Armen Kouyoumdjian (24/9/2009)armen-kouyoumdjian
No sé en qué momento o por qué razón, el gobierno federal suizo decidió involucrarse como facilitador mediando entre Turquía y Armenia.

Contrariamente a los países escandinavos, vuestro país se ha especializado en temas humanitarios inmediatos en el marco de conflictos violentos, y no en la ayuda para resolver disputas diplomáticas de larga duración.

Contrariamente a muchas otras disputas en curso, esta tiene aspectos emocionales, morales, históricos y permanentes. Lejos de no hablarse, las partes involucradas han estado dialogando regularmente una con la otra, a menudo con la ayuda de otros países, a veces directamente, a lo largo de las últimas dos décadas. Vosotros no tenéis ni siquiera una embajada en Armenia.

Personalmente no estoy al corriente de ninguna participación significativa de Suiza, o de ciudadanos suizos, en la cuestión Armenia. Tengo en efecto esta información de la mejor de las fuentes: cuando en junio de 1981 la organización armenia ASALA atacó la representación turca en Ginebra, vuestro ministerio de asuntos exteriores tuvo que enviar su personal a las bibliotecas públicas para saber quiénes eran los armenios y cuáles eran sus reivindicaciones. El reino Franco Armenio de Cilicia cayó en 1375, menos de dos décadas después de la creación de vuestro propio país, y los armenios no tuvieron ninguna tierra que pudiesen llamar suya durante la mayor parte de los próximos 600 años.

Al considerar la naturaleza de las proposiciones hechas en los dos «protocolos», y particularmente en el segundo, me temo que vosotros como gobierno, y como electorado del cual pretendéis estar siempre muy cerca, no habéis seguido los preceptos de vuestro propio santo patrono, el santo del siglo XV Nicolas de Flüe, quién declaro: No os metáis en los asuntos de otros pueblos».

 Antes de que pretextéis de vuestros buenos sentimientos para con nosotros refiriéndoos al reconocimiento del Genocidio Armenio por parte de vuestro Parlamento Nacional en diciembre del 2003, debo puntualizar que esta fue una decisión legislativa más que una acción del Ejecutivo, y que ella provocó grandes esfuerzos para limitar los daños en las relaciones con Turquía, de las cuales esta última iniciativa aparece como la conclusión.

Ahora vamos al meollo del asunto. El primer protocolo me deja dubitativo. Puede que yo esté en minoríasuiza, al menos en la Diáspora Armenia, al pensar que no podemos volver a lanzar reclamos territoriales para recuperar tierras, -que incluyen un frente marítimo-, injustamente ocupadas por Turquía a principios de 1920. Por inicuo que parezca, la Real Politik de la actualidad no lo hace posible. Mejor aún, el gobierno de la República de Armenia ha reiterado que no tiene reivindicaciones territoriales contra Turquía, e insistir en dichas reivindicaciones solo le traería problemas diplomáticos. Un comentarista, en una astuta pieza de geopolítica ficción, describió cómo, hipotéticamente, Turquía pudiese devolver esos territorios que serían incorporados en Armenia incluyendo a toda su población turca.

El crecimiento de dicha población llegaría a ser tal que lograría obtener una representación mayoritaria  en el Parlamento Armenio, ¡y votaría para integrar a toda Armenia en Turquía!

Independientemente de lo cual la apertura de la frontera con Turquía, -el cierre de la cual es permitido por la ONU solo en tiempos de guerra o de catástrofe mayor-, es esencial para el desarrollo económico de Armenia y fue impuesta por el gobierno turco.

El tema del enclave de Karabagh y su corredor de acceso hacia Armenia es muy diferente. Allí hay que aplicar el derecho de auto determinación de los  pueblos. Esta es una tierra poblada enteramente por armenios, que fue cedida al Azerbaiyán turco por Stalin para cortejar a Kemal Ataturk, de quién el padrecito Stalin pensó erradamente que sería una buena cabeza de playa para extender el comunismo hacia el Medio Oriente. Tanto ese territorio como su corredor de acceso directo hacia Armenia deben ser conservados por nosotros. Ninguna fuerza de paz extranjera, ninguna declaración de buenas intenciones, aun menos ninguna promesa o garantía reemplazarán nunca la posesión efectiva de nuestro territorio.

De la ayuda alemana para organizar el genocidio de 1915, a la no intervención de la flota francesa en la costa de Adana, y de la vergonzosa retirada de las tropas inglesas al fin de la Primera Guerra Mundial -que en una versión anunciadora de Srebrenica dejaron masacrar a todos los armenios de Bakú- a las promesas incumplidas de todos los presidentes de los EE. UU. –Obama incluido- de reconocer el Genocidio, hemos perdido toda confianza en las promesas de occidente.

