Alberto Buela (8/1/2010)aristoteles1
Existe un principio de orden práctico que aconseja; hablar mucho de las cosas, poco de los otros y nada de uno, pero en esta ocasión no puedo tenerlo en cuenta porque nadie sobre este  tema va a hablar de nosotros. Se trata de nuestra traducción del Protréptico de Aristóteles llevada a cabo en 1981 como addenda de nuestra tesis de doctorado en la Université de Paris IV-Sorbonne bajo la dirección del erudito Pierre Aubenque.

Ese texto nuestro que tuviera a bien revisar la eximia profesora de griego clásico de la Universidad de Buenos Aires, y profesora nuestra, María Celina Griferos. Autora de múltiples traducciones de clásicas obras griegas y que fuera juzgada en el jury del doctorado por Bertrand Dumoulin, traductor él también del Protréptico al francés, fue publicado por la revista «Nao de Buenos Aires» en texto bilingüe griego-castellano en 1983. La segunda edición se realizó en 1993 por la editorial Cultura et Labor de Buenos Aires. Ese mismo texto y su comentario lo presenté en el XVII Congreso Mundial de Filosofía -Montreal, Canadá- organizado por la Federación Internacional de Sociedades de Filosofía, comunicación sobre Le Protreptique: Esquisse de lecture sur l’idée d’ordre naturel (21 al 27-8-83). En la época que en los congresos internacionales de filosofía no se podía utilizar el castellano, cosa que se logró por la intervención de un filósofo argentino, mi tocayo, Caturelli.

Todo esto para decir que me acabo de enterar tarde, finales del 2009, y gracias a una revista mejicana, no solo de filosofía sino de pensamiento, que un tal Megino Rodríguez sacó  en España una traducción del Protréptico afirmando que es la primera en castellano. Claro está, se comió cinco lustros de estudios sobre el tema.

Además por el comentario que leemos solo existen para Megino comentaristas ingleses y alemanes. (y él, por supuesto).

Así están las cosas con el mundo bolita. Seguimos con los espejitos de colores. Uno se rompe el traste para que venga un gallego y lo ningunee sin que le tiemble un pelo.

No sé como será la traducción de Megino, pero sí conozco a su comentador el profesor Carlos Mc Cadden de la ITAM, excelente investigador de la filosofía práctica de Aristóteles, especialmente de la economía. Pero lo cierto es que flaco favor se hace un investigador cuando presenta un trabajo en donde el autor, en este caso Megino, como el zorro en el monte borra sus huellas con la cola.

Por lo que dice el profesor Mc Cadden, Megino no aporta nada nuevo al tema en lo que hace a toda la historia del texto y la autenticidad o no, de tales o cuales fragmentos. Pues nada dice acerca del concepto de Phronesis (fundamental para entender el Protréptico y que nosotros nos tomamos el trabajo de traducir por sapiencia defendiendo la riqueza infinita del castellano por sobre el francés de Dumoulin que solo podía traducir el término por sagesse practique) ([1]).

Solo el concepto de sapiencia o saber sapiencial, ese que los viejos paisanos practican a diario luego de acumular sabiduría de vida puede resolver adecuadamente aquello que Aristóteles propone al final del Protréptico: O hay que filosofar o no hay que filosofar. Si hay que filosofar; hay que filosofar y si no hay que filosofar, hay que filosofar (para demostrar que no hay que filosofar). De modo que siempre hay que filosofar.

Nosotros desde el 83 estamos tratando de filosofar, nos hemos transformado en una especia de arkeguetas, es decir de eternos comenzantes según gustaba decir Platón y ese gran filósofo que fue Nimio de Anquín y que seguramente Megino también ignora.

Esto de filosofar en el mundo boli es más difícil que miccionar en un frasquito sobre todo teniendo en cuenta que lo poco que podemos producir es ignorado supinamente.

Esta tara «gallega» es la que marca la capitis diminucio con la cual estos se aproximan a los estudios clásicos. Sin ir más lejos el año pasado fue rechazado un proyecto presentado por la muy buena filósofa catalana Margarita Mauri de investigación sobre la filosofía práctica de Aristóteles  porque, «el grupo solicitante no acredita publicaciones en espacios internacionales reconocidos (léase: revistas inglesas o alemanas) en torno a los estudios aristotélicos…..los participantes en el proyecto no han optado por los espacios de discusión aristotélica más consolidados (revistas internacionales, etc.)» afirmó el Comité de selección del Ministerio de ciencia e innovación de España. Tuvo que aparecer una carta del profesor norteamericano de la Northwestern University para que «los gallegos» del comité de selección aceptaran el proyecto.

Esta actitud indigna para con la propia ecúmene cultural hispanoamericana es la antítesis de aquel apotegma grandioso que fijara José Vasconcelos de una vez y para siempre «por mi raza hablará el espíritu».

O acaso no sabe el Comité de Selección que los ingleses se citan a sí mismo al igual que los alemanes y los franceses. Solo algún investigador italiano tiene la gentileza de citar a «los otros». Al respecto es interesante recordar a propósito de la reseña del libro del inglés  Scott Meikle sobre el pensamiento económico de Aristóteles que fuera revisado por el mencionado McCadden, el juicio del profesor José Barba Martín: «excepto en siete u ocho casos maneja exclusivamente bibliografía germánica y anglosajona» ([2]).

Megino, fiel a «tara gallega» en el caso comentado del Palberto-buelarotréptico hizo lo mismo que el Comité de selección del Ministerio de ciencia e innovación de España, prefirió y valorizó  toda la bibliografía no española, por sobre la realizada en castellano, salvo sus propios artículos, ignorando todo lo que se ha venido produciendo en estos últimos 25 años desde el mundo bolita.

Estos son los investigadores en filosofía que supimos conseguir, especialistas de lo mínimo, máquinas rentadas por el Estado de estéril producción. Espejos opacos, que imitan pero mal debido a su propia opacidad.


[1] Así decíamos sobre el tema comentando el fragmento IV: «La aparición por primera vez del término phrónesis, capital para la interpretación jaegerdiana del Protréptico, nos obliga a justificar nuestra traducción del vocablo. Hemos optado por traducir phróneseos por sapiente y phrónesis por sapiencia por dos motivos. Primero porque nuestra menospreciada lengua castellana (no se aceptaban comunicaciones en castellano en los congresos internacionales de filosofía en la época)es la única de las lenguas modernas que, sin forzarla, lo permite. Y segundo, porque dado que la noción de phrónesis implica la identidad entre el conocimiento teorético y la conducta práctica, el traducirla por «sabiduría» a secas, tal como se ha hecho habitualmente, es mutilar parte del concepto. Ello implica in nuce una interpretación platónica del Protréptico, mientras que «sapiencia o saber sapiencial», implica no sólo un conocimiento teórico sino también su proyección práctica » op.cit. p. 44

[2] Revista Estudios-UTAM Nº 90, México, otoño 2009, p.103.

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