torgaIslas Canarias (España)
José Manuel González Torga
(22/5/2012)
Se ha celebrado en Las Palmas de Gran Canaria  el XXXIII Congreso Nacional de FEPET (Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo) en tres jornadas de mayo, con el excelente clima de sol y brisa marina que permanece la mayor parte del año por aquellas latitudes.

Al haber estudiado todo el bachillerato en la capital grancanaria conocí los tiempos de un turismo casi limitado a los pasajeros de los trasatlánticos,  que hacían escala en el Puerto de La Luz, aprovechando para conocer y disfrutar de la ciudad sólo por unas horas.

En Maspalomas no había más que dunas y el faro. En las proximidades de Telde, el aeropuerto de Gando era minúsculo, para escasos vuelos civiles, y en toda la costa playera del Sur sólo existían casas de pescadores -muchas de ellas de madera- y segundas viviendas de familias acomodadas, unas con arraigo de generaciones, y otras, residentes temporales.

En medio siglo las cosas han cambiado tanto que la primera de las conclusiones  de este congreso reza así: «La ciudad de Las Palmas, superada en el contingente turístico por las zonas costeras del Sur de la isla, pretende compartir ese éxito, atrayendo una creciente cuota de turistas, con los variados alicientes con que cuenta la capital».

Desde hace bastante tiempo, oleadas de turistas llegan, programadas a tope, al muy ampliado aeropuerto, para ser trasladadas a núcleos turísticos costeros, desde los cuales retornarán al avión del regreso sin haber pisado el solar capitalino. Por tanto, responde a una pretensión natural de Las Palmas la conclusión congresual siguiente, que «constata el lógico empeño por promocionar las facetas  del turismo gastronómico, cultural, de congresos y de cruceros, así como el comercio y la hostelería de esta cosmopolita urbe insular».

De tal suerte, destacaba en el Congreso de FEPET la gastronomía como materia dinamizadora de un nuevo turismo. En ese sentido, determinados elementos gastronómicos constituyeron motivos para ponencias y coloquios en las horas discursivas del Congreso.

Gastronomía aplicada
La plasmación efectiva comenzó con fuerza, en el histórico Hotel Santa Catalina, compartiendo mesa y mantel con la Cofradía del Puchero Canario de las 7 Carnes.

En la literatura gastronómica, ese plato ya figuraba unido a autores como Luís Antonio de Vega, periodista con la chapela que le correspondía como bilbaíno, y a quien conocí cuando dirigía en Madrid el semanario Domingo. Novelista, viajero con manejo del idioma árabe, y reputado gastrónomo, publicó, en 1969, una obra que mereció reediciones: «Viaje por la cocina española». Sumaba en ese puchero canario de las 7 carnes, «vaca, pollo, conejo, pichón, perdiz, liebre, ternero, y gallina», si bien  puntualizaba, en el párrafo siguiente: «Que no sean siete, sino ocho las carnes que lo integran, no tiene importancia. Tampoco los tres mosqueteros eran tres, sino cuatro».

Al día siguiente, el almuerzo de cocina canaria tuvo lugar en el restaurante El Padrino, en la zona de La Isleta. No faltó el gofio. José H. Chela, en su obra «El sabor de Gran Canaria», escribe: «Por supuesto el gofio era indispensable en la alimentación de los habitantes de Canarias. La molienda del grano en las piedras circulares que hoy aparecen como piezas de ornato en tantos bochinches, era tarea exclusivamente femenina». El gofio, grano por ejemplo de millo (maíz), tostado  y molido, fue amasado con agua, dando lugar a la pella, o diluido en leche. Más recientemente forma parte de galletas, pasteles, helados, egran-canariatc., etc.

La variedad  de pescados de las aguas que bañan las islas incluye el cherne y la vieja, en otras variedades características. Las frutas de proximidad tropical brindan excelentes variedades como papayas y aguacates.

En sus «Rutas con sabor»,  mi colega y amigo Miguel Ángel Almodóvar adjudica a la cocina canaria un «papel de puente hispano con América…bastantes de sus platos -señala- tienen una casi calcada correspondencia en países centroamericanos y suramericanos».

Además, el mismo Miguel Ángel Almodóvar, especialista de amplio espectro en temas alimenticios, nos sorprende con una nota histórico-literaria sobre vinos, que va bastante  más allá de los tintos jóvenes de Monte Lentiscal. Su referencia es del siguiente tenor literal: << En el Renacimiento, el vino de Canarias, llegó a ser mundialmente famoso y demandado. Shakespeare fue gran degustador del Canarias, en sus versiones de clarete seco  y malvasía, y lo cita, por boca de sus personajes, en varias de sus obras. Su concentrado aroma  y su sabor duro debían estar en la cabeza y sentidos del escritor. Así lo cree Cunqueiro cuando escribe: «A lo mejor algunas de sus mejores piezas son hijas de esos relámpagos que algunos vinos, lúcidos y locuaces, abren en la mente»>>.

