espacioseuropeos.com (13/5/2010)zapatero-y-mohamed-vi
El conflicto del Sáhara da ecuaciones muy distintas según quién elige las variables. Un buen ejemplo de ello se pudo apreciar el pasado día 29, en la mesa «Sáhara Hoy» organizada dentro del ciclo «Sáhara español desconocido» que el profesor Juan Manuel Riesgo ha coordinado en el colegio de Nuestra Señora de África (ahora África). Cada uno de los tres ponentes dio versiones tan dispares que el oyente hubiese podido pensar que hablaban de tres conflictos distintos a la hora de establecer claves y definir los obstáculos que impiden el logro de una solución pacífica a través de la ONU.

La primera en intervenir fue la periodista Ana Camacho que hizo una exposición centrada en las claves del derecho internacional. Su punto de partida fue la asunción de que los resultados electorales que dieron el triunfo a Zapatero tras el 11-M y las grandes movilizaciones del no a la guerra de Irak corresponden a una opinión pública masivamente volcada en la causa del derecho internacional y el apoyo al papel de las Naciones Unidas. El mayoritario entusiasmo por la causa palestina o el apoyo al juez Garzón en su empeño por investigar los crímenes de la Guerra Civil, añadió, también están en línea con este sentir que no duda a la hora de elegir entre soluciones realistas o el respeto a las resoluciones de la ONU o las normas de rango superior que, según los defensores de Garzón, invalidan esa normativa interna que algunos califican de ley de punto final.

Por eso, añadió, resulta difícil comprender por qué en cambio, a la hora de abordar el conflicto saharaui los políticos tiendan a olvidarse del derecho internacional y las resoluciones de la ONU para plantearse la cuestión estableciendo un dilema entre si se debe o no apoyar el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui (reconocida por el derecho internacional) o si conviene o no a los intereses españoles. «En cualquier caso», añadió, «yo tengo la sospecha de que este tipo de dilema es factible para los ciudadanos de estados que no han tenido ningún papel en el Sáhara pero no para los españoles, ciudadanos del Estado que colonizó el Sáhara».

Esta sospecha, añadió, le comenzó a rondar la cabeza cuando en 2002 el entonces asesor jurídico de la ONU, Hans Corell emitió un dictamen en el que deja muy claro que España sigue siendo la potencia administradora del Sáhara. Y, aunque esta condición España sólo la pueda ejercer de iure pero no de facto porque Marruecos obligó a España a abandonar el territorio por la vía de la fuerza, lo de ser potencia administradora conlleva unas obligaciones que por su naturaleza jurídica están por encima de los intereses económicos, políticos o el diseño geopolítico (el conviene o no nos conviene). Recordó por ejemplo el art. 73 de la Carta de la ONU, norma de rango superior para España, que obliga a las potencias administradoras a conducir a los pueblos tutelados en el proceso de descolonización y a defender los intereses y aspiraciones del pueblo tutelado (el saharaui en este caso) frente a terceros. «Luego, de acuana-camachoerdo a esta norma de rango superior, los españoles no tenemos más que una opción: apoyar al pueblo saharaui en el ejercicio de la autodeterminación y asegurarles esa opción de un referéndum justo y transparente que les corresponde por derecho internacional y al que ellos han demostrado fehacientemente no querer renunciar».

Tras esta exposición algo inusual en este tipo de actos, fue el turno de la diputada socialista Fátima Aburto. No mostró discrepancia con la ponente que la había precedido, sino todo lo contrario puesto que admitió que, en las coordenadas del derecho «todo está muy claro». Pero, a renglón seguido se lanzó en ese guirigay de complejidades, recalcando lo difícil que es resolver el conflicto saharaui, echándole l culpa a la ONU y el protagonismo que allí siguen teniendo, a falta de una reforma, las grandes potencias haciendo valer, gracias a su derecho de veto, sus propios intereses frente al derecho internacional. Aburto vino a decir que España nada puede hacer en este escenario y, además, tiene que cuidar de las dificultades e intereses con su vecino del sur, Marruecos, dando a entender que el asunto del Sáhara complica estas relaciones. También aprovechó para aludir a la posibilidad de otras soluciones y a animar al personal a fijarse en las reformas democráticas y grandes cambios que está haciendo en su país el rey Mohamed.

Es más, en esta parte, a la diputada socialista le dio tal arranque de entusiasmo que declaró muy solemne a los oyentes que los españoles deberíamos aprender del rey Mohamed que en 2004 hizo algo que en España no nos hemos atrevido a hacer (suponemos que con las víctimas del franquismo): una comisión de reconciliación, la llamada Comisión de Equidad y Reconciliación ha indemnizado a las víctimas de los terroríficos años del plomo con los que Hassán II sofocó todo atisbo de oposición democrática y, por supuesto, de rebelión saharaui ( y si no que se lo pregunten a la ex desaparecida Aminetu Haidar).

Elfatima-aburto profesor Pedro García Bilbao de la Universidad Rey Juan Carlos también se adentró en ese tipo de complejidades que son una incitación a salir corriendo y no hacer nada. Pero eso sí, este profesor le dio la razón a Ana Camacho cuando ésta recordó que el PSOE de Zapatero, antes incluso de llegar al frente del Gobierno, manifestó su preferencia por la solución autonómica del Sáhara, es decir, la de la anexión marroquí. Y es que ahí, doña Fátima Aburto estuvo a punto de perder la discreción que había mantenido hasta entonces para negar la mayor.

En fin, había llegado el momento de las preguntas del público, incluyendo las de un estudiante marroquí que pedía comprensión y paciencia a la hora de exigir libertades en Marruecos porque, por lo visto, los demócratas marroquíes no son como los que en la España franquista querían la libertad plena ya mismo.

«¿Cuántas décadas más calcula usted que va a necesitar la democratización de Marruecos»? Le preguntó a su vez la periodista. Tras lo cual, hizo un inciso para recordar que, tras la comisión de reconciliación el rey Mohamed ha seguido encarcelando y torturando a los discrepantes con toda arbitrariedad con lo cual, más vale no seguir el ejemplo. «No sólo con los saharauis», añadió al hacer un recordatorio sobre Zahara Budkur estudiante marroquí detenida por una protesta por la mala calidad de la comida en los comedores universitarios, encerrada en un calabozo de mala muerte y maltratada por sus carceleros que la obligaron a desnudarse ante ellos sin importarles la vergüenza añadida para la joven de tener la regla.

Hubo una amnistía el pasado año que se anunció en la prensa española a bombo y platillo para demostrar los grandes cambios democratizadores. Pero a ella no le tocó. Como dijo el joven oyente marroquí «desgraciadamente, un efecto colateral».