Andrés Soliz Rada (12/6//2010)general-san-martin
MONTEAGUDO, BELGRANO, SAN MARTIN Y ARTIGAS
Bernardo Monteagudo
es otra de las grandes figuras de la gesta libertaria, cuya actuación está inspirada en el «Plan de Operaciones». Es el autor del «Diálogo entre Atahuallpa y Fernando VII», al que Barnadas considera «uno de los textos independentistas más contundentes de Charcas». Añade que después del «levantamiento» de la Plata («golpe de Estado», lo denomina Fellman), del 25 de mayo de 1809, en el que los Oidores depusieron al Presidente de la Audiencia de Charcas, Ramón García Pizarro, Monteagudo fue víctima de «su propio radicalismo, que lo relegó a segunda fila» (1). Estas palabras encierran el mayor elogio a Monteagudo, quien, al oponerse a la mita, no tenía nada en común con la casta encomendera, cuyos representantes tomaron la dirección de esos acontecimientos. Monteagudo puso en contacto a Castelli con los jacobinos de Charcas y con Cáceres, gracias a cuyas relaciones pudo romper el cerco del latifundismo criollo. Castelli, su secretario Monteagudo y Cáceres compartían la idea de liberar a los indios, recalca Fellman (2).  

Monteagudo fue Ministro de Guerra y Marina, de Gobierno y Relaciones Exteriores en el gobierno de San Martín, en el Perú. En 1823, fue asesinado en  Lima. Había concebido «el Plan de Federación general de los Estados hispanoamericanos, que era el anhelo central de los patriotas del continente». Pertenece a su persona este concepto inapelable: «Yo no renuncio a la esperanza de servir a mi país, que es toda la extensión de América» (3). Barnadas sostiene que, «paradójicamente, este doctrinario jacobino fue partidario de la monarquía para el Perú» (4). Los seguidores de Moreno plantearon la coronación de un monarca indígena. Con esta medida, pretendían garantizar el respaldo y participación de los pueblos pre colombinos en el proceso liberador. Estimaban que se trataba de una respuesta a la intención de Bernardino Rivadavia de coronar a un pariente de Fernando VII.

Monteagudo y Belgrano pensaban que la iniciativa podía neutralizar a la Santa Alianza (Austria, Rusia y Prusia) que preparaba, junto el absolutismo hispano, el envío de tropas a indo América, a fin de impedir el establecimiento de regímenes republicanos. El autor del «Diálogo entre Atahuallpa y Fernando VII« consideraba que, en esas circunstancias, la monarquía de una personalidad, como la de Dionisio Inca Yupanqui, por ejemplo, quien conmovió a las Cortes de Cádiz, el 16 de diciembre de 1810, con su frase histórica: «Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre»,  sería un factor de cohesión regional frente a la dispersión que amenazaba sobrevenir, como realmente ocurrió, después de la independencia de España.

No debería olvidarse, por otra parte, que la monarquía de los Braganza, con sus luces y sombras, impidió que la atomización astillara al Brasil, como ocurrió con la América morena. Sin embargo, el enorme desprecio por los indios de los comerciantes y ganaderos de Buenos Aires hizo inviable el proyecto.

Corresponde a Manuel Belgrano la idea de coronar a un rey incaico. En 1812, se hizo cargo del Segundo Ejército libertario enviado por Buenos Aires. Llegó a Potosí en junio de 1813. En tanto el criollismo latifundista y parte de los mestizos potosinos le dieron la espalda, los indígenas lo recibieron de manera triunfal. «El recuerdo de Castelli, el iluminado jacobino, dice Fellman, había modificado la alineación de las clases sociales alto peruanas». Luego de sus victorias militares en Salta y Tucumán, fue derrotado en Vilcapugio y Ayohuma. En su repliegue hasta la localidad potosina de Macha, reorganizó su ejército con el apoyo logístico de los quechuas, a quienes les pidió ocupar sus tierras de la Provincia Chayanta. La violenta oposición del latifundismo  criollo neutralizó esa intención, así como la incorporación de indios armados a sus filas. Para contrarrestar esta arremetida, Belgrano, al igual que Castelli y Monteagudo, se rodeó de guerrilleros mestizos y criollos (5) .

batalla-de-potosiEl «Plan de Operaciones» fue aplicado por San Martín durante la preparación en Mendoza, entre 1814 y 1815, de la gesta libertaria de Chile y Perú. «Ante la carencia de  recursos económicos, echa mano a la plata extraída de Potosí, en la retirada de Belgrano, para pagar a los oficiales y a la tropa, a fin de acallar el descontento». Recuérdese que Mariano Moreno propuso confiscar los recursos de los mineros altoperuanos para desarrollar al país y continuar con la tarea emancipadora. Su conducta fue censurada por la oligarquía de Buenos Aires (6) (GALASSO: «San Martín». PAG. 113). San Martín fue el primero en dar a los esclavos manumitidos condiciones de vida privilegiadas respecto al resto de la tropa y no vaciló en fusilar a dos desertores. El general Juan Domingo Perón escribió sobre el particular lo siguiente: «El Ejército de Los Andes fue creado de la nada. Fue necesario fabricarlo todo y para ello, dentro de la falta absoluta de medios. Sin embargo, San Martín, con su talento múltiple, montó fábricas, formó depósitos, capacitó operarios y fabricó desde la canana y el mandil modesto, hasta el propio afuste del cañón»  (7)

