Mi Columna
Eugenio Pordomingo
(3/10/2009)tengo-una-corazonada
Una campaña de lujo, dinero a raudales, casi medio millón de personas en Cibeles para apoyar  la candidatura de Madrid a las olimpiadas de 2016, aparte de contar con el apoyo y la presencia de toda la «aristocracia» política, empresarial y mediática, no han servido más que para escuchar unos tímidos gemidos. Nadie ha asumido el fracaso ni la responsabilidad. Ahora, a esperar a que escampe…

Nada más escuchar al presidente del Comité Olímpico mencionar a Río de Janeiro, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón y el presidente del gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, se fundieron en un abrazo, como si no quisieran despegarse y volar juntos así hasta Madrid sin tener que comparecer ante la prensa.

Pero la vida es muy dura, sobre todo para la mayoría de los que han viajado a Copenhague con «todos los gastos pagados», mientras aquí quedaba la masa embobada implorando por el Sí a nuestra candidatura. Da lo mismo que los hijos estén en el paro, que nos suban los impuestos o que nos descuarticen en la calle. «Madrid, bien vale una misa», pues «tenemos una corazonada»…

«La responsabilidad es mía», sólo mía, dijo el alcalde madrileño días antes del fracaso en Copenhague. Pero, no, alcalde, no; la responsabilidad es de todo el gallinero por no protestar como han hecho en Chicago contra el excesivo gasto que conllevan estos eventos.

Se habla en mentideros bien informados que «la corazonada» ha costado entre 7.000 y 10.000 millones; que ha habido muchos «cargos» que han estado cobrando un pastón, y que seguirán cobrándolo durante unos meses, si es que no continúa la juerga. Que «asesores», publicistas, ladrilleros y demás se han puesto las botas como Bárcenas, el tesorero del PP, que se compraba lujosos pisos a tocateja en billetes de quinientos euros…

Muchas cosas nos han llamado la atención en la «pre» de nuestra candidatura -bueno, la de ellos-, y es que en los anuncios en televisión y radio, un enjambre de personas de distintas nacionalidades (marroquíes, australianos, chinos, rumanos, etc.) decían sentirse «madrileños», pero nunca salía ninguno nacido aquí, aunque no fuera del foro.

Y a vueltas con el inglés. Todos los españoles hablaban en la lengua de Shakespeare, despreciando a don Miguel de Cervantes Saavedra… ¡Vaya caterva!