Sin Acritud…
Cordura (29/6/2011)apologia-de-la-traicion
«La vida es corta. Ten una aventura.»
(Reclamo publicitario de la compañía Ashley Madison)

Curioso. Es tiempo de indignación, pero motivos no menos graves para ella se diría que nos parecen, como mucho, pintorescos. Es el caso de esta noticia que algún relevante medio publica en tono festivo (ver otro ejemplo): una cadena de televisión ha empezado a emitir anuncios de una agencia que, a través de Internet, promueve las relaciones extramatrimoniales entre personas casadas.

«La infidelidad ya se prescribe en televisión», pregona el diario El Mundo.

¿Ya?  Como si no llevara décadas «prescribiéndose» en la tele, desde culebrones «románticos» hasta reality-shows de toda laya. Y aún más tiempo en el cine, claro, según lo reflejan largos tan largos como Doctor Zhivago, tan estúpidos como Los puentes de Madison y tan entrañables como varios de Woody Allen, quien, por lo menos, suele agregarle al gusto por la «aventura» el acíbar de los reparos morales. ¿Y qué decir de la música, sobre todo la «canción ligera»? En fin…

Pero ahora la tentación es más directa, y caer en ella, más fácil gracias a intermediarios que no se cortan un pelo a la hora de recomendarla y facilitarla al máximo. En realidad, aunque últimamente ha prendido con singular fuerza en España, la cosa ya funcionaba en otras partes de dos años para acá. «Los encargados de la agencia aseguran que están prestando un servicio invaluable de acompañamiento, cariño, diversión, en tiempos de crisis, a hombres y mujeres, cuyos matrimonios están rotos y que por la crisis no se pueden separar».

Una pregunta, señores de Ashley Madison: ¿Se toman ustedes la molestia de verificar -científicamente, por supuesto- si sus clientes efectivamente pertenecen a matrimonios rotos, descartando prestar servicios a los demás?

Es lo de siempre: el mal se disfraza para no parecer malo. Como los proxenetas que destacan el supuesto papel social, de «válvula de escape», que desempeña la prostitución. Ya desde antiguo a ese juego consistente en irse con otro/a engañando al cónyuge se le llama «aventura»: un término que en este contexto evoca lo más tentador y estimulante.

Y naturalmente, en esta nueva modalidad (no tan nueva, de hecho, pues seguramente otras agencias de «encuentros» ya jugaban con eso, aunque de manera menos explícita) los servicios ofrecidos tienen la lógica contraprestación económica. ¡Como para no subrayar las ventajas de ser infiel! Parafraseando un refrán catalán, «la infidelidad  és bona si la bossa sona». Aún más cruda y verazmente, sin tapujos ni eufemismos: «Hacer el mal está bien si nos resulta rentable».

«Al que comete adulterio le faltan sesos; el que así actúa se destruye a sí mismo.»
(Proverbios 6: 32)

Nos lo enseñó también, muchos siglos después, León Tolstói: «Ana se sentía tan culpable y criminal que no le quedaba sino humillarse…» (Ana Karenina, una vez que la protagonista ha consumado el adulterio).

Podemos rodear la traición de aventura, misterio, diversión, fascinación, complacencia del ego…, pero nada de eso impedirá que siga siendo traición. Y esto es justamente lo que fomentan los de Ashley Madison, La Sexta y todos los que se lucran con el adulterio. La hipocresía social, siempre atenta a dejar la puerta abierta al pecado, se resistirá a llamar a las cosas por su nombre. Pero el nombre no es otro que ése: Adulterio. Traición. Y, con ello, vidas condenadas a huir de sus conciencias, entrampadas en una interminable cadena de mentiras. Aún peor: matrimonios arruinados, familias destrozadas, niños moralmente estafados por sus seres más queridos.

¿Por qué no se levanta un clamor contra ese obsceno negocio? Cuando ya parecía que la mayoría de los medios masivos se habían sensibilizado contra la perversidad de los anuncios de prostitución, llegan ahora estos otros que no son menos destructivos -al contrario- de los vínculos familiares. ¿Seremos ciegos a ello porque aquí no sea sólo una (la mujer) la parte que, de manera preferente, sufre el papel de víctima? ¿No es rematadamente estúpido negarse a ver que hay aún mayor maldad en que las víctimas puedan ser más variadas?

Pero, qué oportuno es todo esto… El Sistema, experto en marearnos y distraernos, ahora nos añade la carga de una nueva rebelión pendiente, seguramente porque no hemos sabido emprender las que ya teníamos. Y no hace falta, esta vez, pensar en conspiraciones: es la lógica del capitalismo, que reduce a ganancia desde los más bajos instintos hasta los más sagrados afectos. El mismo modelo económico que depaupera a pueblos enteros para calmar la codicia mercantil, siega lazos conyugales con idénticos fines de lucro. Lo que en principio es un régimen social -antisocial, claro está- deviene, por el impulso de su lógica, en la más fría e implacable ideología: todo vale, ¿por qué no?, si sirve para hacer dinero y granjearse poder.

«La vida es corta», nos dicen. Disípala en «aventuras», no pierdas el tiempo luchando por tus derechos y los de los demás. ¡Carpe diem!

¡Indignados! Cuando os tiente creer que el Sistema sólo necesita «algunas reformas», ¡recordad que sobran los motivos para subvertirlo!

 N, de la R.
Este artículo se publica con la atención de  Cordura.