Ana Camacho (26/5/2010)manifestacion-de-apoyo-al-pueblo-saharaui-en-diciembre-de-2009
Querida Antonia:
Me llamaron la atención tus reflexiones a mi anterior entrada en este diario geopolítico. ¿Motivo? Pues precisamente porque, como bien dices, en tus comentarios no sueles desplegar gusto por burka u orejeras ideológicas. Hasta ahora creíamos que esta condición aseguraba inmunidad ante el gas enervante que suele dispararse con la dialéctica ideológica. Pero, al leer tus observaciones me ha asaltado una sospecha: la de que esta vacuna no baste con la alta toxicidad del caso Garzón.

No me refiero a esa parte de tu comentario que depende de apreciaciones personales sobre la ultraderecha en Francia y enmohamed-vi-en-guinea-ecuatorial España, porque no pretendo ser cura dando misa. En este apartado incluyo reflexiones que aluden a un camuflaje de la ultraderecha en el pragmatismo parlamentario. Puede, pero que yo sepa, esta ultraderecha francesa, si estuvo homologada a alguien en España fue al afortunadamente olvidado Blas Piñar y su Fuerza Nueva. Un partido muy temido en la época de la Transición y no precisamente por su quehacer romántico, sino por las palizas que sus integrantes propinaban en los barrios de Madrid donde hacían despliegue de poderío. En cualquier caso, esta estrategia de camuflaje no explica muy bien el por qué convocar una manifestación contra Garzón para luego no sumar más de cien en la calle…

Por eso, a la hora de hacer balance sobre ultraderecha, me preocupa más la situación en Francia donde, mucho darnos lecciones de liberté y fraternité pero el lepenismo, además del subidón brutal de votos que ha cosechado en las urnas, se mueve con tal falta de pudor en las calles como para obligar a la policía a mantener un dispositivo de seguridad especial en Cannes para proteger la proyección de la película sobre el colonialismo en Argelia de Rachid Bouchareb (Hors-la-loi) de la furia de los guardianes del legado imperial francés. Como para que luego nos sorprendamos de que Francia lidere en el Consejo de Seguridad y la Unión Europea la opresión del pueblo saharaui por parte de Marruecos, peón esencial de su estructura neocolonial africana…

Pero dejemos a un lado las disquisiciones político-filosóficas y volvamos tras el rastro del gas enervante en el caso Garzón. No lo digo, repito, en tono de reprimenda (¡vade retro, Satanás!) sino en el papel de curiosa e inquieta observadora de la repercusión y secuelas que están cosechando cierto argumentario socio-político. Porque, fíjate, querida Antonia:
Me atribuyes (o eso parece) una opinión contraria a hacer justicia a las víctimas españolas de la Guerra Civil cuando yo, precisamente, me pronuncio a favor desde el primer párrafo utilizando intencionadamente una referencia a los valores cristianos (cuarta línea del comentario) que supuestamente son caros a esos españoles a los que el gas enervante les nubla la vista y les borra la memoria con el resultado de una visceral reacción adversa en esta cuestión que, digo yo, también tiene una vertiente de estricta aplicación de la caridad con el prójimo. ¿Es que no quedó claro Antonia, que íbamos, al menos hasta ahí, en la misma línea?

Pues naturalmente, querida, que sería absurdo que, lo que damos por bueno a 3.000 kilómetros, no lo fuese en casa. Claro que rescatar restos humanos de cunetas y fosas comunes no pone en peligro la Transición. Creí que quedaba claro pero, evidentemente, esta vez, no comprendiste mi broma con esos comentarios apocalípticos sobre el supuesto auge del fascismo que nos atenaza y que, al igual que lo del «vómito» o el «Torquemada» proceden de artículos de encendida defensa a Garzón publicados en la prensa progresista y de izquierdas. (Quizás debía de haber puesto el copyright no sólo a Caballero Bonald…)

En fin, que puede que no me explicase bien pero me inquieta que el equívoco sea un reflejo del éxito con que estas opiniones y tremendismos están imponiendo el falso axioma de que, si Garzón cayó por meterse con el franquismo, ergo, todos los que no se echan a la calle en su defensa es porque son simpatizantes del legado de una vergonzosa dictadura. Y es que, a partir de ahí, el resto va en automático: Garzón es un santo, sus contrarios están del lado del mal y, consecuentemente, ser de izquierdas o progresista exige no ver mácula en la aureola del supuesto mesías de la Justicia Universal. Malo, tan malo como ese axioma que, desde el otro extremo, avanza con la misma lógica infernal a caballo del supuesto que reza: si Garzón se ha metido con el franquismo es porque, como mínimo, está en nómina del PSOE de Zapatero, ergo, Garzón es un rojo y un enemigo del PP al que todo lo que le ocurra de malo le está bien empleado.