Por el Barrio de Vegueta
Como epítome de la oferta cultural estable de Las Palmas se nos ofreció una visita guiada a los congresistas de FEPET con paradas en la Casa de Colón, en el Museo Canario y en  la Casa-Museo de Pérez Galdós.

Los dos primeros centros están radicados en el Barrio de Vegueta, el fundacional y,  por ende, el del más reconocido abolengo, al considerarse que a su perímetro accedió el capitán Juan Rejón, cuando  desembarcó en la isla, allá por 1478. En el histórico conjunto están también la catedral y la Plaza de Santa Ana, guardada por ocho canes de bronce; además, las Casas Consistoriales, la Plaza del Espíritu Santo, la Calle de los Balcones, la Plaza e Iglesia de Santo Domingo, el templo de San Agustín y otros rincones singulares y construcciones de diversa significación, como el Mercado de Vegueta.

La Casa de Colón posee algunos recuerdos del célebre navegante, que recaló en las Canarias, entre el Viejo y el Nuevo Mundo. Una placa testimonia tres escalas en Gran Canaria: en el primer viaje (1492), en el segundo (1493) y en el cuarto (1502). Como las referencias colombinas no llenan el centenario edificio, resultan complementadas con otros motivos del Real de Las Palmas, denominación prístina de la ciudad.

El Museo Canario  guarda la recopilación de hallazgos que permiten vislumbrar la existencia aborigen, antes de  la incorporación a la soberanía castellana. Abundan los restos arqueológicos auténticos, y también se exhiben reproducciones a escala reducida, como la del poblado troglodita.

En la Casa natal de Galdós
Otro hallazgo para el visitante curioso, interesado por las letras, lo constituye el recorrido por la Casa-Museo de Benito Pérez Galdós, en la Calle Cano, del barrio de Triana. Hasta ella peregrinan, tradicionalmente, cuantos forman el amplio bloque de estudiosos, admiradores y lectores asiduos, en general, del más célebre de los escritores canarios.

 Sobresalen, en la casa natal del escritor, obras de arte que plasman su figura, como la estatua sedente, realizada por Victorio Macho y que permaneció durante años en el muelle de Las Palmas, con la correspondiente erosión marítima, prevista por el escultor como añadido a su cincel; y, por otra parte, el retrato debido  a Joaquín Sorolla. Abundan las ediciones de la ingente obra del escritor canario, así como fotografías y documentos bien diversos. A Don Benito le gustó pintar y dibujar, aficiones que igualmente han dejado testimonios directos. A su vez, caricaturistas de éxito captaron situaciones del prolífico escritor: Luis Bagaría le presentaba en tertulia con Ángel Guimerá, Jacinto Benavente y los hermanos Álvarez Quintero, mientras que J. Moya le dibujó, bajo su óptica de humor, escribiendo el «Zumalacárregui», de sus «Episodios Nacionales. Tercera serie» (1898).

El mobiliario de la sede museística procede, en gran parte, de sus casas de Madrid y del soberbio chalet de  veraneo, en Santander. En la zona de La Magdalena, de la capital cántabra, Pérez Galdós se hizo construir la villa San Quintín, a la que acudía para pasar la temporada estival. Precisamente, uno de los miembros de FEPET, que participó en nuestra visita al museo galdosiano en Las Palmas, Ángel Madariaga de la Campa, recibió los parabienes de quien nos guiaba por las distintas dependencias, dado que su hermano Benito, cronista oficial de Santandergaldos-retratado-por-sorolla, colaboró mucho para el retorno a esta Casa canaria de elementos procedentes de aquella residencia veraniega que, por desgracia, fue destruida sin duelo.

El proverbial buen clima de Las Palmas no se olvida. Ni la playa de Las Canteras. Pero los nombres de los personajes también quedan en la memoria: Galdós incitará a la lectura de su extensa y variada obra; y la evocación de Gregory Peck, en el Hotel Santa Catalina, perdura de cuando se alojó allí por el rodaje, en aguas próximas a Las Canteras, de secuencias de la película «Moby-Dick», basada en la novela de Herman Melville, cuyo barbado y cojitranco capitán Ahab encarnaba el astro de Hollywood.

Por todo lo expuesto, y por mucho más, Las Palmas bien merece ser visitada. Estar en la isla de Gran Canaria y no hacerlo, parece imperdonable. No solo de sol y playa vive el turista.