Mi Columna
Eugenio Pordomingo (2/4/2eugenio2010)
Tras un costoso y mediático viaje -en este concepto no entran las donaciones- a la Conferencia de Donantes  «Hacia un nuevo futuro para Haití» a Nueva York, después a Puerto Príncipe (Haití) y retorno a casa, la Vicepresidenta Primera María Teresa Fernández de la Vega, acompañada por la Secretaria de Estado de Cooperación Internacional, Soraya Rodríguez, tuvo oportunidad, una vez más, de mostrar la solidaridad del gobierno español. «La cooperación no debe ser sacrificada por la crisis económica», dijo la vicepresidenta con orgullo y papel en mano, como es habitual.

Lo bueno de esta acción, es que a ella no le bajarán el sueldo, no irá al paro, no engrosará ese 20 por ciento de españoles (incluidos inmigrantes) que se encuentran en la franja de la pobreza,  y por suerte no caerá en el abismo de ese millón de hogares españoles en los que no entra salario alguno. Su fondo de armario seguirá en alza, a pesar de las recomendaciones de austeridad que hace su jefe (José Luís Rodríguez zapatero). Ella podrá seguir viviendo en alguna de las varias viviendas que posee, alguna de ellas adquirida por su familia poco después del 1 de abril de 1939.

La Conferencia de Donantes fue auspiciada por Estados Unidos y Haití (o sea, Estados Unidos, que así intenta lavar sus culpas), además de una serie de países donantes (España, Brasil, Francia y Canadá).

Allí, en Puerto Príncipe, ante la miseria provocada por el terremoto de las sucesivas dictaduras -con apoyo de Francia y Estados Unidos, cuando no invasiones directas-, la corrupción, la brujería, y una posterior mal llamada cooperación,  María Teresa Fernández de la Vega realizó las pertinentes visitas de rigor: una escuela en la que se distribuyen alimentos a niños y niñas; un campo de refugiados, gestionado por Cruz Roja Española; la Casa de España en Haití, y ¿cómo no?,  al contingente español encuadrado en la  MINUSTAH, encargado entre otras misiones de «reforzar la seguridad en la zona».

La llamada comunidad internacional -la verdad es que yo a estas alturas de la película no se todavía qué es- se  comprometió a «hacer realidad un futuro mejor para Haití«, y bajo el telón de ese compromiso ha prometido aportar 5.300 millones de euros para la reconstrucción del país. España, con una donación real de 346 millones de euros, es el tercer país donante en Haití, después de Estados Unidos y Canadá.

Pero, España ha donado mucho más dinero a Haití. A los millones de euros de ahora, comprometidos en Nueva York, hay que añadir los gastos del contingente militar y de la Guardia Civil que nuestro país mantiene en la zona desde hace tiempo, así como el arribo del buque  anfibio  «Castilla». Toda una operación de «ciencia ficción» e «improvisada», según denunció la Asociación de Guardias Civiles.

A estas donaciones hay que añadir los miles de euros que se entregan a asociaciones, fundaciones y ONGs, no pocas consideradas como afines al partido político gobernante.

Por desgracia, la mayoría demaria-teresa-fernandez-de-la-vega-en-haiti los haitianos, descendientes de los esclavos que se arrancaron de África para explotarlos en las plantaciones de algodón, verán una vez más como todos esos millones de euros o dólares se pierden en el camino entre gastos de administración, fabuloso salarios de funcionarios internacionales, ágapes y viajes de la «casta» política y beneficio de empresarios que participan en el jugoso bocado de los créditos FAD (Fondos de Ayuda al Desarrollo) y otras triquiñuelas de la ingeniería cooperante y financiera.   

Por la noche, mientras millones de haitianos deambulan como zombis en busca de un refugio y algo que llevarse a la boca, decenas y decenas de potentes automóviles de las respectivas cooperaciones mundiales (ONU incluida), están aparcados en los locales nocturnos de ocio de la capital haitiana. Y es que el guerrero y la guerrea occidentales necesitan reposo.