un interés, leídos con la perspectiva del tiempo transcurrido. Así fuimos y así dialogamos.