Iberoamérica
Andrés Soliz Rada (11/9/2010)cerebro
El Siglo XIX se caracterizó por la masiva ocupación de zonas periféricas por metrópolis colonialistas. El XX, por el saqueo de materias primas. En el XXI, si las tendencias no se revierten, se sufrirá el control de las conciencias. El 24 de agosto pasado, el presidente Sebastián Piñera transfirió el total de sus acciones en el canal televisivo «Chilevisión» (cuyo propiedad debió revertirse a la Universidad de Chile) al gigante Time Warner, dueño de las cadenas CNN, TNT y HBO y de las revistas People, Fortune y Time, cuyas ganancias, en el 2009, llegaron a 26.000 millones de dólares. Piñera ganó con la venta 100 millones de dólares. Time Warner usará su adquisición para lanzar programas al Cono Sur. Ya lo hace en las zonas de influencias de México y Colombia. La alienación que despliegan los consorcios, junto a poderosos grupos nacionales, permitió que Pinochet, con respaldo de opinión pública, concediera bases aéreas a Inglaterra en la guerra de las Malvinas.

También el 24 de agosto último, Cristina Fernández de Kirchner (CFK) dispuso la finalización del monopolio de la compañía Papel Prensa, en poder de La Nación, el diario de la centenaria oligarquía ganadera, Clarín y La Razón. Las importaciones del insumo dejan fuera de competencia económica a otros medios escritos. Clarín, que estuvo comprometido con la dictadura genocida de Videla, pugnó con Time Warner por adquirir las acciones de Chilevisión. En octubre de 2009, CFK distribuyó, mediante ley, el espacio radioeléctrico en porciones iguales entre empresas privadas, el Estado y organizaciones sociales, siguiendo el ejemplo de Uruguay y en especial de Bolivia, donde ya existen 56 radios comunitarias, aunque, en forma paralela, toleró una fuerte presencia de ONG.

Si el ejemplo de CFK fuera imitado por Lula respecto a O Globo y por Felipe Calderón a Televisa, la recuperación de la conciencia nacional en América Latina daría un paso enorme.

La «izquierdista» Elisa Carrió consideró la eliminación del monopolio papelero de Clarín, La Razón y La Nación, un atentado a la libertad de prensa. Varios sectores de la Izquierda Nacional argentina, cooptados por el menemismo y el kirchnerismo, perdieron, tal vez con excepciones, capacidad crítica, ya que salieron del puerto de los ideales y utopías para luego encallar en empleos y prebendas. Los de mayor solvencia ética y consecuencia ideológica han caído en dogmatismos desconcertantes, que los mantiene aislados desde hace varios lustros. Tal el caso de Osvaldo Cangiano, de «Socialismo Latinoamericano», quien manifestó que «no será la pequeña burguesía kirchnerista quien termine con el monopolio de la prensa», sino que serán «las masas en las calles quienes derrotarán a la rosca oligárquico-imperialista»· ¿Cuánto tiempo deberá esperar el sufrido pueblo argentino para que ocurra ese milagro?

Ocurre lo mismo con Leopoldo Markus, del Partido Socialista de la Izquierda Nacional (PSIN, 2ª época), quien anotó que el gobierno de CFK es el más entreguista y corrupto de la historia argentina (¿más entreguista que los de la «Década Infame»?). De hecho no es contradictorio valorizar las medidas que tratan de frenar «el control de las conciencias», con las correctas denuncias de Markus sobre la «vergonzosa entrega del país al capital financiero, a través del pago de la ilegítima y fraudulenta deuda externa, el saqueo de los recursos naturales en beneficio del capital imperialista -las mineras, las petroleras, los Fondos de Siembra, los laboratorios de agroquímicos, etc.-, así como la parálisis política y diplomática ante el avance del colonialismo inglés en Malvinas y en el Atlántico Sur» (Ver www.patriagrande.org.bo, de septiembre, 2010).

Los gobiernos pequeño burgueseandres-soliz-radas en las semi colonias son contradictorios. Así lo demuestra la  experiencia histórica, basada en las características de nuestras sociedades. Pero la Izquierda Nacional no es un árbitro de tenis que mira cruzar la pelota con los brazos cruzados, sino que interviene en la contienda mediante su respaldo a medidas nacionales, democráticas y antiimperialistas, sin dejar de denunciar, sin concesión alguna, la corrupción y el entreguismo. Los inspiradores de la Izquierda Nacional boliviana, Adolfo Perelman y Sergio Almaraz, plantearon, en 1964, la defensa del claudicante régimen de Paz Estensoro frente al golpe de Barrientos, digitado por el Pentágono. De derrotarse a los golpistas, decían, la Revolución Nacional recuperará su impulso. En estos momentos, es posible intervenir en la pelea entre Nación y la Anti Nación en la Argentina o en la Bolivia indigenista de Evo Morales, lo que no ocurre con el Chile de Sebastián Piñera, cuyos compromisos con el capital transnacional no tiene fisuras.