espacioseuropeos.com (24/2/2010)embajador-de-estados-unidos-y-moratinos
Unos dicen que es un novato en esto de la política; otros, que lo dijo sin mala fe; otros -los políticos españoles- callan, y guardan la cabeza entre las alas. Pero, lo cierto es que el embajador de Estados Unidos en España se entrometió en l cocina de nuestra casa sin pedirnos ni disculpas, algo muy habitual en ellos. Para los que lo dudan, que lean un libro de historia y se sitúen en el año que quieran y en el país que les guste.

El caso es que, hace dos días, el embajador de Estados Unidos en España, Alan Solomont, instó al Gobierno español a que ponga en marcha una reforma laboral urgente que promueva -dijo literalmente- «la productividad, la flexibilidad y la seguridad».

Esas declaraciones las hizo Solomont en el transcurso de un encuentro organizado por la Cámara de Comercio de su país en España. Solomont se dirigió a trabajadores, empresarios y Gobierno a «encontrar de forma urgente una solución al problema del desempleo».

Tras criticar que hasta ahora, y a pesar de los esfuerzos llevados a a cabo, todavía no se ha conseguido un progreso importante. En esa línea hizo un  llamamiento a los agentes sociales -siempre los agentes sociales- por «el interés de España y de sus inversores económicos».

Tras recordarnos que Estados Unidos es el primer inversor en España, y reconocer la importancia que han adquirido también las inversiones españolas en su país, afirmo que para la administración Obama somos un aliado muy importante.

El diplomático estadounidense pidió garantías para que las empresas estadounidenses «puedan competir» en España por contratos y licencias públicas y negociar la revisión del tratado existente entre ambos países.

A nosotros, el discurso del señor Solomont nos ha parecido un tano avasallador. Pide al gobierno español una reforma laboral e igual trato a las empresas estadounidenses en el acceso a contratos públicos. Sin embargo, nadie le contestó que en muchas compañías  de su país en España se les hace firmar un «papel» a sus empleados en el que éstos renuncian a afiliarse a sindicatos, aunque a la vista de la situación quizás le convendría más todo lo contrario.

Alguien, en ese encuentro, le podría haber dicho al señor Solomont que cómo es que en su país no hay una protección social de los trabajadores cómo la que existe en Europa -España, en este caso-; y cómo es que la sanidad pública no se extiende a todos los ciudadanos.

En fin, que nuestra clase política y empresarial es cada día más genuflexa.