La consecuencia de San Martín con la «Patria Grande» fue  cotidiana y profunda. El contingente militar que comanda para liberar a Chile no se llamó Ejército argentino sino Ejército de los Andes. Los oficiales y soldados argentinos y chilenos que marcharon a sus órdenes no enarbolaban banderas argentinas, sino la enseña de las Provincias Unidas del Río de la Plata, como lo hicieran Castelli, Monteagudo y Belgrano en el Alto Perú. El proyecto de Constitución que presentó San Martín al congreso del Perú indica: «Son ciudadanos del Perú todos los nacidos en América», en tanto que en la reunión con Bolívar, realizada en Guayaqui, el 22 de julio de 1822, la primera gran coincidencia de los libertadores fue la construcción de una nación de grandes Repúblicas.

La esencia del «Plan de Operaciones» está presente con inusitada fuerza en José Artigas, durante su campaña en la Banda Oriental de Río de la Plata, en la que también dio trato igualitario y digno a negros, indios y gauchos. Sobre el particular, Galasso anota: «Mientras Artigas constituye la más consecuente prosecución y ahondamiento del proyecto morenista, (incorporando las masas a la revolución, propiciando la entrega de tierras, federalismo y defensa de la producción local), los descendientes de Moreno (en el gobierno de Buenos Aires -asr-), presos del elitismo, no lo reconocen como tal» (8). Artigas pasa de las palabras a los hechos al distribuir tierras a los guaraníes, con lo que rompió las relaciones de producción latifundistas y logró asentar población en la frontera amenazada por los portugueses. Combatieron a su lado, con singular denuedo, los indios misioneros del Uruguay (9). Su influencia se extendió a Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Córdoba, provincias que lo proclamaron «Protector de los Pueblos Libres».

Artigas fue simultáneamente combatido por godos, portugueses, oligarcas y ganaderos de Buenos Aires. «The Cambridge Modern History», editada en 1949 (y así lo continúa haciendo en ediciones futuras), califica a Artigas de «jefe de contrabandistas, bandido y degollador» (10). Los colonialistas ingleses no se equivocan al juzgar a los héroes de nuestra historia.

EL «PLAN DE OPERACIONES» Y LA REVOLUCION PARAGUAYA
El modelo endógeno paraguayo (1814-1870),  es el ejemplo más contundente, en el Siglo XIX, de las potencialidades del «Plan de Operaciones». Gaspar Rodríguez de Francia, quien brindó refugio a Artigas, había instaurado un Estado paternalista, capaz de cumplir las tareas de una burguesía nacional inexistente. Esta situación impidió que el país cayera en manos del librecambismo y facilitó un desarrollo económico sostenido e independiente. A la muerte del gobernante, en 1840, dice Eduardo Galeano, «Paraguay era el único país de América Latina que no tenía mendigos, hambrientos ni ladrones…. El agente norteamericano Hopkins informaba a Washington, en 1845, que en Paraguay  «no hay niño que no sepa leer y escribir. Los posteriores gobiernos de Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano López continuaron y revitalizaron la tarea». En los años siguientes, «Paraguay ya contaba con una línea de telégrafos, un ferrocarril y una buena cantidad de fábricas de materiales de construcción, tejidos, lienzos, ponchos, papel y tinta, loza y pólvora. Doscientos técnicos  extranjeros, muy bien pagados por el Estado, prestaban su colaboración decisiva. Desde 1850, la fundición de Ibycui fabricaba cañones, morteros y balas de todos los calibres;  en el arsenal de Asunción se producían cañones  de bronce, obuses y balas. La siderurgia nacional, como todas las demás actividades económicas, estaba en manos del Estado.  El país contaba con una flota mercante nacional, y varios de los buques que ostentaban el pabellón paraguayo a lo largo del Paraná  o a través del Atlántico y del Mediterráneo habían sido construidos en el astillero de Asunción. El Estado virtualmente monopolizaba el comercio exterior,  la yerba y el tabaco abastecían  el consumo del sur del continente y las maderas valiosas se exportaban a Europa. La balanza comercial arrojaba un gran superávit. Paraguay  tenía una moneda fuerte y estable, y disponía de suficiente riqueza para realizar enormes inversiones públicas sin recurrir al  capital extranjero. El país no debía ni un centavo al exterior, pese a lo cual estaba en condiciones de mantener el mejor ejército de América del Sur, contratar técnicos ingleses que se ponían al servicio del país  y enviar a jóvenes universitarios a  perfeccionar sus estudios…evo-morales La esponja imperialista no absorbía la riqueza que el país producía. El 98 % del territorio paraguayo era de propiedad pública… El Estado practicaba  un celoso proteccionismo sobre la industria nacional y el mercado interno». …

