España
José Manuel G. Torga (14/10/2009)torga-y-magdalena
En la fiesta del Pilar ha fallecido, a los 95 años de edad, Enrique Miret Magdalena. Formaba parte del friso de entrevistas inéditas, que están viendo la luz en espacioseuropeos.com. Quede, pues, como aportación a su memoria, a la vez que cumple el servicio a los lectores.

Desde aquel  entonces (el consabido 1969),  Miret Magdalena había seguido, casi imparable, sin dejar de escribir y publicar. Entre sus muchos libros está «Luces y sombras de una larga vida». Y en la Prensa diaria, los artículos en El País y El Periódico de Catalunya.

Además, su actividad discurrió por una pluralidad de rutas. Por la de la Economía desempeñó el cargo representativo de Presidente de COPYME (Confederación de la Pequeña y Mediana Empresa). En Política fue director general de Protección de Menores, cuando Felipe González ocupaba La Moncloa. Su larga trayectoria de teólogo seglar le llevó a la presidencia de la Asociación de Teólogos Juan XXIII.

Al autocalificarse como católico agnóstico formulaba una especie de contradicción en los términos que, pese a todo, no le impidió opinar con toda amplitud.

Y dicho esto, a modo de pinceladas de retoque para una mínima actualización, lo que sigue fue la entrevista del ayer.

Zaragozano de nacimiento, estudió el bachillerato y la carrera de Ciencias Químicas en Madrid, donde  también  terminó  el curso de doctorado el año 1942. Se dedica profesionalmente a la especialidad de Aislamientos y Decoración, al frente de una empresa familiar.

En su actividad como escritor de temas teológicos, el primer artículo lo publicó en el diario madrileño Informaciones, y allí colaboró semanalmente durante algunos años. Con varios amigos fundó la revista «Espiritualidad» seglar, que dirigió en su primera época, y en la que escribió de forma asidua.

Al comenzar el Concilio Vaticano II inició su colaboración en el semanario de información general «Triunfo», con temas y comentarios de actualidad religiosa, a través de los cuales ha sabido mantener constante el interés.

En 1955 fue nombrado por el Cardenal Primado, monseñor Pla y Daniel, Presidente Nacional de Graduados de Acción Católica. Después fue reelegido por el episcopado español hasta que,  a finales de 1967, dimitió por disconformidad con los Nuevos Estatutos de Acción Católica, aprobados entonces por el episcopado, y que  creía no representaban la mayoría de edad que el seglar debe tener dentro de la Iglesia.

En enero de 1965 fue nombrado secretario general de la U.N.A.S. -único puesto directivo de seglar en esa federación- que engloba a todas las organizaciones de apostolado seglar en España. En marzo de 1968, dimitió de este cargo por desacuerdo con las líneas de mayor rigidez que estaba adoptando dicho organismo.

Durantelibro-de-miret-magdalena cuatro años fue miembro del Consejo Internacional de Pax Romana (movimiento internacional de intelectuales católicos), y lo es del Centro Internacional de Información y Orientación de la Iglesia Conciliar, (IDO-C), con sede en Roma, del cual forman parte los principales escritores y teólogos  católicos de todo el mundo. Ha sido nombrado además vocal del Comité Ejecutivo de este Centro.

Es, desde el año 1965, profesor del Instituto Superior de Pastoral, de la Universidad Pontificia de Salamanca, habiendo formado parte de  su Consejo de Dirección. Su especialidad es la Teología del laicado.

Lleva publicados cinco libros: «¿Qué eran los sacerdotes obreros?»; «Método de formación y acción»; «Los nuevos católicos» (agotada, en mes y medio, la primera edición); «El celibato del clero» ¿perdurará?; y «Cristianismo para el pueblo» (la primera edición de estos dos últimos, agotada en tres  meses).

Aparte de su sección en «Triunfo», aparece su firma en varios revistas, como «Vida nueva», Hechos y dichos, «Cuadernos para el Diálogo», «Journal de Pax Romana», y también «Informations Catholiques Internacionales».

Su fama como conferenciante de temas católicos en relación con los problemas de la sociedad le ha llevado a hablar, frecuentemente, en ambientes obreros, universitarios e intelectuales, de diferentes lugares de España.

Ha asistido a numerosos Congresos católicos, y estuvo especialmente invitado a varias sesiones del Concilio Vaticano II.

