Mi Columna
Eugenio Pordomingo (11/11/2009)eugenio
De repente todos hablan -hablamos- de la corrupción. Los periódicos se llenan de artículos hablando de la corrupción y de los corruptos. Lo mismo acontece en las «tertulias» de radio y televisión.  Los de una tendencia hablan del PP; los de la otra, del PSOE; y los menos, de CiU, IU, BNG, ERC…

Todos proponen nuevas fórmulas, métodos al compás de los vientos y los tiempos. Ayuntamientos, comunidades autónomas y el Gobierno Central, preparan sus paquetes legislativos. Hasta los dormidos sindicatos apuestan por contribuir a mejorar el clima político; desalentador, por otro lado.

Unos plantean nuevas medidas judiciales; otros niegan lo evidente, amparados bajo la frase tan manida de que «ahora se investiga y antes no». Los partidos políticos se aprestan a elaborar un código ético -otro más- para que en su seno -que es donde más se da la corrupción- no se den estos casos y si se dan, hay que castigarlos con cuantas medidas «estén a nuestro alcance».

A mi me extraña mucho toda esta parafernalia repentina de «amejoramiento» del clima social, cuando todo es mucho más sencillo. Hay un dicho popular -sabio como todos los que emanan del pueblo- que dice «el que la hace que la pague».

Pues eso, simplemente, eso. El que robe, prevarique, «infle» presupuestos o se especialice en el oficio de «comisionista», primero que devuelva lo robado con resarcimiento público, o sea, con intereses. Segundo, que sea juzgado en breve tiempo y que, en cualquier caso, cumpla la condena impuesta, además de ser apartado en lo sucesivo de ocupar cualquier cargo en la Administración Pública o de ostentar cargo público o político.

No pido que los corruptos (el que da y el que toma) sean fusilados al amanecer como en China, por ejemplo, donde encima la familia del difunto corruptor tiene que pagar la bala del «tiro de gracia», pero está claro que algo serio hay que hacer.

No hacen falta nuevas leyes, ni códigos éticos ni estéticos, ni discursos grandilocuentes como los que en estos días hemos tenido que escuchar, ni ninguna otra zarandaja mguillotinaás. Queremos que se juzguen a los culpables, y con urgencia, a los de todas las tramas y «operaciones», iba a señalar algunas, pero me ocuparía mucho espacio.

Queremos ver en la pasarela de las «ruedas de reconocimiento» a alcaldes y concejales, a empresarios e intermediarios, a «conseguidores» de todo tipo y condición; y, por qué no, a los jueces y fiscales que han dejado pasar -archivando, sobreseindo o condenando levemente- a muchos que tan sólo su presencia ya era pestilente. Pero, la solución es muy difícil, sobre todo mientras el pueblo, los ciudadanos, sigan dormitando.

Me viene a la mente una frase del escritor catalán Noel Clarasó, que es todo un compendio de la realidad que, más que vivir, padecemos: «Un hombre de Estado es el que pasa la mitad de su vida haciendo leyes, y la otra mitad ayudando a sus amigos a no cumplirlas».