Como era obvio, Inglaterra no podía tolerar semejante ejemplo. «En abril de 1865, el diario inglés  The Standard,  que se publicaba en Buenos Aires, sostenía que «Paraguay había infringido  todos los usos de las naciones civilizadas». «La invasión (de Argentina, Brasil y Uruguay -asr–) fue financiada, de principio a fin, por el Banco de Londres, la casa Baring Brothers y la banca Rothschild, mediante  empréstitos leoninos que hipotecaron la suerte de los países vencedores». «La prensa de Buenos Aires llamaba «Atila de América» al presidente paraguayo López: «Hay que matarlo como a un reptil», clamaban los editoriales. El ejército paraguayo resistió la embestida con increíble heroísmo, pero al término de la misma el desarrollo industrial autónomo del Paraguay había sido reducido a cenizas. Casi toda la población masculina había sido exterminada» (11). Cuán diferente hubiera sido la suerte de Paraguay si la corriente de Mariano Moreno se mantenía al frente del gobierno de Buenos Aires.

BOLIVIA Y EL PLAN DE OPERACIONES
Los intentos realizados en Bolivia por contener la explotación foránea han estado inspirados en la filosofía del «Plan de Operaciones». El Mariscal Andrés de Santa Cruz y Calahumana (1829-1839), cuyo ideal de Patria Grande lo llevó a plantear la Confederación Perú-Boliviana, determinó que los empleados públicos acudan a sus labores con trajes confeccionados con tela nacional. Manuel Isidoro Belzu (1848-1855), a tiempo de detener el asalto oligárquico a las comunidades indígenas, proteger las artesanías y decretar que la producción de plata y estaño sea fundida en el país, seguía los mismos lineamientos.

El capitalismo de Estado emergió con los gobiernos del denominado socialismo militar del general David Toro (1935-1937) y del coronel Germán Busch (1937-1939), que nacionalizaron la Standard Oil y decretaron el control de divisas por la exportación de estaño que realizaban los «barones» del estaño (Patiño, Hoschild y Aramayo). Inmediatamente después de la nacionalización, el gobierno eligió a los 100 mejores bachilleres de Bolivia, para estudiar ingeniería petrolera en México y Buenos Aires. La mayoría de los graduados fue la base humana sobre la que se edificó Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). El coronel Gualberto Villarroel (1943-1946), al propiciar el primer congreso indigenista de la historia del país, dio un paso importante en la histórica necesidad de eliminar el colonialismo interno. Simultáneamente, buscó mejorar, inútilmente, por cierto, los precios de las materias primas adquiridas por EE. UU., en condiciones de saqueo durante la Segunda Guerra Mundial. La construcción del Estado nacional avanzó de manera cualitativa con la eliminación del pongueaje (servidumbre de la gleba), la expropiación de latifundios y el voto universal, mediante la revolución del 9 de abril de 1952. No obstante, la ingerencia de Washington esclerosó rápidamente a la revolución nacional boliviana.

l propósito de instalar hornos estatales de fundición de estaño fue cumplido por los gobiernos de los generales Alfredo Ovando (1969-1970) y Juan José Torres (1970-1971). Correspondió a Ovando nacionalizar por segunda vez los hidrocarburos de manos de la Gulf Oil Company. En 1988, el comunicador social, Carlos Palenque, encabezó la fundación de Conciencia de Patria (CONDEPA), fuerza política que permitió que una mujer indo-mestiza, Remedios Loza Alvarado, accediera al Parlamento de la República, sea jefa de un partido político y candidata presidencial. Con el primer gobierno del Presidente Evo Morales Aima (2006-2010), el fuerte colonialismo iAndrés Soliz Radanterno sufrió su mayor retroceso. De manera simultánea, decretó la tercera nacionalización de los hidrocarburos y anunció cambios radicales en las políticas neoliberales. Infelizmente, la tercera nacionalización fue desvirtuada, en tanto que, en inusitada escala, ONG europeas y norteamericanas introdujeron, en su propio beneficio y bajo sus propias perspectivas, un indianismo secante, que culminó con el reconocimiento constitucional de 36 inexistentes naciones indígenas y el reemplazo del nombre República de Bolivia por un Estado plurinacional, que ha sumido al país al borde del caos.

Sólo el rescate de una visión unitaria, que respete las culturas, idiosincrasias, idiomas y visiones pre colombinas, podrá defender la existencia de Bolivia y aportar al ideal unitario de Bolívar, San Martín, Moreno y Artigas.

Notas:
1.- Arze Aguirre: Ob. Cit. Pág. 197.
2.- Barnadas: Ob. Cit. Página 278
3.- Fellman Ob. Cit. Página 257
4.- Ramos: Ob. Cit. Páginas 206 y 207
5.- Barnadas: Ob. Cit. Página 278
6.- Fellman: Ob. Cit. 270
7.- Galasso: «Vida de San  Martín». Editorial Colihue. Buenos Aires –
rgentina. 2002. Página 113.
8.- Galasso: «Vida de San Martín». Página 143
9.- Galasso: «Vida de San Martín». Página 109
10.- Ramos: Ob. Cit. 253
11.- Ramos: Ob. Cit. 257

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