Mi Columna
Eugenio Pordomingo (9/2/2010)eugenio-pordomingo
El Senado italiano ha sido la institución donde tuvo lugar la ceremonia oficial de la rehabilitación del controvertido -por no decir corrupto- Bettino Craxi. El gobierno italiano rehabilitó oficialmente el pasado mes de enero al que fuera líder del socialismo de ese país. El primer ministro, Silvio Berlusconi -amigo personal de Craxi– y varios ministros de su gabinete asistieron al acto de «lavado de imagen» que tuvo lugar en la Biblioteca senatorial, la misma en la que más de una vez relinchó  Incitatus, el equino favorito del emperador  Calígula, que recibió de su jinete el título de Cónsul de Bitinia y después el de Senador de Roma.

Craxi se pasó los últimos seis años de su vida en Túnez, bronceando su orondo torso, en la ciudad de Hamammet, donde falleció el 19 de enero del año 2000.

Bettino Craxi huyó a Túnez tratando de evitar -como así fue- las varias condenas que la justicia italiana le impuso por su nada decorosa conducta. Hoy no hubiera sido necesario. El líder socialista italiano fue condenado en ausencia a 27 años de cárcel por varios casos de corrupción, además de por la financiación ilícita del Partido Socialista, del que fue presidente desde 1976 a 1992, y por reiterados sobornos que se «aplicaban para distribuirse el poder político», según argumentó el texto condenatorio.

Por aquella época, Craxi protagonizó uno de los mayores escándalos de corrupción en Italia -hoy sería una nimiedad-, el conocido como caso Tangentopolis (Ciudad de los Sobornos’).

En el transcurso de la ceremonia rehabilitadora, Renato Schifani, presidente del Senado, manifestó que Craxi fue «una víctima», al hacer referencia a la crisis moral e institucional que por aquellos días envolvía «todo el sistema político italiano». Posiblemente, Craxi pagó «más que otros por una culpa que era de todo un sistema político», en referencia a la institucionalización de la corrupción, según manifestó el presidente del Senado.

Stefania -presente en la ceremonia-, e  hija de Bettino Craxi, es en la actualidad viceministra de Relaciones Exteriores, no aludió para nada a las condenas que pesaban sobre su progenitor, aunque se refirió a él como «gran reformista» y declarado «antimarxista». Y se quedó tan pancha.

La rehabilitación oficial de la figura de Craxi ha provocado serias críticas, aparte de una minoritaria manifestación ante la sede del Senado, protagonizada por la oposición de la izquierda independiente (identificada por el color violeta). Antonio Di Pietro, ex juez anticorrupción, y en la actualidad europarlamentario y líder del movimiento político denominado Italia de los Valores (IdV), que tuvo mucho que ver con la caída de Craxi en 1992, etapa en la que ejercía como fiscal del proceso judicial «Manos Limpias», declaró que «se elogia a un delincuente».

Sobre el caso Tangentopolis, el profesor de sociología, Pier Paolo Giglioli, de la Universidadfelipe-gonzalez-y-bettino-craxi de Bolonia, analizó el contexto en el que se produjo, afirmando que «No todos los episodios de corrupción política tienen un impacto en la opinión pública. Sólo se llega a conocer algunos de ellos, y sólo una parte de éstos llegan al dominio público». Sólo unos pocos de «estos últimos llegan a provocar un escándalo en la opinión pública».

Para Giglioli, en cada una de estas etapas, «la función de los medios de comunicación es crucial. Los medios de comunicación pueden descubrir episodios de corrupción ignorados por los organismos oficiales de control social, pueden darlos a conocer a un amplio público y contribuir a la construcción social de un escándalo. El conocimiento que la gente tiene de la corrupción política y el juicio que se formulan acerca de ello nace de la atención que le dedican las noticias».

