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Alejandra Durrell (31/5/2012)
La banca no es el único sector donde florece esa casta de altos ejecutivos que cobra millonarios «bonus» e indemnizaciones multimillonarias. Honorarios que se auto-asignan mientras las empresas que dirigen y gestionan se precipitan en el abismo, destino y meta por ellos elegido.

Juan Luis Cebrián, proto-hombre de PRISA, el grupo que edita el diario ´El País´, es un caso de manual, un caso de estudio para las Escuelas de Negocios, al abordar la dinámica de este mermado club de ejecutivos que ha convertido en un mito de rancio sindicalismo la voracidad de los empresarios. Sus honorarios aumentan al mismo ritmo que los despidos, abriendo a velocidad de vértigo la brecha salarial con el conjunto de la plantilla: la relación en algunos casos es de 90/1, según los datos de un interesante artículo publicado en ´El País´ (lo recomiendo, recomiendo, aquí lo tienen).  Lo que su autor le ahorró a los concienciados lectores es el alarmante ejemplo que supone que, ni siquiera en este diario «progresista» se libran de estas indignantes paradojas.

Ya lo contó  ´El Roto´  hace una semanas en una de sus magníficas viñetas, en las que retrataba a Juan Luis Cebrián, actual consejero delegado del Grupo PRISA, contando billetes con mirada concupiscente. Era la sabia moraleja de una noticia que acababa de levantar una gruesa polvareda en la Redacción del diario «independiente» de la mañana:  amparándose en los malos resultados del grupo (no los del diario, que todavía en 2011 cosechó beneficios, con un resultado de explotación de 8,92 millones) la alta dirección, capitaneada por nuestro protagonista, reconocía que estaba estudiando una «reestructuración» de la plantilla del diario aprovechando, naturalmente, las ventajas de la reciente reforma laboral. 

El propio Cebrián confirmó a sus redactores que sus despidos podían ser con indemnizaciones de 20 días por año de trabajo, con discriminación manifiesta respecto a los más de 2.000 empleados, del resto de las empresas del grupo, ya despedidos el pasado año, con más de 45 días de indemnización por año trabajado.

El contraste se acentúa si se repara en que fue El País, precisamente, el que libró la batalla más encarnizada contra la Reforma Laboral de Rajoy, sacando al campo de batalla toda su caballería. No les escandalizo si les recuerdo que las balas utilizadas estaban fundidas en hierro sindical del siglo XIX, reclamando para los trabajadores toda suerte de atenciones y de derechos históricos. La hipocresía es una infusión que quema y más aún a un diario que vende moral y principios sociales con tal convicción que hasta los lleva impresos entre los sagrados principios de su Libro de Estilo -un «bestseller» en las Universidades de Periodismo- donde se afirma con solemnidad que el diario El País se compromete a ser un periódico «socialmente solidario».

Aún peor, el contrapunto entre el ejecutivo desahogado, disimulado, que conjuga todos los discursos, a conveniencia, el ejecutivo esmerado, sublime en todas su decisiones, rival de los ángeles, y su envés, el de carne y hueso, déspota, descarado, avaro, el que exige sufrimientos a los suyos y se reserva para sí los mejores manjares; el que no duda en presentarse ante la opinión pública como acreedor de todos los merecimientos, como re-estructurador clarividente y aventajado, hay que decirlo, revienta la dura corteza craneal del más entrenado en la gestión del montante de hipocresía tan común en nuestros días.

A pesar de los malos resultados del grupo, a pesar de la fuerte caída de los ingresos por publicidad y de la crisis de los medios de comunicación, particularmente, los que dirige nuestro protagonista, Juan Luis Cebrián, ha ingresado un sueldo por sus servicios del año pasado de más de 8,2 millones de euros. Sus ingresos y los de los demás consejeros, a contrapelo de sus peroratas y diatribas, no han parado de subir desde que estalló la crisis mundial que le hizo decir, entonces, a Cebrián aquello de «se acabó la fiesta». Ya entonces pidió sacrificio  a sus trabajadores en nombre de la  curva descendente, para aumentar, a renglón seguido -¡fuera disimulos!- sus honorarios hasta convertirse en 2010, en el segundo ejecutivo mejor pagado de España. Y, más recientemente, para seguir con la tradición hipócrita, falsaria: mientras comunicaba a los empleados un inminente ERE, comunicaba en paralelo a la CMNV el aumento, en un 23%, de las retribuciones del grupo de los tres consejeros de PRISA, con funciones ejecutivas, del que forma parte. ¿Cómo es posible tanto desahogo?