Está casado y es padre de siete hijos, la mayor de nueve años.

Hablamos en el despacho que ocupa en su empresa. A su espalda, en la pared, dos almanaques, un cuadro abstracto, dos fotos de primeras comuniones, y un Corazón de Jesús.

Antecedentes familiares: clericales y anticlericales
– No es frecuente, en nuestro contexto español, que un laico viva la dedicación intelectual que usted tiene por las cuestiones religiosas. ¿Cómo surgió esa preocupación?
Tendría, para explicarlo, que remontarme a la época de mi adolescencia. Mi familia estaba dividida en dos: la mitad era de izquierdas, anticlerical y poco  afecta a la Iglesia Católica; la otra mitad era derechista, clerical y muy practicante. Yo había recibido una educación familiar muy estricta y conservadora en el plano religioso; pero, al mismo tiempo, tenía fuertes inquietudes culturales. Esta división en mi familia, en que los más cultos no eran católicos; y los menos cultos lo eran, produjo en mí una fuerte preocupación. Frecuentemente me preguntaba: ¿es incompatible la fe católica con la cultura?; ¿el catolicismo tiene necesariamente que estar aliado a las posturas de derechas, como veo en mi familia? De estos dos interrogantes partió mi interés por profundizar en lo religioso; y la lectura de algunos escritores católicos de mentalidad abierta, casi todos extranjeros -en España algunos de ellos estaban entonces mal vistos, o hasta prohibidos- me hizo vislumbrar que se podía ser perfectamente católico, y de mentalidad cultural y social totalmente  abierta. Pero estas lecturas, así como las reflexiones constantes que me producían, y las numerosas notas que tomaba de todo ello, brotaban espontáneamente, sin prever ninguna finalidad para estas aficiones, que eran puramente personales. Entre estas lecturas marcó especialmente mi actitud un libro español, escrito ya hacía bastantes años  por un sacerdote catalán, Ángel Carbonell, titulado «El colectivismo y la ortodoxia católica». En él cohonestaba el socialismo más radical, en el plano económico-social, con el pensar católico. Desde entonces comprendí que se podía propugnar una nueva estructura social, radicalmente distintrevista-triunfoa de la usual en los países capitalistas, no sólo sin que hubiera contradicción con los principios fundamentales y obligatorios del catolicismo, sino que los cristianos debían haber ido por este camino, de total apertura social, económica y cultural, como hicieron los seguidores de Jesús que vivían el siglo I en Jerusalén, y que «ponían todo en común… y lo repartían según las necesidades de cada uno» («Hechos de los Apóstoles», II, 44-47). Lo que me preguntaba entonces y me pregunto ahora, es cómo esta reacción de los primitivos cristianos, se agostó tan rápidamente en la historia posterior del cristianismo. Sin duda los que se llaman cristianos, no son cristianos muchas veces, y le hacen padecer una pesada carga histórica al cristianismo.

– ¿Cuándo empezó Vd. a escribir en la Prensa sobre temas religiosos?
Hacia el año 1953, mi amigo Manolo Cerezales fue nombrado subdirector de «Informaciones»  y me animó a expresar por escrito mis ideas religiosas, con motivo de acontecimientos católicos de actualidad. Hecho el primer ensayo, a satisfacción suya y del director, empecé a colaborar todas las semanas, durante varios años, escribiendo un artículo de comentario personal, además de una breve selección de noticias y un comentario de libros de actualidad religiosa. Mis ideas de entonces, se parecen a las actuales; aunque, como es natural, yo mismo he avanzado mucho en estos planteamientos. Y, por si esto fuera poco, entonces había que cuidar mucho lo que se decía. Hoy se puede exponer con mayor claridad lo que uno piensa: antes, el país estaba tan clericalizado, que era casi imposible disonar del todo. Pero, a pesar de los múltiples inconvenientes, propios de aquella época, tuve una gran libertad, por parte del equipo directivo del periódico -que era tradicionalista- para exponer, aunque fuese con cuidado, lo que yo pensaba.

