España Carlos Ruiz Miguel (15/3/2011) Dime de qué presumes y te diré de qué careces, dice el refrán. Rodríguez, presidente del gobierno de España, se empeña en hacer realidad este proverbio de la sabiduría popular. El mismo individuo que presumía de liderar un gobierno «de derechos» y no «de derechas» no deja de tomar medidas restringiendo nuestras libertades aunque eso sea innecesario, insultante e incongruente.Lo que supuestamente se va a ahorrar en energía con la imposición del límite de los 110 km/h equivale a un año de funcionamiento de la central nuclear de Garoña que el sr. Rodríguez ha decidido cerrar porque sí, porque le da la gana, aunque todos los técnicos han declarado que la central es segura y puede seguir proporcionando energía barata muchos más años. Es decir, que, en realidad, esta medida es absolutamente innecesaria si se permite seguir funcionando a Garoña.Pero la medida no es sólo innecesaria. Es que además es insultante. La pregunta es muy simple: si aceptamos que cuanto mayor velocidad tiene un vehículo, mayor es su gasto energético, ¿no consumen mucha más energía los aviones que los coches? Entonces, ¿por qué introducir obstáculos al transporte por carretera y no al aéreo? Aun a riesgo de dar ideas al presidente Rodríguez, pregunto: ¿por qué no prohibir los vuelos nacionales peninsulares? Total, se puede llegar en coche (eso sí, a un máximo de 110 km/h) o en AVE (donde lo tengan). Vayamos más allá. Vayamos de hipótesis a cosas concretas. Si se trata de ahorrar energía, ¿cómo es posible que, no sólo no se prohíban, sino que se subvencionen los vuelos de ciertas compañías mal llamadas de «bajo coste»? ¿Por qué subvencionar el consumo de keroseno por los aviones y no el consumo de gasolina? ¿No provienen ambos del petróleo? Propongo un cálculo: ¿cuál es el coste energético de un vuelo de 100 personas a Madrid y cuál es el coste de que esas personas vayan a Madrid en coche? La cuestión podría ser hasta cierto punto explicable si las medidas se tomaran por partidos distintos. Pero lo que resulta difícil es entender que el mismo partido, el PSOE, desde el gobierno de los ayuntamientos de Santiago, Vigo o Coruña (y desde el gobierno de ciertas autonomías) subvencione los vuelos de ciertas compañías, y desde la Moncloa imponga el límite de velocidad a los coches. Dicen que el socialismo es la defensa de los «descamisados», ¿será que los propietarios de compañías aéreas son más pobres que los propietarios de coches? N. de la R.
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