Jana Beris (26/5/2010)israel-y-palestina
Como verán, esta vez comencé por el final. Antes de analizar el por qué de las cosas, ya opté por lo que considero la mejor fórmula para Israel de cara al futuro: retirarse de los territorios en disputa con los palestinos -o la mayoría de ellos- y ver creado allí un estado palestino independiente

Los palestinos deben poder demostrar al mundo y a si mismos si pueden dirigir y manejar un Estado en paz, sin que este suponga una amenaza para Israel. E Israel, debe librarse de la carga que supone controlar el destino de sus vecinos y debe además tener una dirección clara y responsable del lado palestino, que pueda hacerse responsable de todo lo que salga de su territorio, ante la eventualidad de nuevos problemas. Por más que dentro de las ciudades palestinas se puede vivir la vida diaria sin ver un soldado israelí, la situación general es por supuesto distinta de lo que significará vida en soberanía y plena independencia. Para que haya buena vecindad, es clave que ambos vecinos se sientan bien, por decirlo de forma un tanto simplista.

A mi criterio, todo esto tiene que ver tanto con los derechos israelíes como con los palestinos. Claro está que cuenta el derecho palestino a vivir en su propio Estado. Pero a mi criterio, procurar que ello se concrete, equivale a velar también por el derecho israelí a vivir en una sociedad sana en el único estado judío que hay en el mundo.

Permanecer en los territorios hoy en disputa, habitados mayormente por palestinos, donde los palestinos quieren construir su Estado, equivale a largo plazo -algunos dicen que no tan largo-a dejar de ser un estado judío y democrático. Es que si no hay retirada y no hay separación entre las dos partes, hay sólo dos malas opciones: Israel se convierte en un estado binacional en el que habrá que dar derecho a voto a los palestinos y se perderá así eventualmente la mayoría judía, o no se les da derecho a voto sino que se les tiene dentro de las fronteras como ciudadanos de segunda clase, convirtiéndose así Israel en un estado no democrático.

Ni una ni otra cosa es sionismo, sino suicidio.

Esto me lleva -y creo que es relevante mencionarlo justamente ahora, al haberse anunciado el lanzamiento de las negociaciones indirectas entre Israel y la Autoridad Palestina- a analizar lo que veo como la discusión de fondo en Israel en relación a la parte territorial del conflicto.

No olvido que no pocos tienen una visión ideológica de la situación, según la cual toda la tierra de Israel pertenece al pueblo de Israel, alegando que los palestinos pueden vivir en ella sin problema, pero sin derechos políticos. Este sector de la ciudadanía israelí, motivado principalmente por consideraciones religiosas, existe, y no es ínfimo. Pero creo que el grueso de la población, ve la situación con otros ojos y analiza con otra óptica.

De hecho, de fondo, chocan dos enfoques en lo relacionado a los territorios en disputa, especialmente lo que en Israel suele llamarse Cisjordania, o la Ribera Occidental del Jordán, o en términos bíblicos: Judea y Samaria.

Por un lado, están aquellos que consideran que salir de los territorios, equivale a un riesgo para Israel. Dan, con razón, ejemplos de los problemas y amenazas con los que se lidia, cada vez que se pierde control de un determinado territorio. A menudo, tras levantar puestos de control del ejército para aliviar restricciones al movimiento interno, ello fue aprovechado por terroristas para pasar por el lugar y perpetrar atentados. Claro que el ejemplo más extremo lo dio la retirada de la Franja de Gaza en agosto del 2005, tras la cual no sólo no se detuvo el disparo de cohetes Qassam hacia el sur de Israel sino que se intensificó y amplió considerablemente.

Claro está que controlando un territorio desde dentro, es posible o al menos más factible, lograr saber lo que sucede, lo cual puede ser clave cuando hay en la zona organizaciones terroristas que dieron repetidamente pruebas de sus planes, organizando y perpetrando atentados. En Cisjordania, gran parte de la infraestructura terrorista responsable por un sinfín de atentados suicidas en Israel en los primeros años de la segunda intifada, pudo ser desbaratada recién cuando Israel entró directamente a las ciudades palestinas en el operativo «Muro de Defensa» en el 2002, tras uno de los peores ataques de la época, la matanza en el hotel «Park» de Netania, en la noche de la Pascua judía.

Por otro lado, están quienes consideran que justamente lo contrario, o sea permanecer en los territorios, equivale a un riesgo para Israel. Generalmente, esta gente es consciente de que la retirada no es una varita mágica. Nadie -o casi nadie- en esta parte de la opinión pública, sostiene que todo estaría solucionado apenas Israel se retire, que desaparecerían los riesgos y los problemas. En absoluto.

Pero frente a las amenazas a la seguridad -con las que Israel puede lidiar manteniéndose fuerte y totalmente alerta en sus fronteras, también las que tenga con el Estado palestino- este sector ve la amenaza a largo plazo para el carácter mismo de Israel como estado judío y democrático. Eso no se soluciona con un operativo exitoso ni con buena información de Inteligencia. Si Israel pierde sus características básicas y fundamentales, su carácter judío y democrático, perderá su alma y por ende, su razón de existir.

Yo, personalmente, me incluyo en el segundo grupo.

Como sabrán quienes leen mis análisis y comentarios, lejos estoy de quienes culpan a Israel por todas las carencias y sufrimientos de los palestinos. Veo mucha culpa en ellos mismos, en el terrorismo que abrazaron durante demasiado tiempo y en las elecciones equivocadas que han hecho a menudo. Y lo digo sin generalizar y sin haber creído nunca que todos queremos tirar a Israel al mar o que ninguno quiere la paz.

jana-berisLejos estoy también de creer que la creación del estado palestino independiente, es sinónimo del fin del conflicto. Lamentablemente, estoy casi convencida de que los terroristas -que también ahora, cuando la Autoridad Palestina dio el visto bueno al reinicio de las negociaciones, se opusieron- seguirán haciendo la vida imposible a Israel. Para ellos, el problema no es tal o cual frontera sino la existencia misma de Israel. Pero aunque el estado palestino no sea la solución automática del conflicto -recordemos que éste comenzó cuando nadie hablaba de Estado palestino-, es un paso ineludible. La solución no está garantizada por la creación de un estado palestino, pero sin un estado palestino, es seguro que ni nos acercaremos a ella.

Por ello, vuelvo al comienzo: la retirada, que conduzca a la creación de un estado palestino independiente, es a mi entender la mejor opción para Israel… no sólo por los derechos de sus vecinos, sino por su propia vida, por la necesidad de garantizar su futuro.

N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Safe Democracy.