– Parece que hay un proceso multiplicador del interés periodístico por los temas religiosos…
El Vaticano II ha producido la explosión de interés por esta clase de temas, lo mismo en creyentes que en no-creyentes. Prueba de ello es que «Triunfo», donde desde hace siete años escribo todas las semanas, es una revista totalmente profana, que empezó a solicitar mi colaboración con motivo del Concilio. Después, el director y toda la plana mayor de la revista, me pidieron que siguiera escribiendo en ella. Sin duda la intervención de los propios lectores de la revista fue decisiva, para percatarnos todos de este decidido interés del público por los temas religiosos vivos y abiertos. Mis lectores son -por otro lado- lo mismo creyentes -de cualquier tendencia, pues algunos conservadores tienen una gran curiosidad en lo que yo escribo, por mucho que les asuste- y también gente no-creyente, e incluso atea.

Presiones directas o indirectas
– ¿Qué problemas le han producido sus artículos y sus libros?
La suspicacia de unos y el entusiasmo de otros. Mucho menos la indiferencia. Sin embargo, en mi propia experiencia de coloquios públicos y cartas de lectores, he encontrado más acogida que ataques. No obstante tengo que decir que varias veces he recibido llamadas de atención, directas o indirectas, de altos eclesiásticos que me querían disuadir de que siguiera escribiendo. Pretendían que dejase totalmente la pluma; o bien que adoptase un lenguaje más edulcorado y más eclesiástico. Yo, sin embargo, he seguido adelante con total independencia; y esto me ha valido el respeto, o la tolerancia, de todos estos contradictores asustadizos.

–  Me gustaría que concretara alguno de los conflictos vividos.
Podría decirle que varias veces, además de esas críticas públicas o privadas, he recibido presiones directas o indirectas, que hubiesen sido muy fuertes si yo no hubiera tenido la independencia personal y económica que tengo. Por ejemplo, durante el Concilio escribí un artículo muy sincero, criticando la recelosa actitud de Pablo VI con el tema de la libertad religiosa; mi crítica recordaba la doctrina medieval de la «corrección fraterna» que los fieles católicos deben ejercer respecto a la Jerarquía. Yo seguí, en esta ocasión, los consejos de San Agustín y Santo Tomás, exponiendo públicamente mis reservas a aquella actitud, porque tales posturas  demasiado diplomáticas del Papa, habían producido un fuerte escándalo entre muchos creyentes y no-creyentes. El Papa San Gregorio Magno impuso untorga-21a norma canónica que los eclesiásticos debían difundir, durante muchos siglos, para ilustración de los católicos: «avisar a los inferiores que no sean más sumisos de lo debido».

En otra ocasión escribí un artículo titulado «La crisis del Catolicismo», que fue repartido entre todos los obispos españoles, poco antes de una Asamblea Episcopal, para que tomasen alguna medida contra mí. Sin embargo, salvo una vaga nota salida en la Prensa, que lo mismo se podría aplicar a los excesos de los conservadores, no recibí ninguna indicación directa; e incluso hubo tres obispos que me animaron a continuar mi labor en «Triunfo»; entre ellos, el fallecido obispo de Santander, monseñor Puchol. También, cuando escribí sobre la «Humanae Vitae», tuve que explicarme en una entrevista eclesiástica de alto nivel; en ella insistí -porque me siento unido a ellos- en que mi postura era la de teólogos tan ortodoxos como Rahner,  Haëring  y  Küng, los cuales están de acuerdo con la casi totalidad de las Conferencias episcopales extranjeras, que públicamente no han sido desautorizadas por el Papa.

(Hasta aquí la primera parte, para continuar sin abrumar).

Nota del autor:
Franco
nombraba por entonces Príncipe de España y heredero en la Jefatura del Estado a título de Rey a Juan Carlos de Borbón; pero el futuro era tan inescrutable como  siempre.
Este periodista, redactor-jefe en un periódico, se planteó hacer una serie de entrevistas, destinadas a un libro que cabría denominar de domingo, como se suele calificar a ciertos pintores que sólo disponen para el arte de los días no laborables.
Aplazada la publicación por circunstancias particulares del momento, se perdieron luego las carpetas con los originales. 40 años después, haciendo limpia en dos casas y un garaje, he dado con varias de aquellas entrevistas. Algunos personajes siguen en candelero, otros viven más retirados y no faltan los que pasaron a mejor vida. Pero, con unos trazos introductorios nuevos, los diálogos mantienen un interés, leídos con la perspectiva del tiempo transcurrido. Así fuimos y así dialogamos.