Francisco Segura (3/9/2009)coches
Para Ecologistas en Acción la reciente reducción de la caída en las ventas de coches no es una buena noticia. Ni para el empleo, ni para el medio ambiente, ni para la sociedad. Todo lo contrario.

Durante el mes de agosto las ventas de coches han igualado, prácticamente, a las ventas de agosto del año pasado, tras 15 meses consecutivos de caída en las mismas. Pero, a diferencia de lo que se viene afirmando desde los sectores del automóvil, no es una buena noticia, sino todo lo contrario.

No es una buena noticia para el empleo. Si lo que se quiere es obtener más empleos y de calidad, la mejor estrategia sería la de invertir en transporte público, no en automóviles. Efectivamente, como demuestran numerosos estudios, a igualdad de recorrido de viaje, el transporte público genera el doble de puestos de trabajo que la movilidad privada.

Además, los empleos en transporte público son de mucha mayor calidad y, desde luego, no tienen el riesgo de las deslocalizaciones, algo tan frecuente en la industria del automóvil.

Tampoco es una buena noticia para el medio ambiente. Seguir promoviendo el medio de transporte que más problemas ocasiona al medio ambiente y a la salud de los ciudadanos, no es una estrategia inteligente. Efectivamente, la mayor parte de las emisiones de CO2 del transporte provienen del automóvil; más de 3.000 personas fallecen cada año en España por accidentes de tráfico y más de 16.000 a causa de la contaminación del aire que proviene de los tubos de escape…

Del mismo modo, conviene recordar que uno de los principales detonantes de la crisis actual ha sido el aumento de los precios del petróleo. No parece pues una medida razonable desde el punto de vista económico seguir creando las condiciones para continuar quemando este combustible, haciéndonos aún más dependientes energéticamente y aumentando el déficit de nuestra balanza comercial.

También se pueden ver las ayudas al automóvil como una gran injusticia económica. Conviene recordar que una tercera parte de los hogares españoles no tienen coche, la mitad de ellos porque no se lo pueden permitir. En el fondo, con el pretexto de solucionar un problema, las ayudas al sector del automóvil están transfiriendo cuantiosos recursos económicos a los sectores de la sociedad que menos lo necesitan. Esto es aún más patente en lugares como la Comunidad de Madrid, donde las ayudas son mayores para los vehículos más caros y despilfarradores, al subvencionar el 20 por ciento del impuesto de matriculación.

En este mismo sentido, numerosos estudios destacan que los costes externos del transporte -esto es, los costes que genera el transporte y que no pagan los usuarios por lfrancisco-segurao que son sufragados por el conjunto de la sociedad- son tremendos. Así, la suma de los gastos médicos y de seguridad social que ocasionan los accidentes de tráfico, junto con la contribución del transporte al cambio climático, la destrucción de espacios naturales, los gastos derivados de la congestión, etc., se cuantifica en un 9,56 por ciento del PIB español para el conjunto del transporte. Y la mayor parte de estos costes externos son debidos al automóvil.

Si a esto le sumamos las tremendas inversiones en infraestructuras para el coche -sólo el Gobierno central se está gastando durante 2009 nada menos que 5.636 millones de euros en nuevas autovías, y eso que somos el país europeo con más kilómetros de estas infraestructuras- nos daremos cuenta del tremendo esfuerzo económico que estamos realizando toda la sociedad para que se recupere una industria que, a poco que se analice como hemos tratado de resumir aquí, no resiste un mínimo análisis entre sus supuestos beneficios y sus costes.