Alicante (España)
José Manuel G. Torga  (14/112010)azorin1
La provincia de Alicante, además del aliciente del sol y la playa, tiene otros muchos para el visitante.

Estos días pasados he podido visitar un lugar con atractivo paisajístico e histórico como es Guadalest, con la casona solariega de los Orduña, cuidada y amueblada con sabor histórico y que, siendo muy distinta, como es lógico, recuerda la casa de Pablo Neruda en Santiago de Chile, por sus diferentes niveles y recovecos. Proliferan en el pueblecito los museos insólitos. Lo que produce rechazo es tener que  someterse al aparcamiento municipal que, sin obra alguna, clava al viajero, nada más llegar, cuatro euros del ala, si se me permite la expresión que aludía a las antiguas pesetas.

Mi interés por otra parte se polarizaba, desde hace tiempo, hacia la Casa-Museo Azorín, en su patria chica de Monóvar, cerca de Elda.

La plasmación de la herencia y el entorno azorinianos están albergados en esta casa, que adquirió su padre y que fue vivienda familiar desde que el futuro escritor contaba tres años de edad, en 1876. Don Isidro Martínez Soriano era el progenitor del niño  José Augusto Trinidad Martínez Ruiz y de toda una familia numerosa, a la que sacaría adelante sin especiales agobios gracias a que disponía de fincas productivas y a que ejercía como abogado. Metido en la política próxima desempeñó los cargos de diputado provincial y de alcalde de Monóvar.

Doña María Luisa Ruiz Maestre, la madre del escritor, era de Petrel y, según cuenta Alejandro Fernández Pombo en su libro «Maestro Azorín», anotaba muy detalladamente en un libro verde todas las cuentas de la casa: «Este afán por el orden – recoge a continuación –por lo meticuloso, han dicho los críticos, puede haber influido poderosamente en el estilo de José Martínez Ruiz«. Todavía se  añade algo que, al parecer, la madre comentaba con sus amigas: «Pepito [decía] ha heredado mi espíritu de observación». Una capacidad que habría de  contribuir, sin duda, a la calidad literaria de Azorín.

Iconografía personal
La Casa-Museo Azorín quedó inaugurada en 1969, un par de años después de la muerte del escritor. Recibió, para añadir al edificio con sus contenidos aprovechables, los muebles y objetos personales reunidos por esta figura de la Generación del 98, como algo derivado y hasta complementario de su obra literaria.

casa-museo-azorinRetratos, caricaturas como la de Sancha y hasta una escultura de Sebastián Miranda, ofrecen una amplia iconografía de Azorín. Tres bibliotecas brindan una extensa panorámica para lecturas y consultas, con un interés muy particular encerrado en los libros subrayados y anotados por Azorín. También tienen un fuerte atractivo sus manuscritos, a los que pone contrapunto la que fuera su máquina de escribir.

La hemeroteca evoca directamente al Azorín periodista: gacetillero, reportero, enviado especial, corresponsal, cronista parlamentario y de viajes, articulista, editorialista, crítico de libros y de teatro, cultivador, en definitiva, de géneros muy diversos.

Su carnet de la Asociación de la Prensa de Madrid subsiste, aunque el titular  resultó sorprendentemente expulsado de la misma cuando estrenó la farsa en tres actos titulada «El clamor», al alimón con Pedro Muñoz Seca, para poner en solfa patologías del Periodismo. Pasados los años se le resarció por la propia Asociación de la Prensa madrileña con el Premio Alfonso Rodríguez Santamaría, que hay que  sumar a galardones de otros orígenes.

Azorín vivió etapas personales de signo bien diverso: de anarquista iconoclasta a firma de Abc, con roles de diputado y de subsecretario de Instrucción Pública, de exiliado y de Académico de la Lengua, entre otros.

Centro de investigación
Estilista de gran fuste, su influencia sobre el Periodismo moderno en España resulta manifiesto. Pero su obra posee múltiples dimensiones: novelista, ensayista, escritor con multitud de registros. De ahí que su Casa-Museo constituya un importante centro de investigación. Aquí concurren muchos estudiosos, aparte de los frecuentes grupos y de quienes individualmente buscan conocer el Museo. La Universidad francesa de Pau, viene realizando, cada dos años, sucesivos Congresos Internacionales sobre Azorín.

En la 3ª planta de esta Casa-Museo de Monóvar existe espacio para exposiciones temporales. La más reciente estuvo dedicada a «Valle Inclán y la imprenta». Del 15 de octubre al 29 de noviembre de 2009, por ejemplo, hubo otra bajo el título «Azorín. Viajes vividos y narrados», con fotografías de Eva Guillamón.

Los derechos de autor de la obra azoriniana, así como la Casa-Museo Azorín, de Monóvar, están en manos de CAM (Caja Mediterránea). El Centro de Legados y Donaciones CAM cuenta, además, con otras figuras del ámbito alicantino, como los también escritores Gabriel Miró y Carlos Arniches, el compositor Oscar Esplá, el economista y humanista Germán Bernácer o el marino y científico Jorge Juan.

El director de la Casa-Museo Azorín es José Payá, con decenios de dedicación para atesorar conocimientos sobre el ilustre hijo de Monóvar, cuya vigencia permanece. Me dice que Azorín sigue traduciéndose a idiomas como el servio o el japonés. Y que si, durante su vida, visitaron esta casa personajes como Pío Baroja, Gabriel Miró, Eugenio Noel, Eugenio D’Ors, Gerardo Diego, Carmen Conde, Cela o Vargas Llosa, decasa-museo-de-azorinspués han seguido acudiendo otros muchos nombres conocidos: Marino Gómez Santos, Luís Racionero, Andrés Trapiello

Un «libro hechicero» para Vargas Llosa
Sobre «La Ruta de Don Quijote», título de Azorín, opina Mario Vargas Llosa que «es uno de los más hechiceros libros que he leído». Pero el ya clásico de Monóvar, también ideó obras teatrales renovadoras, como «Brandy, mucho brandy», que fue estrenada en su día, y «Judit» (Tragedia moderna), ni estrenada ni publicada, hasta que aparece, en 1993, la edición de Mariano de Paco y Antonio Diez Mediavilla, debida a la Fundación Cultural Caja de Ahorros del Mediterráneo.

Y una curiosidad final. Bernardino M. Hernando, que en su obra «La Corona de Laurel. Periodistas en la Real Academia Española», recuerda, «Entre 1892 y 1896, en que llega a Madrid José Martínez Ruiz, bajo los seudónimos de Juan de Lis, Fray José, Ahrimán, y Don Abbondio, como si la vulgaridad de su nombre le condenara al seudónimo…», pues terminó por resolverlo con su imperecedero Azorín. Lo utilizó el 28 de enero de 1904, al iniciar, en el diario España, sus «Impresiones parlamentarias». Y se lo quedó.