Andrés Soliz Rada (6/12/2009)andres-solizComo pedrada entre los ojos sobre quienes advertimos el riesgo de disgregación del país cayó el calificativo de «República Multirracial», usado por Hedelberto López Blanch, periodista cubano, identificado con el gobierno de La Habana, para referirse a Bolivia en su artículo «Evo Gana al FMI» («Rebelión», 27-XI-09). El sinistro régimen nazi fusionó los términos nación y raza. Lo multirracial fue usado para destruir a la ex URSS y astillar a Yugoslavia. ¿Qué le hizo Bolivia a López Blanch para que le augure semejante destino?

La Nueva Constitución reconoce la existencia de 36 naciones indígenas. ¿Habrá que reconocer ahora a 36 razas? Con ese criterio, ¿habría 512 naciones y razas en Sudamérica? Gobineau, padre del racismo moderno, sostenía, en desacuerdo con Bolívar y Martí, que las mezclas étnicas provocan la decadencia de los pueblos y de las sociedades. Es obvio que lo multirracial no es el camino para alcanzará la Patria bolivariana.

Evo no usa el término multirracial. Lo utiliza la «Nación Camba» para provocar el secesionismo cruceño. La profundidad del cambio que vive el país  obedece al bienvenido rescate de culturas, idiomas, tradiciones y visiones del mundo. Al no aceptar  esta transformación, los candidatos neoliberales quedaron derrotados antes de producirse los comicios presidenciales. Sin embargo, un sector del MAS pretende usar ese rescate para retornar al incario, para lo cual genera conductas autoritarias. El otro busca forjar un país unido y diverso, sin exclusiones y sin colonialismo interno.

Esta segunda visión articula múltiples mestizajes y es parte de un proceso de construcción del Estado nacional que despegó en 1952, con la conquista del voto universal, y se fortaleció con Conciencia de Patria (CONDEPA), que, en 1989, consiguió que Remedios Loza sea la primera mujer indo mestiza en llegar al Parlamento, dirigir un partido político y postularse a la presidencia de la República.

El reparto de bonos no es un triunfo de Evo sobre el FMI. Es sólo parte de una política económica contradictoria, que nacionalizó los hidrocarburos, pero que la dejó a medio camino y que cree que YPFB saldrá a flote con ayuda de Repsol, sin considerar que Repsol es parte indivisible del entramado de transnacionales que succiona a los pueblos periféricos. Evo rescató para el Estado la fundición de estaño y las reservas de Huanuni, pero el enorme yacimiento de plata de «San Crisóbal» y las «colas y desmontes» de «San  Bartolomé», siguen beneficiando al poder foráneo.

Se repartieron tierras fiscales y se instaló una planta hidrometalúrica de cobre en  Coro Coro (La Paz), pero la planta separadora de líquidos de YPFB fue saboteada por la corrupción. La instalación de la siderurgia está paralizada. El destino del litio definirá la pugna nación anti-nación en próximos meses. Casi se derrotó al analfabetismo, pero se carece de una política educativa y cultural coherente.

Los países vecinos no ayudan a que Bolivia industrialice sus materias primas. Brasil se alió al FMI. Perú y Chile prefieren los TLC. Paraguay también sufre la asfixia de Brasilia. Los Kirchner no revirtieron la enajenación a consorcios privados de sectores estratégicos, como minería y petróleo, impuesta por Menem. La deuda argentina, de 180.000 millones de dólares, tutelada otra vez por el FMI, impide articular políticas defensivas entre La Paz y Buenos Aires.

Los triunfos sobre el FMI tendrán lugar cuando funcione el Banco del Sur y se cumplan los postulados del ALBA. Cuando se integren las empresas estatales, petroleras y mineras, de la región. Cuando se recuperen los enclaves coloniales de Europa y EE. UU. en América Latina y el Caribe. Cuando se rechacen donativos humillantes, a fin de forjar países con autoestima y dignidad.

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