Enrique Oliva (9/9/2009)obama-y-putin
El diario conservador francés «Le Figaro» del 28 de agosto pasado trae el duro título, y subtítulo, con que se encabeza entre comillas esta nota. No es el único medio europeo que comienza a expresar claramente los sentimientos del viejo mundo. Los aliados que acompañaron hasta ahora las operaciones guerreras, políticas y económicas de Washington en todos los continentes, temen que sus actitudes concretas pongan en peligro su seguridad y, por contradecir la voluntad popular, los gobiernos no pueden evitar que sus ciudadanos los condenen en las urnas, afectando sus carreras políticas y la estabilidad interna.

Polonia, país habituado a padecer los conflictos entre Oriente y Occidente, sufriendo involuntariamente el paso sangriento y depredador de su territorio de cuantos ejércitos lo han recorrido de ida y de vuelta; recordemos sólo tres casos: Napoleón Bonaparte a principios del Siglo XIX y las dos grandes guerras mundiales del Siglo XX con el doble tránsito de alemanes y rusos.

En abril pasado el presidente polaco y su primer ministro estuvieron en Washington y aparecieron muy sonrientes junto a Barack Obama celebrando comunes acuerdos. Entre promesas de diversas ayudas, confirmaron la instalación de un escudo antimisiles en Polonia, que se uniría a la «defensa de Europa» con otro a montar en la República Checa. Ambos proyectos hoy no tienen fecha de inicio y parecen olvidados desde que Obama visitó Moscú.

Las autoridades de Varsovia, como jefes de diversos estados que, de uno u otro bando protagonizaron la Segunda Guerra Mundial (con más de 30 millones de muertos) esperaban conmemorar el pasado 1º de este septiembre los 70 años del inicio de aquel trágico comienzo de las beligerancias. Obama, esperando reproches no asistió a la cita histórica. Pero si estuvo presente Vladimir Putin. El hombre fuerte de Rusia recibió severas críticas oficiales al comportamiento de su país cuando conformaba la URSS, entonces gobernada por José Stalin. Pero respondió defendiendo, tanto el proceder del régimen del siglo pasado como a su líder comunista, aunque sin nombrarlo. Más no hubo mayor discusión porque también hoy Polonia sigue mejorando su intercambio comercial con Moscú, y negocia un convenio de suministro de petróleo y gas.

España amplia sus contradicciones. José Luis Rodríguez Zapatero llegó a la presidencia por prometer retirar las tropas de su país en Afganistán e Irak. Sin embargo, a principios del 2009, también sin ruborizarse, aumentó su dotación militar en esos estados asiáticos ocupados, argumentando que sus soldados se dedicarían solo a misiones de paz (reconstrucción, salud, etc.). Más el viernes 5 pasado «un cabo español resultó herido leve en una misión de escolta a fuerzas de seguridad afganas», cuando seis días antes fue herido un sargento. ¿No se trataba solo de misiones de paz? Y el día del segundo ataque, prometió enviar más tropas a Afganistán, medida que aprueba el opositor Partido Popular (PP) cuando ya tiene desplazadas en la región 780 efectivos.

Turquía por su parte, ya no reitera el pedido de más de 15 años para ingresar al ente europeo, a pesar de insistentes apoyos de Barack Obama y sus predecesores en la Casa Blanca. La razón de tal negativa es el temor declarado de engrosar en 65 millones los habitantes musulmanes, cuando es ya la segunda religión del viejo mundo. Además Turquía, con 755.688 k2 es la más extensa del continente y, con su alta población (solo superada por Alemania) tendría algún derecho a incidir en la participación del gobierno del ente europeo.

El pasado domingo, el «ABC» enrique-olivade Madrid titulaba: «La sociedad turca vuelve la espalda al proceso de adhesión a la Unión Europea». Es de destacar que el presidente turco Abdullah Gün y el primer ministro Recep Tayyip Erdogan, el 27 de agosto pasado, recibieron en Ankara al nuevo Secretario General de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, llegado con el declarado propósito de «convencer al poder turco de enviar fuerzas combatientes a Afganistán». En ambas entrevistas infructuosas, el visitante debió soportar críticas personales, al recordársele que Turquía, siendo él primer ministro de Dinamarca, lo objetó por aprobar la publicación de caricaturas ofensivas de Mahoma.

Nota:
Este artículo será seguido de otro tratando los casos especiales de Gran Bretaña y Alemania con respecto a Europa y la situación en Irak y Afganistán.