Ahora veamos el segundo protocolo, un acto vergonzante donde los hubiere, relativo a la creación de una comisión histórica bipartita, con miembros «independientes», para examinar los acontecimientos históricos relacionados con las masacres de armenios de 1880 a 1920. Proponer tal comisión quiere decir que hay que invgenocidio-del-pueblo-armenioestigar hechos que no están claros.

¿Qué sílaba de «Genocidio» le cuesta entender a las autoridades suizas? ¡Lo que proponéis equivale a sugerir que los actuales partidos nazis y los descendientes de los líderes del Tercer Reich se sienten con el gobierno israelí y las organizaciones judías a discutir de la veracidad del Holocausto! ¡Nosotros, armenios, estamos hastiados de tener que «negociar» la verdad!

¡Ah!, ya os oigo decir «no es lo mismo». Y tendríais razón. El Genocidio Armenio fue proporcionalmente mucho más grande, y estuvo en su época mucho mejor documentado que el Holocausto judío. Por muy desagradable que suene el manosear las cifras (de lo cual no podéis culparos sino vosotros mismos) la proporción de la población armenia que fue masacrada fue mucho mayor.

El crimen no tuvo lugar en los limitados confines de los campos de exterminación, de los cuales solo se escapaba el rumor. Los armenios fueron masacrados al aire libre, en las aldeas, en los campos y las ciudades. La fotografía y el cine ya eran de uso común, y las imágenes están ahí. Copias de los documentos que impartieron las órdenes están a vuestra disposición.

Un número significativo de diplomáticos occidentales (en ese tiempo la mayor parte de los países tenía Cónsules hasta en las ciudades más pequeñas), misionarios, doctores y profesores, fueron testigos presenciales de lo ocurrido. Aun cuando los gobiernos rehusaron hacer algo al respecto, hubo una tremenda presión de parte de la prensa y de la opinión pública de la época.

Más recientemente, incontables académicos han llevado a cabo nuevas investigaciones. ¿Qué  es exactamente lo que está en duda y requiere más investigación? ¿El color de las ropitas de las crías cuyas cabezas fueron estrelladas contra los muros de las iglesias?

Esta proposición, al provenir de Suiza, contradice no solo el voto de vuestro propio Parlamento en el 2003 sino que es una afrenta vergonzosa y gratuita al pueblo Armenio, tanto el de la Diáspora como el de la República de Armenia. Nadie que se considere a sí mismo armenio osaría tomar parte en  tal parodia de transparencia», cuyo único objetivo consiste en arrojar la sombra de la duda sobre hechos históricos incuestionables.

Hay una Historia que no tiene dos caras como las medallas, y vuestra actitud, desafortunadamente compartida por algunos medios de prensa internacionales, borra de una plumada cualquier pretensión que Suiza pudo tener en el pasado de enarbolar los elevados principios de la moral.armenios

Ya sea por ignorancia, o porque actuáis como testaferros de algunos torcidos intereses en esta materia, sois culpables de todos modos.

En estos continuados esfuerzos para asesinar nuestra memoria histórica y poner en peligro lo que nos queda de independencia territorial, -esfuerzos presididos una vez más por la mentira que aplasta a la verdad-, encontramos, curiosamente, algún motivo de satisfacción.

Lo que fuere que hiciéramos a lo largo de tres milenios de Historia para seguir existiendo, lo hicimos con nuestras propias fuerzas.

No hemos jugado con el sentimiento de culpabilidad de nadie para robarle un territorio al único pueblo que nos trató bien a lo largo de la historia, el pueblo Árabe, para no mencionarle. No intentamos influenciar ni la política ni la economía mundial para crear una renta de situación para nosotros, ni estimulamos a otros a continuar costosas e inútiles guerras que sirven nuestros intereses. Podemos caminar por cualquier calle del mundo con la frente alta, lo que es mucho más de lo que puedo decir del gobierno y del pueblo de Suiza.

N. de la R:
El autor es Consejero en Asuntos Internacionales y Culturales de la Comunidad Armenia de Chile. Esta Carta lo es a título privado, según aclara su autor.
Más información sobre los protocolos acordados entre los gobiernos de Armenia y Turquía  en:
http://www.cna.org.ar/2009/09/04/el-consejo-nacional-armenio-considera-inaceptables-los-protocolos-propuestos-por-parte-de-las-cancillerias-de-armenia-y-turquia-con-mediacion-suiza/

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