Pier Paolo Giglioli observó con detenimiento las consecuencias del «caso Tangentopolis«, al que consideró como un «proceso masivo de deslegitimización que barrió de la escena política no sólo a toda una clase política sino al propio régimen que había gobernado el país durante más de cuarenta años». Para el sociólogo italiano fue fundamental el tratamiento de las «noticias de los periódicos y la televisión en la construcción social del escándalo».

El caso Tangentopolis  se conoció de forma casual, cuando un desconocido funcionario local militante del Partido Socialista, Mario Chiesa, «fue detenido en Milán en el momento en que recibía un soborno de un contrato de servicios de limpieza para un hogar de ancianos del ayuntamiento, del cual era director».

El soborno era pequeño -afirma Giglioli– sólo  «10 millones de liras, y las personas implicadas eran poco conocidas». Este caso contribuía a empañar un poco más la imagen del Partido Socialista italiano, pues varios de sus miembros habían sido objeto de investigaciones judiciales y policiales por casos de corrupción política.

La detención de Mario Chiesa no era un acto importante, ni iba a alterar la vida política del país, ni nada parecido. Era un incidente menor que, con seguridad, se olvidaría pronto. De hecho, los medios de comunicación no le dedicaron más de dos días, escribía el sociólogo italiano.

Se iban a celebrar las elecciones generales de 1992, sin dificultades para el Partido Socialista, pero Mario Chiesa empezó a responder a las preguntas de los magistrados instructores que llevaban el caso. Sus confesiones «rasgaron el velo tendido sobre la corrupción política en Lombardía», según Giglioli.

Las revelaciones del oscuro funcionario Chiesa eran fulminantes y apuntaban al conjunto de la élite política y empresarial de Milán, además de algunas de las más importantes figuras políticas nacionales. Un importante entramado de corrupción quedó a la vista de los magistrados.

El batacazo electoral para los partidos políticos tradicionales fue importante. Ello provocó el «avance de la Liga Norte (el movimiento liderado por Umberto Bossi, que reclamaba una mayor autonomía para el norte de Italia)».

Varbettino-craxi-y-silvio-berlusconiios empresarios y políticos del Partido Socialista (PSI), de la Democracia Cristiana (DC) y del Partido Democrático de Izquierda (PDS),  ex comunistas, fueron detenidos. La lista de los encausados creía y crecía. Hasta que llegó el 15 de diciembre de 1992, fecha en la que Bettino Craxi, secretario general del PSI y ex primer ministro, fue formalmente  acusado. Pero la «maquinaria» comenzó a laborar. Nuevas leyes y alguna que otra votación en el Congreso, conseguían salvar -al menos de momento- a Craxi y a todo un sistema de corrupción.  Pero, la opinión pública fue decisiva para que ni las nuevas leyes ni las votaciones de los políticos dejaran sin castigo este asunto.

Los medios de comunicación tuvieron una importancia fundamental en la evolución del  «caso Tangentopolis», y así lo reconoce el profesor Giglioli. Pero, sobre todo, la tuvieron debido a su despolitización, dispersión e independencia.  Por otro lado, la aparición de procuradores (jueces), como Antonio Di Pietro, dispuestos a sacar a la luz todo lo que hubiera que sacar; insobornables, independientes y sordos a determinadas ofertas de ascenso en su carrera, contribuyó de forma eficaz  a que el «caso Tangentopolis»  continuase.

La aparición de «contraélites», como ocurrió en Italia en esa época, con las denuncias, por ejemplo, de algunos cardenales de la Iglesia Católica, fue, asimismo, fundamental.

Hoy llevar a los tribunales un caso similar al de Tangentopolis  es harto improbable, sobre todo con una televisión dedicada al entretenimiento, y con una clase política (La Casta), más inclinada a servirse que a servir… Sin olvidar la confusión y apatía de las masas.

Por eso hoy ha sido posible rehabilitar a Bettino Craxi en Italia. En España, esas rehabilitaciones se producen sin tanto boato, a diario, y con más descaro.