Economía
Manuel Funes Robert (19/3/2012)funes-robert
La semana pasada analizamos el tópico central en torno al cual gira la agresión de que el mundo occidental vive desde hace años: «solo se puede gastar lo que se ingresa». Ya entonces demostramos que gastando más de lo que se ingresa se puede conseguir tener más de lo que se tenía al comienzo. Y que esto era así porque si esa diferencia se transforma en inversión productiva, el desfase inicial desaparece. Este tópico tiene otra forma igualmente extendida e igualmente eficaz para hacer daño: «no se puede vivir por encima de nuestras posibilidades» del que nos ocupamos la semana pasada.

Ha nacido una escuela dogmática que se mantiene e impone, no por su consistencia sino por la secreta alianza que se da entre esos teóricos y los intereses financieros privados que salen perjudicados por las ventajas que para la humanidad tiene el cambio de naturaleza del dinero, ese bien preciado que nace de la nada, sirve para todo y no cuesta nada.

Este hecho, apoyado en las ideas de Keynes ayer, y en las mías hoy, permitió a gran parte de la humanidad beneficiarse del Estado de Bienestar.

Los grupos antisistema -y en menor grado los socialistas españoles y franceses (ver EL PAIS del domingo día 18)- precisamente de la doctrina  que yo expongo constantemente y en favor del cual se mueve lenta pero con seguridad las mentes más preclaras de nuestro tiempo.

Otro tópico especialmente dañino y no porque se aplique más o menos intensamente sino por su total falta de consistencia lógica. Me refiero a la regla del 4% como recomendación para los limites. A más de haberla constitucionalizado, le llaman receta sagrada y la completan con la criminalización de su incumplimiento, que se ha empezado a aplicar en Hungría. Esta supuesta regla sagrada falla porque como todo proceso relativo toma su sentido según sea la cifra con la que se compare, a la que la regla no hace alusión. El 4% de gasto en referencia al PIB cambia continuamente dentro de cada país y es necesariamente distinta dentro de cada uno de los doce países afectados. Así, un 4% de déficit puede ser inflacionista si estamos en el pleno empleo de recursos o cerca de él y un 20% puede ser insuficiente si tenemos un paro superior al 30%.

Pero en nuestro alegato falta un detalle: la política monetaria expansiva, ¿tiene o no tiene límite? Porque si nos apoyamos ante el hecho de que la cantidad de dinero puede crecer sin límites, dirán ustedes ¿por qué no somos ricos? He aquí la respuesta: la política que ofrecemos de signo expansivo es aplicable en nuestro caso porque hay recursos reales que no están usados a pleno rendimiento (humanos: el paro, energéticos, industriales, etc.) y disponemos de todo el dinero que se necesite para su movilización.  Con paro más dinero, puede ser mas riqueza pero esta política sobre una situación de pleno empleo de recursos produciría inflación. Mal que tampoco es tan intenso pues la inflación afecta necesariamente  a la capacidad adquisitiva de las monedas, pero no necesariamente a la capacidad adquisitiva de las personas.