Mi Columna
eugenio2Eugenio Pordomingo (1/5/2010)
Dentro de unas horas, los sindicatos españoles -con una afiliación escasísima y una fortísima financiación estatal- saldrán a la calle como es habitual desde hace años. Esta vez no lo harán en defensa del juez Baltasar Garzón ni para intentar la salida del poder de los presidentes Felipe González y José María Aznar. No, este año el motivo es por un empleo con derechos y la garantía de las pensiones.

Los medios de comunicación pronostican que habrá una participación masiva debido a la alta tasa de paro.

No es ningún descubrimiento sociológico afirmar que desde que murió el general Francisco Franco Bahamonde, el 20 de noviembre de 1975, el sindicalismo ya no es lo que era. Por aquellos aciagos días se protestaba contra todo y se luchaba por casi todo. Por la subida del pan, del «metro», del periódico; por conseguir mejores salarios y condiciones de trabajo; por el derecho de asociación; por la libertad…

Según mi opinión,  la fecha  de la decadencia sindical comenzó más bien en octubre de 1982, cuando el PSOE gana las elecciones legislativas. Duros años los del sindicalismo, con detenciones, despidos, manifestaciones, paros, encierros y huelgas. El TOP (Tribunal de Orden Público) condenaba a trabajadores por alteración del orden público o por su militancia en el anarquismo, comunistas o puro sindicalismo; pero, Magistratura de Trabajo condenaba a las empresas a readmitir a esos condenados y a pagarles salarios atrasados. Cosas veredes.

CC. OO., anarquistas, USO, JOC, HOAC,  FSR, ORT y un mar de siglas agrupaban diversas sensibilidades -se diría ahora-, que en la mayoría de los casos, tenían en su morral una ideología que las sustentaba. Más tarde apareció UGT -desconocida durante el franquismo- con enormes apoyos financieros alemanes, de incipientes organizaciones empresariales españolas y, sobre todo, de UCD (Unión de Centro Democrático), el partido que trataba de liderar el entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez.

Con el devenir de los tiempos, llegaron las «rebajas» laborales. Que si las ETT (Empresas de Trabajo Temporal), que si «salarios basura», que si contención de salarios, que si racionalizaciones de plantillas laborales, y un sinfín de medidas encaminadas a jorobar a los sufridos trabajadores. Más tarde, el proceso de estrangulamiento se cubrió con el eufemismo de los ERE (Expedientes de Regulación de Empleo). ¿Quién puso en marcha esta maquinaria? Pues, el PSOE. La derecha no lo puede hacer nunca, pues las masas se le echan a la calle.

La entrada en Europa -¿cómo si no fuésemos europeos?- supuso el desmantelamiento de nuestra mejor industria (astilleros, altos hornos, fábricas de camiones, industria militar, minería, etc.) y la reducción de nuestra producción agropecuaria. Menos cerdos, vacas, ovejas, aceite, trigo y uva, pues así tendríamos que comprárselos a los «europeos». A cambio nos llenaron los bolsillos de dinero par construir carreteras y dar cursos de formación. En estas dos facetas somos los primeros del mundo, aunque aquí el kilómetro de autovía o autopista sale más caro que, por ejemplo, en Alemania. Ya se sabe, hay que repartir. Los cursos de formación son el alimento nada espiritual de organizaciones sindicales de trabajadores y patronos.

De momento, mejor no profundizar en todo esto, sólo voy a centrarme en el aspecto sociológico del sindicalismo (ahora todo comentario, análisis o ensayo que se precie debe ir acompañado de la palabra «sociología» y si se añade «sostenible», pues mucho mejor).

En la mayoría de los casos, los trabajitos de racionalización y regulación, se encargaban y encargan a personas cuyas raíces estaban en lo «social» (socialistas, sindicalistas, progres, etc.), pues si los ejecutan  los de derechas de toda la vida, se les verá el plumero, y las protestas serían casi incontrolables.

Es como lo de la guerra. Ahora, si la derecha mandase tropas a Afganistán, por ejemplo, se armaría la de Dios; pero si lo hace lo que llaman izquierda, no pasa nada. No hay artista que se manifieste.  El PSOE todo lo adorna con eufemismos. Manda soldados  -batallón tras nicola-sacco-y-bartolomeo-vanzettibatallón- a Afganistán, El Líbano, Kosovo, etc.,  pero lo hace mediante artimañas dialécticas. Por ejemplo,  «tropas en misión de paz»; «Ejército de reconstrucción», etc. Y si un helicóptero es alcanzado por un misil, pues resulta que todo se ha debido a las malas condiciones climáticas o a la impericia del piloto.

