Economía/España
Alberto Montero (4/5/2011)alberto-montero
Este sábado, después de conocerse que el número de personas desempleadas en este país se encontraba ya al borde de los cinco millones, el ministro de Trabajo concedía una entrevista al diario Público en el que confesaba, y así lo resaltaba el titular de la misma, que «el aumento del paro es, en parte, consecuencia del ajuste presupuestario». Dicho lo cual continuaba su salmodia de la que destacaría también esta frase: «Ahora, la economía española comenzará un proceso de creación de empleo, pero no sólo del estacional. Tenemos que pensar más en el futuro, en el reto de que los meses que viene serán mucho mejores».

Tanto una frase como la otra tienen su miga porque ponen de manifiesto dos elementos cruciales para entender por qué el desempleo se encuentra a los niveles en los que está y por qué es más que probable que no baje en los próximos meses.

El primero de esos factores lo expone el ministro abiertamente, aunque igual alguien ha procedido a llamarle al orden posteriormente porque la lectura que hay que hacer de su declaración atribuye responsabilidades directas a este Gobierno en la tragedia en la que se ha convertido al paro. Si el ministro de Trabajo afirma que el aumento del paro es consecuencia del ajuste presupuestario, en primer lugar, no es que esté mintiendo. No. Precisamente está diciendo una verdad como un puño de grande: el programa de ajuste frente a la crisis, obsesionado en otorgar cuantos recursos han sido demandados desde el sistema financiero y en racanear hasta límites aberrantes cuando esos recursos son necesarios para el mantenimiento de la actividad productiva, es el principal responsable  de que la situación del desempleo en este país sea la que es.

Y eso, a su vez, solo tiene una lectura: el desempleo en España es producto de una decisión política de este Gobierno que, acuciado entre salvar a los bancos del sistema financiero más sólido del mundo y promover el crecimiento económico y el empleo para que fuera la economía real la que impulsara la recuperación económica, ha optado por derrochar ingentes cantidades de recursos en lo primero dejando a su suerte a los trabajadores de este país.

A cualquier alumno de un curso de Introducción a la Economía ortodoxa lo primero que se le explica es que la economía es una ciencia de la elección: dada la escasez de recursos consustancial a un mundo finito y ante la multiplicidad, casi infinita, de fines a los que estos pueden dedicarse, al decisor político le corresponde asignar sus escasos recursos entre dichos fines y, al hacerlo así, además está revelando sus preferencias. Pues bien, no mucha más economía debe saberse para alcanzar la conclusión expuesta más arriba: al gobierno le preocupan más los bancos que los parados, por muchas vestiduras que se anden rasgando ahora. Estos resultados eran más que previsibles cuando se comenzó con el plan de ajuste presupuestario, dada la ferocidad con la que el gobierno se ha aplicado a contener el déficit público, ¿a qué viene tanta sorpresa ahora?

Pero, además, no hay visos de que la situación vaya a revertirse en un futuro próximo. Y no los hay porque mientras el ministro de Trabajo, en su bienintencionado discurso reitera, como casi el resto del gobierno, que en los próximos meses el desempleo comenzará a mejorar, desde el ministerio de Economía se aplica con diligencia, precisamente, a lo contrario.

Así, el mismo viernes en que se conocían los datos del desempleo, el Consejo de Ministros aprobaba una actualización del Programa de Estabilización que debe remitir a la Comisión Europea. En esa actualización, el gobierno da una vuelta más sobre el ajuste presupuestario y, no contento con hacer todo lo posible, al coste en términos de desempleo que sea, para alcanzar el objetivo de déficit para 2013 del 3%, aprueba una intensificación de la austeridad también para 2014, fijándose como objetivo la reducción del déficit hasta el 2,1% para ese año. Es decir, no contentos con los resultados de su política de austeridad y de que estemos ya casi en los cinco millones de desempleados, pretenden mantener el ritmo sin levantar el pie del acelerador.

O, dicho de una manera más cercana: el mismo día que los ministros andaban como plañideras reconociendo lo malo que eran los datos del desempleo y diseminando infundadas esperanzas de que éste descendería en los próximos meses, estaban aprobando en el Consejo de Ministros medidas que, inevitablemente, redundarán en el mantenimiento del desempleo, cuando no en su incremento.ministro-de-trabajo

Y luego se sorprenderán cuando los «mercados» financieros comiencen a leer ese dato de una forma difícilmente apelable y resalten las dificultades que tendrá la economía española para, con esas políticas de austeridad prolongadas en el tiempo, recuperar la senda del crecimiento económico y, con ello, hacer frente a su deuda, tanto pública como privada. Luego se preguntarán por qué si se lanzaron a hacer los deberes con aplicación, anunciando que serían los primeros de la clase, ahora se los penaliza por haber sido, efectivamente, los mejores en generar desempleo, doblando a los segundos. Se preguntarán cómo es posible que castiguen el trabajo bien hecho, la radicalidad del converso, la valentía de quienes asumieron que no debía temblarles el pulso mientras firmaban el tránsito hacia la tragedia de millones de familias.

Así que nadie piense que la reversión de la tendencia que marca la EPA está próxima. De hecho, alguien debería advertir al ministro de Trabajo, para que sus declaraciones no entren en el terreno del disparate, y excúsenme por decir cosas obvias, que el empleo no nace como las flores en primavera, como producto de un ciclo natural; que la alteración de la tendencia del desempleo en este país no se puede encomendar a la llegada del verano, por mucho turismo y rebajas que éste traiga, sino a una decisión política que modifique radicalmente, de momento, las condiciones coyunturales que lo provocan -entre ellas, las opciones de política económica de este Gobierno- y, paulatinamente, las condiciones estructurales que permitan sacar a España de ese negro pozo para el empleo que es la economía de servicios de bajo coste a la que nos han condenado.

N. de la R.
Este  artículo se publica con la autorización de Alberto Montero Soler
, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga; otros textos suyos se pueden leer en su blog  La Otra Economía.