Malo, malísimo porque la paradoja de esta dialéctica es que tanto las manifestaciones multitudinarias a favor del juez estrella enarbolando banderas republicanas, como el revival del falangismo, favorecen por igual una canonización por decreto ley. Es más, a los que mueven los hilos del todoscongarzon les vendría de perillas que el lepenismo español se hiciese más vistoso para que salte ese resorte del «si los fachas ladran, es porque estamos en el lado de la verdad». Es entonces cuando el gas irritante actúa con eficacia barriendo las dudas que siembran los inoportunos que se pierden por arenas movedizas.

¿Un poco obtuso? Puede, pero en el drama del pueblo saharaui, que tú conoces muy bien, tenemos un buen ejemplo de cómo la ideologización de un asunto que nada tiene de ideológico (un proceso de descolonización inacabado), ha servido para que los políticos de derechas e izquierdas anestesiasen a sus respectivos votantes: que si los polisarios son comunistas, que si el derecho a la autodeterminación es una causa casposa de los militares que sostuvieron al régimen de Franco

Por ultimo: Me reprochas que no haya dicho nada de la «otra querella sobre el Sáhara», la de Garzón contra los torturadores marroquíes cuando ya he hablado tantas veces de ello en otras entradas del diario (basta que pongas la palabra Garzón en ese buscador que con tanto sudor he logrado situar al final del blog), que me parecía un poco repetitivo volver a ello. Pese a lo cual, puse en mi comentario (para los que se acaban de incorporar) una referencia al extraño quehacer del juez incluida en un hipervínculo que lleva al comentario del día 20 que, a su vez, lleva con otra de esas rayitas mágicas a otro resultado de mis pesquisas que, a su vez rebotaba a un tercero en el que también explicaba mi escepticismo sobre la voluntad de Garzón de querer de verdad llegar al fondo de la cuestión (la de juzgar a los torturadores marroquíes) y no, simplemente, marear con el beneficio de nadar y guardar la ropa.

Lo que planteo en todos ellos, resumiendo, es que si de verdad hubiese querido ir en serio Garzón y hacer justicia a los saharauis: ¿por qué antes de esa «otra querella» a la que tu aludes había rechazado otras denuncias contra Hassán II utilizando los argumentos con que los abogados de Pinochet le dijeron que no era competente para sentar en el banquillo al ex dictador chileno? Como dijo entonces Editor, podríamos consolarnos con que su amago al menos sirvió para publicitar el drama saharaui. Pero, creo yo, Garzón ha logrado con creces compensar este golpe publicitario prosaharaui con otro tan grato a Marruecos como es el de haber aireado la hipótesis de que el Polisario tiene un lado oscuro.

En cualquier caso, querida Antonia y todos los posibles desconcertados que ya he visto que hay unos cuantos: mi perplejidad, dudas y decepción (que no condena, por supuesto) a Garzón no son fruto de la lectura sino de experiencia sobre terreno. Vivimos una época muy tormentosa y gris en la que necesitamos, más que nunca, de héroes y, mira por dónde, tras la ilusión del caso Pinochet tuve la mala suerte de toparme con una extraña pista de actitudes equívocas del juez no sólo en relación al Sáhara sino también en ese otro dossier intocable eana-camachon España: el del cleptócrata y criminal Teodoro Obiang. Otro tema en el que se le dieron al juez oportunidades para hacer justicia que despreció y, si no, Antonia, además de al abogado Francisco Fernández Goberna o al presidente Silvio Berlusconi (que, como ya dije, sacó buen partido a este doble rasero de Garzón) pregúntale a Eugenio Pordomingo, de espacioseuropeos.com al que Garzón se negó siquiera a escuchar cuando le quiso animar a que siguiese el rastro del dinero sucio de Obiang. Si le hubiese hecho caso, Garzón se hubiese adelantado a jueces de Francia y EEUU.

Aún así, que no cunda el pánico, la esperanza es lo último que hay que perder y, ahora que Garzón se va a La Haya, capital mundial de la justicia humanitaria, podría recuperar el tiempo perdido y utilizar su prestigio e influencia para hacer de verdad los deberes con la Guerra Civil, el Sáhara y, por supuesto, Guinea Ecuatorial. Digo yo…

P.D.
Como algunos todavía os quejáis de que os debo una del pasado mes, aquí os dejo un tema sahariano elaborado por el equipo de Pordomingo sobre esa intervención mía  en el Colegio de Nuestra Señora de África junto a la diputada socialista Fátima Aburto cuya preparación fue origen de esa deuda que algunos no perdonan. Espero que os guste pues el resumen se ajusta bastante a lo que dije en la mesa organizada por profesor Riesgo. Confío que, después de esto, no me pidáis intereses…

N. de la R.
:Este artículo se publica con la autorización de Ana Camacho, periodista, activista intelectual y física, de los derechos humanos, que también se puede leer en su blog enarenasmovedizas.