Pero por si alguien padece amnesia política, hay que recordar que quien compra misiles Tomahawk –que no sabemos ni donde colocar o se convierte en el primer productor del mundo de bombas de racimo; o quien arma hasta los dientes a Marruecos, todos sabemos que han sido Felipe González y José Luís Rodríguez Zapatero. Eso, sin adentrarnos en la ampliación de la base de Rota (USA) a precio «0» -lo sabe bien don Félix Sanz Roldán, director del CNI, que siendo responsable del JEMAD mostró su malestar por ello-, o en dejar campar a sus anchas en el suelo patrio a determinados servicios de inteligencia. Y ahora, nos hemos convertido en los carceleros de Guantánamo.

Pero a lo que voy, que pierdo el hilo. Con todo este trajín librecambista de lo social a lo «netamente capitalista», la gente se fue desmoronando psicológicamente, mientras se pegaba las pestañas al televisor, perdiendo la esperanza en lo colectivo, para tratar de buscarse un hueco en solucionar sus problemas personales. Entre tanto, el encuentro entre hombres y mujeres, fue produciendo hornadas de generaciones educadas en la incultura y en el abandono de ciertos ideales, hasta conseguir que la «Granja» produjera unos polluelos con escasas preocupaciones. Más tarde, entre 2004 y 2010, vino la crispación, el enfrentamiento.

Los años fuertes del «solchaguismo», «boyerismo»  y «ratismo» -lo de Solbes ha sido un fracaso en toda la línea de flotación- con la compañía del «cuevismo» patronal, dieron sus frutos. Pero esos frutos no hubiesen sido jugosos sin la simiente de cierto sindicalismo complaciente.

Y así, poco a poco, las convocatorias del «Primero de Mayo» fueron decayendo como caen los frutos secos de los árboles, cuando cumplen su ciclo.

Los «primeros de mayo», más que actos reivindicativos,  parecen ahora meras excusas para irse de «puente vacacional». Los «primeros de mayo» pasan sin pena ni gloria. Esta fecha, emblemática para los trabajadores, se ha ido transformando más bien en un «puente», aunque este año, con las crisis económica, algo menos.

Este «primero de mayo» de 2010, CC. OO. y UGT se manifiestan por un empleo con derechos y la garantía de las pensiones, que es como no decir nada.  La novedad es que veremos a muchos, muchísimos, inmigrantes, que tras finalizar los actos muchos de ellos acudirán a los comedores de Cáritas.

Las anquilosadas y cómodas burocracias sindicales, han transformado los sindicatos en estructuras de «poder» que, la mayoría de las veces, sólo buscan el beneficio de la propia organización, cuando no el personal. No son pocos los casos en que delegados y representantes sindicales «promocionan» en las empresas, talleres, tajos o instituciones, más de lo normal. Tampoco ha sido la primera vez que los medios de comunicación se han hecho eco de ciertas «negociaciones» entre patronal y sindicatos, en procesos de reconversión industrial, racionalización de plantillas o flexibilizaciones salariales, cuando no de ventas de sectores estratégicos. De los cuartos (euros) que llegan de Europa para «cursos de formación» mejor ni meneallo.

Sinvirgen-de-los-desamparados lugar a dudas, desde Haymarket, en 1886 -fecha en la que murieron varios trabajadores y cientos resultaros heridos y otros tantos presos- hasta hoy, han sido muchos los logros conseguidos. No cabe duda. Por supuesto, nos referimos al mundo occidental y, más en concreto, a la Europa Comunitaria.

Un año antes de esa fecha, 1886, una simple octavilla recorrió de mano en mano entre buena parte de los trabajadores de los Estados Unidos. Con unas sencillas palabras, intentaban concentrar a los trabajadores: «¡Un día de rebelión, no de descanso! ¡Un día no ordenado por los voceros jactanciosos de las instituciones que tienen encadenado al mundo del trabajador! Un día en que el trabajador hace sus propias leyes y tiene el poder de ejecutarlas. Todo sin el consentimiento ni aprobación de los que oprimen y gobiernan. Un día en que con tremenda fuerza la unidad del ejército de los trabajadores se moviliza contra los que hoy dominan el destino de los pueblos de toda nación. Un día de protesta contra la opresión y la tiranía, contra la ignorancia y la guerra de todo tipo. Un día en que comenzar a disfrutar ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, ocho horas para lo que nos dé la gana».

Desde entonces hasta hoy ha llovido mucho; se han logrado, qué duda cabe, avances. Pero no es menos cierto, que en los últimos años, nos está invadiendo una «apatía reivindicativa», una tolerancia excesiva y una cierta pasividad e indolencia, en la que se entremezclan desesperanza y frustración, no exentas de alguna pequeña crítica. Desesperanza y frustración bien dirigidas, bien organizadas y mejor «engrasadas» económicamente.

Al grito de ¡Que me quede como estoy, Virgencita…! lanzo otro: ¡Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti! ¡No os olvidamos…!