Economía
Michael R. Krätke (30/1/2012)

Angela Mekel y Christine Legarde
Angela Mekel y Christine Legarde

En la Cumbre de la Unión Europea de diciembre la canciller Angela Merkel aún podía presentarse como la vencedora de la batalla por el rescate del euro: todos habían acabado aceptando la interpretación alemana a la crisis y la solución alemana a la crisis. La unión fiscal, la regla de oro y la tabla de castigos para quienes no la cumplan eran incuestionables e imparable su aplicación. Pero la ironía de la historia ha hecho uso de la peor y más detestada especie, las agencias de calificación crediticia estadounidenses, para frustrar el hermoso plan de campaña.

Con un razonamiento sorprendentemente apropiado, los analistas de Standard & Poor’s han dado a entender que la solvencia crediticia de nueve países de la zona euro, así como del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), han sido rebajados porque no se espera de los dogmas de austeridad actualmente en uso ningún efecto positivo en los estados más endeudados. Aún peor: conducen a la economía mundial a una recesión.

Un tirón de orejas, si bien de una dirección inesperada, para la canciller, cuyo gobierno, con sus recetas anti-crisis, se encuentra más aislado que nunca desde el estallido de la crisis europea en la primavera de 2010. Merkel recibe golpes de todas partes. Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), advierte sin reparos contra las panaceas monodireccionales y reclama precaución con «estos principios generalizados». Si toda Europa se convierte en esclava del ahorro integral, amenaza una recesión fatal. No muy diferente se expresan el primer ministro de Luxemburgo, Jean-Claude Juncker o el primer ministro de Italia, Mario Monti.

Los bancos, con el Instituto de Finanzas Internacional (IIF) a la cabeza, reaccionan contra un recorte demasiado generoso de la deuda de Grecia, que debería de estar firmado, sellado y entregado antes de la cumbre europea del 30 de enero. Cuanto más se negocie esta «restructuración voluntaria de deuda», mayor será el riesgo de una bancarrota desordenada del estado griego. Teniendo en cuenta cómo acostumbran a terminar esta negociaciones, los gobiernos de la zona euro deberán, según la lógica de su actual estrategia, mantener a los acreedores de Grecia en la cuerda floja, y lo mismo vale para los de Portugal, Italia, Irlanda o España .

Que el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) según Standard & Poor’s no merece ninguna buena nota es algo con lo que Angela Merkel y Nicolas Sarkozy ya no pueden seguir especulando con evitar con un hábil apalancamiento construido a partir de incrementos a las contribuciones al fondo. Los ministros de economía de la zona euro no tienen a comienzos de la semana en Bruselas ninguna elección: deben decidir insuflar vida al MEDE para el próximo 1 de julio y con un año de antelación con 500 mil millones de euros. En marzo la línea de crédito volverá a ser evaluada.

Los alemanes ejemplares
Lo que una evaluación como ésta significa lo podemos ahora ver en la factura del MEDE, que resultará mucho más elevada para el contribuyente y el estado alemán de lo que prometió el gobierno en otoño: al menos 22 mil millones de euros a pagar en efectivo y 168.000 millones en capital depositado. Christine Lagarde ya ha insistido en que se necesita una mayor implicación alemana para poder prevenir eventualmente los enormes riesgos que se avecinan en 2012. En los países de la zona euro bonos del tesoro por valor de 800.000 millones de euros esperan mientras tanto su refinanciación. El buró de crédito del MEDE está avisado: ya ha garantizado que los 500.000 millones no alcanzarán para ese propósito.

Está al alcance de la mano poner de inmediato a disposición del MEDE los medios del agonizante fondo de rescate europeo (con sus buenos 250.000 millones de euros), pero Merkel juega con los tiempos y calla la posibilidad de una transacción como ésa. Por recordarlo: con el FEEF se adquirirían los bonos del tesoro y se concederían los créditos con cuyos intereses Alemania tanto ha ganado. Con el MEDE se cuestionan por vez primera las inversiones de capital en una medida hasta la fecha inusual.

A pesar de la calidez con la que el BCE consideró a los bancos privados europeos a finales de diciembre, que hasta ahora ha ayudado en las subastas de Italia y España a colocar sus títulos de deuda, no se ha conjurado el peligro de una verdadera crisis de insolvencia. Sobre todo debido a la presión alemana, no se les ha permitido a estos países aliviar la rígida política de austeridad, que además dentro de poco se sancionará con el pacto fiscal de los países de la zona euro. Pero la crítica a la región alemana estabilidad cada vez es mayor. Cortés pero firmemente Madame Lagarde ha dado a entender en Berlín que nos encontramos inmersos en una crisis económica y financiera mundial, no simplemente en una crisis de deuda de los estados. Habría que añadir que la apremiante situación actual no surge de que todos, todos menos los ejemplares alemanes, «han vivido por encima de sus posibilidades».

Michael R. Krätke
Michael R. Krätke

Parece como si fuera otra ironía de la historia que la unión monetaria, ahora más que nunca, haya de fortificarse a través de una política económica y financiera común. A su favor tiene la creación del MEDE así como una unión fiscal alemana saludada por toda la Unión Europea, que por supuesto a duras apenas constituye una herramienta para gestionar los problemas estructurales de la UE así como la desigualdad en el plano de la economía internacional. Que son cosas que no pueden superarse de un día para otro y menos aún a base de ahorro y con un exceso de la oferta de dinero por parte del BCE.

N.T.: El título original del artículo, «Alle haben die Absicht, eine Brandmauer zu errichten», remite a las declaraciones del jefe de Estado de la RDA, Walter Ulbricht, a la periodista germano-occidental Annamarie Doherr dos meses antes de la construcción del Muro de Berlín: «Niemand hat die Absicht, eine Mauer zu errichten».

N. de la R.
Michael R. Krätke
, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido.
Este artículo se publica con la autorización de

SinPermiso.