¿Es normal que Juan Luis Cebrián y el selecto grupo de estos altos ejecutivos se venga lucrando del 27% de los beneficios del diario, mientras racanea los exiguos pagos a los colaboradores a la pieza? ¿Es normal que quiera recurrir al recorte masivo de costes, incluyendo el alistamiento de becarios/indefensos y que eso ocurra mientras nuestro protagonista refuerza sus honorarios?

Mientras, como en el resto de los medios españoles, también a la redacción de El País, llegan los becarios/indefensos sin experiencia, pero baratos, a sustituir a los veteranos de esa plantilla, que el fallecido dueño del periódico, Jesús de Polanco, mimó con los mejores sueldos del sector, en agradecimiento por la entrega demostrada al proyecto en los inciertos momentos del despegue, por no abandonar sus puestos durante la dramática crisis del 23-F, pese a que un atentado con bomba ya había demostrado la inquina contra este diario de la ultraderecha que simpatizaba con el frustrado golpe.

Jesús Polanco
Jesús Polanco

En noviembre, la plantilla de El País aceptó rebajarse el sueldo en un 18%. Pero a la casta de los directivos no les basta. Es claramente insuficiente para sus propósitos. Ahora quieren un ERE y rebajas masivas de sueldos, ya sea con recortes unilaterales o reducción de jornada impuesta «manu militari». Y, como era previsible, el despropósito se ha uncido, adornado, con algo habitual en las reestructuraciones por quiebra, con el argumento de la brecha digital.  Fue así como Cebrián comunicó, a capón, sin matices, sin avergonzarse, a una audiencia de jóvenes promesas de la profesión, que «los periodistas mayores de 40 años son zombis, muertos vivientes, aunque ellos no lo sepan«. Todos los mayores de 40 años son zombis, excepto él mismo que, por edad, ya debería jubilarse. ¿Cómo es posible tanta soberbia en quien ha fracasado tanto, precisamente, en su adaptación al nuevo orden digital? Y si no ¿a qué viene tanta alarma y curva descendente?

Pese a ser nuestro protagonista el principal responsable del auténtico problema del grupo PRISA, -la deuda de 5.000 millones, que él cosechó por sus malos pasos y peores negocios, mucho antes de la quiebra de Lehman Brothers-­ el grado de impudicia con el que se manifiesta y toma decisiones, sobrepasan la provocación para situarse en el ámbito de la repugnancia. Forma parte de una casta de individuos repulsiva, a extinguir. Son parte activa del desastre nacional, del problema y motores principales del descalabro general de España.

¡Nada de seguir el ejemplo de Jean Paul Agon, el presidente de L´Oreal y el ejecutivo mejor pagado de Francia (7,68 millones de euros en 2011), que ha decidido congelarse el sueldo este año pese a los buenos resultados de su empresa y pese a que, por prudente austeridad, ya había cobrado un 28% menos respecto a 2010!

En España, los Cebrianes, multi-descarados, huérfanos de mecanismos de inhibición (sin duda porque están ayunos de encarnadura  moral e intelectual) van por ahí, desparramando soberbia y hechos societarios, económicos y editoriales, desnortados, atolondrados, suicidas y del todo repudiables. Poco les importa si con ello acaban de espantar a sus cada vez menos fieles consumidores cuyo pundonor izquierdista exige seguir creyendo que su catecismo da el ejemplo. Juan Luis Cebrián aparenta ser un vivo entre los zombis pero, ¿y si en realidad es un zombi entre los vivos? Sí, un zombi, un personaje a la deriva, incompetente y desalmado con un único objetivo: convertir en escombros el legado de Jesús de Polanco; esto es, devastar el Grupo PRISA.