Sin Acritud…

José Manuel G. Torga (1/7/2010)jose-manuel-gonzalez-torga
El Periodismo turístico español, agrupado en la FEPET, se ha dado cita, para su Congreso anual, en Santander. Era ya el XXXI Congreso Nacional de la Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo.

La bella capital cántabra, por encima del tiempo, sigue siendo el escenario que ambientó la «belle epoque» a las mil maravillas, que renació de su devastador incendio y que capea, con la destreza del lobo de mar, la fuerte crisis económica.

Como enunciado general de las ponencias figuraba el título «La ciudad ante el Turismo del nuevo siglo». Fernando Fraile habló sobre << Ciudad y «Q» de calidad>>; José Manuel Velasco, sobre «Ciudad e imagen»; y Pedro Palacios, sobre «Ciudad  y grandes eventos». El alcalde de Santander, Íñigo de la Serna, expuso el tema «Ciudad y cultura», centrándose en la aspiración de la urbe que rige para ser seleccionado como Capital Europea de la Cultura en 2016, en competencia con otras ciudades españolas;  su proyecto cuenta con una estrategia que permanecerá secreta hasta el 12 de julio, como la del resto de localidades candidatas; eso sí, tiene dos valedores muy comprometidos con su pretensión: el Gobierno de Cantabria y el Banco de Santander. Este último para sí lo quisieran otras urbes en liza.

Entre las conclusiones  formuladas por el Congreso Turístico figura el reconocimiento  a la labor promocional de la Comunidad Autónoma, «al conseguir, en un año de crisis, un incremento de visitantes y turistas a Cantabria». También la sugerencia, a las autoridades autonómicas y locales, de «un mayor cuidado del urbanismo costero para evitar daños irreparables al paisaje y al propio negocio turístico».

De mina de hierro a parque de culto
Aquello que en convocatorias paralelas de otro tipo pertenece al apartado habitual de «el Congreso se divierte», en este caso forma parte de la propia naturaleza de las cosas, sin excluir su componente lúdica. Había, pues, que salir del Hotel Bahía, como centro de operaciones, donde se filosofaba, y visitar algunos polos de atracción turística.

Plato fuerte en especial, ha sido el Parque de la Naturaleza de Cabárceno. A corta distancia de la capital, en el Valle del Pisueña, sorprende un paisaje fantástico de mina de hierro a cielo abierto, explotada desde los tiempos de la Roma clásica hasta hace poco más de 20 años.

Cuando Altos Hornas de Vizcaya abandonó la explotación minera, aquel terreno de plástica insólita -tan singular si no más que la Ciudad Encantada de Cuenca- corrió peligro de ser convertido en vertedero de basuras. De ahí el mérito que tuvo la autoría política del Parque de la Naturaleza, debida al entonces presidente de Cantabria: Juan Hormaechea. Esta creación suma muchos puntos positivos en el balance de su discutida gestión.

El Parque de Cabárceno, con una superficie de 750 hectáreas, mantiene en  semilibertad a un centenar largo de especies animales, en espacios muy bien adaptados para ejemplares originarios de los cinco continentes. El contraste entre el ambiente de la roca ferruginosa con el verde cántabro y las variedades zoológicas exóticas, constituye algo único, merecedor de las auténticas peregrinaciones que allí llegan.

Trasmiera, solar de canteros y retablistas
La segunda jornada nos llevó a un primer alto en Noja, villa costera de  Trasmiera cuyo tirón veraniego y por sus segundas residencias hace oscilar la población con picos de fuerte efecto multiplicador.

Ángel  Madariaga de la Campa, cántabro de pro con muchos saberes, entre los que cuenta el Turismo, me ha facilitado documentación sobre tradiciones que dieron fama a la Merindad de Trasmiera.

Una fue la de los canteros, reclamados desde zonas alejadas para construir, pon por caso, las murallas de Ávila o el Monasterio de El Escorial. Su jerga gremial, con cilaredoerto carácter esotérico, que les permitió mantener en línea hereditaria el oficio, se denominó «la Pantoja».

Hubo maestros canteros que merecieron acceder a la condición de hidalgos y al desempeño de cargos públicos, como Marcos de Vierna, Comisario General de Obras Públicas con Fernando VI y Carlos III. Gil de Hontañón, dejó su huella en las catedrales de Toledo, Segovia y Salamanca; y Diego de Riaño, en la catedral de Sevilla y en la Casa Consistorial de la misma capital andaluza.

También dieron estos lares, célebres maestros retablistas, como Simón de Bueras. En sus talleres, eran ayudados por escultores, pintores, carpinteros, tallistas, ensambladores, doradores y cuantos artesanos habían de colaborar para dar cima a retablos con mensajes reconocidos de arte y de fe.

Tanto unos como otros  -los maestros canteros y los maestros retablistas- realizaron sus obras más memorables en escenarios distantes. Sus nombres eran repetidos por toda España y Portugal y llegaban a latitudes americanas.  Sin embargo conservaban la vecindad en sus pueblos natales y solían regresar a los mismos para casarse, testar o administrar su patrimonio; esas ocasiones les permitieron dejar también rastros creativos en solares del terruño.

Laredo y la Ruta de Carlos V
En Laredo, la recepción en el Ayuntamiento estuvo presidida por un protocolo con maceros. El alcalde de la localidad anunció la entrevista próxima con su colega del municipio belga de Gante. Tratan de organizar una travesía de veleros de Gante a Laredo para evocar al César Carlos. Constituiría un sugestivo prólogo marítimo al itinerario terrestre de la Ruta de Carlos V: Laredo-Yuste.

El 28 de setiembre de 1556, el emperador desembarcó en el puerto de Laredo para proseguir por tierra hasta Extremadura, donde se instala en el Monasterio de Yuste, que fue su retiro hasta el final de sus días, un par de años más tarde. Hay una Red de Cooperación de Municipios y Ciudades de la ruta: Laredo, Colindres, Limpias, Ramales de la Victoria, Rasines, Ampuero, Soba, Lanestosa, Merindad de Ubierna, Merindad de Montija, Merindad de Valdivielso, Medina de Pomar, Barco de Ávila, Tornavacas, Garganta la Olla, Aldeanueva de la Vera, Jarandilla de la Vera y Cuacos de Yuste.

Se realizan tramos de la ruta a pié o a caballo y, además, cubre todo el recorrido un rallye de coches veteranos, con más de 25 años de antigüedad.

Travesía en barco
Ahora, los congresistas de FEPET hemos efectuado una travesía en barco, contemplando desde cubierta una perspectiva de Santoña (capital de la anchoa) y Laredo, poseedora de atractivos descollantes: una bahía fuera de serie, una playa varias veces kilométrica y unas construcciones  antiguas que dan testimonio de su papel histórico.

En Santander merecen ser recordadas sendas cenas en dos restaurantes con personalidad gastronómica: El Riojano y Zacarías. Quien personifica este último alegró la buena mesa con su animada disposición a cantar. Inició el conocido bolero «Santander», que popularizara Jorge Sepúlveda; los participantes en el congreso nos unimos para corearlo. Ha sido el espontáneo punto final.