España
José Manuel G. Torga (20/5/2011)funes-y-torga
Había vuelto a quedar, después de muchos años, en plantearle unas preguntas a Mnuel Funes Robert, a modo de entrevista periodística.  Él sigue con la mente muy activa y el ánimo aguerrido para tratar a la Economía, en coma, por mor de políticos y economistas serviciales con el poder. La terapéutica cada vez habrá de ser más heroica.

Sin paños calientes, acaba de lanzar en espacioseuropeos.com su apuesta por la salida del euro para tres países en proceso de rescate (Grecia, Irlanda y Portugal), así como España, que si bien no comparte esa situación, sufre de asfixia con el lastre de cinco millones de parados. Una muestra significativa: medios de la Prensa anglosajona nos distinguen, como cuarteto, con el escasamente distinguido acrónimo de PIGS (cerdos); no parece que les atraiga mucho la compañía.

Funes Robert, con una larga labor creativa de pensamiento socioeconómico, como conferenciante, articulista y autor de libros, mantiene en espacioseuropeos.com una tribuna semanal, que admira por la claridad y la agudeza. Como su más reciente y drástica propuesta -apenas enunciada- es de esperar que la vaya desarrollando en próximos artículos, con repercusiones y adaptaciones sobre otros temas, hemos contemplado la situación previa. Un juego ceñido de interrogantes y respuestas, formuladas y contestadas anteriormente y ahora recogidas en un encuentro personal, al que también asiste Eugenio Pordomingo, da ocasión para ver algunos fogonazos dialécticos del entrevistado sobre asuntos variados, en el arranque del 2011.

Comprobaremos lo deprisa que ahora va todo
P.- ¿Qué fórmulas prácticas de aproximación crees que existen, entre obreros y empresarios, frente a los especuladores  y los políticos que enrarecen la atmósfera económica con los ajustes que socavan el Estado del Bienestar?
R.- Lo principal es ponerse frente a lo que en mi libro «LA LUCHA DE CLASES EN EL SIGLO XXI» (Editorial ESIC) yo llamo «el tercer grupo». Llama la atención que los portavoces de este tercer grupo exijan, la vuelta al patrón oro -dinero escaso- y la desaparición de los bancos centrales, es decir la privatización absoluta del máximo bien público: el dinero.  Con respecto a la vuelta al patrón oro, es de imposible aplicación.

Ya lo intentó el Reino Unido en 1931: ello suponía retirar cantidades ingentes de libras del mercado y, como consecuencia, una reducción insoportable de los salarios con consecuencias nefastas que hicieron retirar esa propuesta al ministro Mac Donald.

La moneda, cuestión de fe
P.- Si, como creo recordar que sostenía David Ricardo, la moneda mala desplaza a la buena, y  ahora veo que el salario malo desplaza al bueno ¿qué futuro tienen los trabajadores del ámbito del Estado del Bienestar en un mundo globalizado?
R
.- No existe una moneda buena o mala, sino la fe que la gente y los inversores tengan en ella, comprándola. En cuanto al salario bueno o malo, es difícil -prácticamente imposible- competir con los salarios de los trabajadores del Extremo Oriente. Si el yuan se mantiene bajo artificialmente y  el dólar, debido a la política monetaria de EE. UU., también está bajo, la que está perdiendo es la zona euro, pero a China debería importarle que su economía depende de las exportaciones a Occidente. Aplicando la doctrina keynesiana de incrementar el gasto mientras sea necesario, aceleraremos la recuperación económica y, en consecuencia, con nuevos ingresos y recaudación y cotizaciones, se podrá salvar el Estado de Bienestar.

P.- Cuando lo difícil no es producir sino vender ¿qué sentido tiene aceptar el «dumping» social con productos importados de países con salarios míseros, que arruinan a empresas españolas?
R.-
Comprar mucho al Tercer Mundo es también vender mucho a dicho mundo, por la capacidad de compra que con nuestras compras le damos a ese Tercer Mundo.
Evidentemente cuesta competir con productos que tienen costes tan bajos. De ahí la deslocalización de muchas empresas españolas que se han establecido en China.

Equilibrio contable y hambre
P.- Hay argentinos que dicen que la depreciación galopante del peso logró reducirla notablemente el presidente Menem con la receta del Fondo Monetario Internacional. ¿Cómo te lo explicas?
R.-
Para empezar, el precio que pagó el pueblo argentino fue terrible: hambre, en el mayor productor de carne y trigo. Si las cuentas están equilibradas, pero el pueblo pasa hambre y la economía está parada ¿pensarías que esa economía funciona o no funciona? Para un macroeconomista neoliberal, ese país va bien económicamente hablando; para mí, evidentemente no. El problema argentino es muy específico porque muchos argentinos compraban dólares para especular.  Al contrario que los europeos o los americanos, los propios argentinos no confiaban en su propia moneda.

P.- Si una política monetaria expansionism-funes-robertta estuviera ahora, de forma autónoma, en manos de Zapatero, con su tónica dilapidadora, de signo ideológico, con gastos improductivos ¿no constituiría un gran peligro? Ítem más ¿qué ocurriría con alguien así al frente de organismos competentes para decidir la política monetaria? Podría estar en manos del Diablo de Goethe…
R.-
Goethe, en su inmortal «Fausto» hace una profunda y bella descripción de lo que sería en el mundo una moneda sin valor propio, pero aceptada por todos. Es verdad que achaca el venturoso invento al Diablo; pero yo atribuyo el invento a la inteligencia, no a la maldad del Diablo. Una política expansionista, como cualquier otra, no puede ser dilapidadora. Se trata de inyectar dinero, el necesario, pero vigilando estrechamente el uso del mismo. La FED ha colocado al BCE en una encrucijada: el dólar muy bajo y el euro subiendo como consecuencia de las inyecciones de dólares. Si el BCE no cambia de política monetaria e imita a la FED, contemplará la subida del euro, arruinando las exportaciones europeas.

P.- ¿Qué problemas  podrían derivarse de la acumulación de dólares en las arcas de China?
R.-
La política de acumulación de dólares en China no hace  más que confirmar lo que Occidente está pidiendo a China: que deje de invadir los mercados occidentales mediante una revaluación del yuan.
Parece evidente, piensa uno, que cada vez habrá que tener más en cuenta a China (mano de bambú en guante de seda).