España/Sáhara Occidental
Ana Camacho (10/2/2012)rajoy-en-rabat
El PP de Mariano Rajoy, que tanto criticó desde la oposición a Zapatero por la abdicación en el papel de España en relación al pueblo saharaui, ha situado su acción exterior en este asunto en una línea de suma y sigue con la acción promarroquí del Gobierno del PSOE con el conflicto en la antigua provincia española. Eso explica que el rey Mohamed VI no haya ni pestañeado por la declaración con la que el ministro García Margallo recibió en Madrid a su colega el ministro de Exteriores marroquí, proclamando el apoyo al derecho de autodeterminación saharaui.

El rey de Marruecos ya le había advertido a Rajoy que la anexión alauita del Sáhara Occidental marca una línea roja que no debe cruzar si no quiere tener los problemas vecinales que tuvo el presidente Aznar en su segundo mandato. En el contexto de argumentaciones marroquíes, para dar por cruzada esta línea roja, basta recordar que el pueblo saharaui tiene derecho a optar a la independencia en virtud de estrictos principios de derecho internacional. Sin embargo, el ministro Saadedín al Otmani, escuchó sin inmutarse al lado de García Margallo y, a su vuelta a Rabat, la prensa más oficialista y palaciega se limitó a correr un tupido velo sobre una frase que para ellos es pura provocación y resaltar los progresos de las relaciones hispano-marroquíes. Es más, algunos hasta dieron a entender que quizás, se equivocaron al temer que Rajoy iba a darles la misma guerra que les dio Aznar en su segundo mandato.

Todos contentos. Rajoy haciendo como que cumple con esa vuelta a la normalidad de la «neutralidad activa» que dice se cargó Zapatero y prometió en su programa electoral. El rey Mohamed satisfecho porque nadie mejor que él sabe que ese cambio es un más de lo mismo que garantiza que España siga sin cumplir con el derecho internacional que acabaría en un pispás con sus pretensiones. Vamos, que lo que le está comunicando Rajoy con esa falsa neutralidad, es: «Quede usted tranquilo. Vamos a seguir sin contestar a esa carta que, con el apoyo de miles de firmas ciudadanas, la Asociación Pro Derechos Humanos de España me ha dirigido para recordarme que España sigue siendo la potencia administradora del Sáhara y que acabe con el engaño de esos supuestos acuerdos de Madrid de 1975 que ni la ONU ni ningún gobierno español legalizó. Si lo hiciésemos, quedaría claro que es mentira que España ya no tiene nada que ver con el Sáhara y deberíamos cumplir con nuestras obligaciones de potencia administradora y decir la verdad: que la ocupación marroquí del Sáhara es tan ilegal como lo es la presencia inglesa en Gibraltar. Ese sería el auténtico cambio ¿no?».

Solo con esto, Mohamed VI habrá respirado con alivio porque esa campaña de la APDHE le provoca insomnio y pesadillas. De ahí su buena voluntad en la orquestación del paripé de Rajoy. A cambio, García Margallo completó la delicada mención «prosaharaui» con otra frase, la que aclara que el cómo se va a ejercer ese derecho a la autodeterminación no es asunto del Gobierno español. Lo que aparentemente suena a sentido común para los votantes que creen que España ya no tiene responsabilidades sobre el Sáhara es otro gran regalo para Mohamed VI porque, lo que el ministro español le estaba diciendo implícitamente a su colega marroquí es: «Incumpliendo el art. 73 de la Carta de la ONU, vamos a seguir sin dar voz al pueblo saharaui en la ONU y demás foros internacionales. Así que tienen ustedes vía libre para aprovechar su presencia en el Consejo de Seguridad de la ONU y la hiperactividad de sus amigos franceses para que en Naciones Unidas den cobertura a un arreglo sin referéndum que lleve a la solución autonomista. Les dejaremos manos libres y, si logran salirse con la suya, le haremos tragar la píldora a nuestra opinión pública, como es tradición desde 1975, echándole la culpa al mal funcionamiento de la ONU».

El PSOE ya estaba en ello. Pero en el caso del PP, lo de «a mi me da igual cómo lo hagan» tiene un especial significado para Mohamed VI: fue un Gobierno de derechas (el primero de la Monarquía) el que fijó unos límites al desentendimiento y abandono español cuando, el 26 de febrero de 1976, comunicó por escrito al secretario general de la ONU, Kurt Waldheim, que «la descolonización del Sáhara occidental culminará cuando la opinión de la población se haya expresado válidamente».

Ana Camacho
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Claro que entonces la diplomacia española, aunque aparentaba haber acabado con las responsabilidades españolas con el Sáhara, por lo bajinis movía hilos con los países de Latinoamérica (por ejemplo) para que los textos de las resoluciones sobre el conflicto pusiesen el acento en que el pueblo saharaui debía expresarse en un referéndum de la ONU justo y libre. Precisamente lo contrario de lo que hizo la diplomacia de Zapatero, maniobrando para que las nuevas resoluciones hablasen de soluciones «justas y mutuamente aceptables» poniendo en un mismo plano a agresores y agredidos.

N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Ana Camacho, periodista, activista intelectual y física, de los derechos humanos, además de secretaria de la asociación APPA (Asociación para el Progreso de los Pueblos de África), que también e puede leer en su página de Internet En Arenas Movedizas.